Tuve la fortuna, y el honor, de conocer a Elkin Ramírez. Estoy seguro de que miles de personas también lo hicieron, lo que no sé es el número que haya tenido el placer de conversar con el ser humano frente a frente, con una cerveza o un ron en la mesa, escucharlo confesarse e incluso verlo derramar una que otra lágrima en una celebración post concierto.
No será este el espacio para contar detalles de nuestras conversaciones, menos de sus confesiones y muchísimo menos el motivo de sus lágrimas. Solo quiero con este texto, que no sé si vea la luz ni si alguien lo lea, rendir un homenaje a ese gran artista y mejor persona que me enseñó a amar el Rock y que de alguna manera con su ejemplo de jamás rendirse, me dio una lección de vida que aplico cada día.
Mi carné provisional del Kraken Club tenía el número 07066. Lo guardo como un tesoro que me recuerda una época muy especial. Para inscribirse, por allá en 1993, había que pagar dos mil pesos. A vuelta de correo te llegaba el carné, una carta firmada por Elkin y una calcomanía. No se me olvidará jamás lo que sentí cuando llegó ese sobre a mi casa, por cierto y si no me equivoco, la primera correspondencia que recibía en mis 16 años de vida.
Desde ese momento empezó una relación con la banda no solo mediada por la música, sino por una cercanía que empecé a sentir con ellos, pues recibía periódicamente información, lo cual me permitía estar siempre al tanto, ya que internet aún no se había masificado.
Unos tres años después me fui a un concierto a Jardín – Antioquia. Allí, en el patio de una escuela y ante no más de 100 personas Elkin y la banda, dieron un show con todo el profesionalismo posible. No les importó el poco público, ni la falta de emoción de algunos de los asistentes, ellos cantaron y tocaron como si fuera el último concierto que fueran a dar. Al finalizar, esperé que salieran todos y me acerqué a alguien en la tarima, lo saludé, le dije que había viajado desde Medellín solo a ver el concierto y él me regaló una hoja grande en la que estaba el orden de las canciones que habían tocado. También me pidió mis datos y me agradeció por el apoyo. Mi memoria no me permite encontrar su nombre, sin embargo él sabe que le agradezco el detalle y mucho más, lo que vino después de aquella noche.
Meses después recibí un telegrama que en resumen me citaba a una reunión a la que asistí y de la cual salí como uno de los coordinadores del Kraken Club. Esto, era un premio a mi constancia y fidelidad con el grupo. Lo agradecí con el alma y en compañía de los otros compañeros invitados nos pusimos manos a la obra.
Infortunadamente, en mi memoria no tengo el momento exacto en el que conocí a Elkin, no estoy seguro si fue en la reunión ya mencionada o previo a un concierto, el hecho es que siento que aquellos años en los que compartimos, establecimos una amistad, esa de llamadas por teléfono (fijo porque los celulares apenas empezaban a llegar y el minuto era muy costoso), de pedir consejos o de simplemente darnos un saludo.
Con el Kraken Club hicimos muchas cosas. Viajar acompañando a la banda a conciertos, souvernirs para vender y financiar así nuestros viajes (gorras, manillas, camisetas, botones y la bandera de Colombia con la majestuosa K estampada, se vendían como arroz) e incluso montamos nuestro propio show como excusa para celebrar los 15 años de la banda.
Ese concierto lo hicimos en el Pequeño Teatro, llevamos más de mil personas y fue una noche mágica, porque cada persona que asistió, pagando solo diez mil pesos, quedaba automáticamente inscrita en el club. En medio del show, interrumpimos y subimos a la tarima con una torta, mientras la sala entera cantaba el cumpleaños feliz. ¡Fue un momento inolvidable!
La generosidad de Elkin conmigo fue muy grande, tanto así que mi nombre se encuentra en el cancionero del Kraken – Una leyenda del Rock – álbum que vivimos de cerca en su producción y en el que nuestro aporte desde el Kraken Club se vio recompensado.
Terminando mi carrera universitaria me fui unos meses a Bogotá y me alejé de la banda. Al regresar me sumergí en el trabajo y no pude dedicarle más tiempo y las conversaciones con Elkin desaparecieron. Sin embargo, jamás perdí el gusto que le tengo a esa música auténtica y hecha por un hombre sencillo y con un talento inigualable.
Escucho a Kraken con regularidad, siempre me sirve para descargar energía cantando a todo pulmón Todo hombre es una historia, Aves Negras, No me hables de amor, Vestido de cristal o Lenguaje de mi piel.
Y cada vez que lo hago, recuerdo al ser humano, al gestor del Rock en Colombia y al gran artista que nos enseñó a jamás desfallecer, a luchar siempre aunque la pelea parezca perdida.
Hoy, el cuerpo de Elkin Ramírez ya no está con nosotros pero todos los que amamos sus canciones y lloramos de la tristeza por su partida sabemos que su legado permanecerá por siempre.
Descansa en paz Titán y no olvides que se vive una vez para ser eternamente libre.