“El dolor y el fuego marcaron el conflicto”
Queridos lectores:
Hoy me siento compelida a plantearles dos preguntas profundas que surgen del dolor y la injusticia enraizadas en nuestras sociedades: ¿Es suficiente el simple acto de pedir perdón para sanar las heridas causadas por la brutalidad y la injusticia que deja el conflicto? ¿Cómo encontrar reparación para aquellos cuyas vidas han sido desgarradas sin piedad de manera atroz?.
Permítanme ser sincera: la respuesta no basta con palabras como «pido perdón a mis víctimas, no fue mi intención». La verdad se encuentra en la dolorosa realidad que enfrentamos cada día. En una sociedad donde acabar con la vida de alguien parece ser premiado, cada relato de víctimas o testigos nos muestra el dolor grabado en sus rostros, un dolor que ninguna disculpa puede mitigar. Desde mi postura, cuando escucho esos relatos, es evidente que estas personas guardan un profundo dolor y rencor.
En este escenario, quiero recordarles dos casos que ejemplifican este contexto de barbarie y terrorismo:
Jorge Eliécer Arboleda, sobreviviente marcado por la masacre perpetrada en el departamento de Antioquia, nos transporta al día en que el estruendo de las armas segó las vidas de sus dos hermanos menores. La violencia, disfrazada de autoridad, arrebató las esperanzas y sueños de una familia entera, dejando una cicatriz imborrable que clama por justicia.
Conchita Martín, por su parte, nos lleva al terrorismo de ETA en España. Como esposa de una víctima de este grupo armado, ha sentido el peso aplastante del dolor y la incertidumbre. La noche en que las balas segaron la vida de su esposo, el mundo se desmoronó a su alrededor, dejándola a la deriva en un mar de desolación.
Este contraste se hace aún más claro al comparar los grupos terroristas ETA y ELN. Ambos, en su supuesta lucha por ideales, han sembrado el terror y la muerte, dejando un rastro de destrucción y sufrimiento a su paso. Mientras ETA ha llevado a cabo atentados sangrientos en nombre de la independencia del País Vasco, el ELN ha perpetrado actos criminales en Colombia, demostrando ser igualmente despiadados en su búsqueda de poder y control.
Ante el sufrimiento y la tragedia, surge una pregunta inevitable: ¿puede el perdón allanar el camino hacia la sanación y la reconciliación en un mundo donde la violencia parece no tener límites?
Las conferencias organizadas por el Observatorio CEU de Víctimas del Terrorismo han sido una luz en el camino. Al exponer a los jóvenes a la cruda realidad del terrorismo y su impacto devastador, nos instan a reflexionar sobre la importancia vital de la memoria y la justicia en la construcción de una sociedad más equitativa y solidaria.
Es cierto que puede haber justicia, pero muchas veces, cuando las respuestas no llegan con la prontitud que se espera, la víctima se ve obligada a tomar medidas por su cuenta.
Totalmente de acuerdo liberemos de la corrupción es momento de actuar y hacernos escuchar y pacíficamente