¿Estudiar ciencia política para ser políticos?

La mayoría de estudiantes de ciencia política se ríen o enfurecen cuando algunos de sus familiares les dicen que están estudiando para ser políticos. Eso les parece absurdo porque creen que su propósito es comprender la política, no ejercerla. Y sin embargo, sus familiares pueden no estar tan equivocados. La noción antigua de ciencia política o politike episteme va en la dirección práctica que los familiares sugieren. Para Aristóteles era una rama práctica de la ciencia, pues su propósito es la felicidad de los ciudadanos. Por lo mismo, es un conocimiento que quienes ejercen la política deben tener. En El político, uno de los diálogos más difíciles de Platón, se sugiere al principio que la posesión de la ciencia política es la condición suficiente para ser un político. Y, como Aristóteles, Platón clasifica a la ciencia política dentro de la praktike episteme, en vez de la gnostike episteme, lo que quiere decir que no se persigue por el conocimiento puro, como la aritmética y la metafísica. Estudiar ciencia política, en ambos casos, es una condición para la práctica real de la política.

Pero Platón también nos dice que en tiempos de Cronos la ciencia política sí tiene un carácter puramente gnóstico, pues el gobernante pastorea entes que no cambian y no pueden cambiar: no poseen ninguna potencialidad, por lo que no hay nada práctico, nada transformativo en esa ciencia de la política. Lo que no cambia no puede manipularse. De hecho, en el ciclo de Cronos no hay propiamente política. Hay un conocimiento de la política, pero no hay necesidad de política porque no hay nada que transformar. En nuestros tiempos de Zeus, en cambio, los seres humanos no son como ovejas siempre iguales, sino que tienen voluntad y libertad, de manera que pueden transformarse. El político puede tejer una polis cada vez mejor si cuenta con el conocimiento que le permite hacerlo. Por eso, como Platón muestra en la República, cada régimen político produce unos tipos diferentes de ciudadanos: la oligarquía, la democracia y la monarquía, por ejemplo, producen ciudadanos con virtudes y defectos muy distintos. El conocimiento o la falta de conocimiento en cada uno de esos regímenes tiene sus propios efectos. Esto nos confirma que la ciencia política es productiva. Pero evidentemente no cualquier político posee un verdadero conocimiento de la política. Hay quienes solamente son buenos ganando elecciones, como los sofistas, o ganando guerras, como tantos generales que se volvieron tiranos. No obstante, incluso su ignorancia es productiva. Como dice Olimpodoro de Alejandría, las creencias que uno tiene producen un modo de vida. Quien crea que el placer es el bien intentará vivir un modo de vida placentero. Las percepciones equivocadas sobre el Bien tienen efectos sobre quienes las tienen.

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A pesar de todos los cambios desde la época de Aristóteles y Platón, la ciencia política sigue siendo práctica y productiva. Aún quien crea que la ciencia política es meramente teórica debe conceder que dicho conocimiento puede contribuir a alcanzar ciertos fines. La evaluación de las políticas públicas, verbigracia, puede ayudarnos a encontrar cuáles funcionan y cuáles no, de manera que el saneamiento público, la educación y la infraestructura se desarrollen con mayor eficiencia. La evaluación del funcionamiento del congreso puede indicarnos qué reformas pueden servir y qué reformas no. En ese sentido, el conocimiento de la política sigue sin ser gnostike, es decir, sigue sin tener un propósito puramente teórico. A pesar de que, por razones que no caben en un texto tan breve, la ciencia política contemporánea carece de la profunda capacidad valorativa que sí tiene la antigua, queda claro que no es una cuestión ajena al mundo de lo práctico. En algún sentido también sirve de preparación para la política. Ya decía el Sócrates de Jenofonte que para gobernar hace falta saber cómo incrementar los ingresos del Estado si uno lo requiere, como administrar los gastos públicos, etc., y todas esas son cosas que la ciencia política actual puede enseñar, al menos si se le pide. De tal manera que los familiares de los estudiantes de ciencia política no están tan equivocados: al estudiar ciencia política uno sí puede prepararse para ser político.

Vía: Socrático 

Tomás F. Molina

Tomás es politólogo de la Universidad del Rosario, máster en filosofía de la Universidad Javeriana y candidato a doctor en filosofía de la Universidad de Granada en España. También es guitarrista clásico y ha dado conciertos en Colombia y Europa. Ha sido profesor de la Universidad del Rosario, la Universidad Javeriana, la Universidad Sergio Arboleda y la Universidad la Sabana.

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