El 4 de septiembre de 1939, la España gobernada por el general Francisco Franco se declaraba neutral ante el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Nueve meses después, el 12 de junio de 1940, pasaba a la no beligerancia y dos días más tarde incluso ocupaba Tánger en contra del condominio aceptado internacionalmente sobre la ciudad norteafricana. España incorporaría la plaza al protectorado español el 13 de noviembre de aquel año 1940. Esa decisión de captar una zona internacional en aquellos momentos es prueba de la indecisión del dictador español respecto de si tomar parte o no del conflicto, o más bien de la decisión de hacerlo si las circunstancias le eran favorables. El caso es que no lo hizo, probablemente presionado por la diplomacia británica y la actitud estadounidense respecto de los necesarios suministros petrolíferos.
El ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer, encaminó todos sus esfuerzos, valiéndose de esa no beligerancia declarada, a acercarse a la diplomacia y a los intereses de la Alemania nazi. Así, el 23 de octubre de 1940 se produjo la más famosa entrevista de cuantas mantuviera Franco en su dilatada estancia en el poder: aquel día se reunió con Adolf Hitler muy cerca de la frontera española, en la ciudad de Hendaya. En el interior de un tren estacionado en la terminal de aquella villa francesa, se negoció la participación española en la Segunda Guerra Mundial para ayudar a las potencias del Eje. Gibraltar y todo el territorio de Marruecos era lo que al parecer pidió el autócrata español a cambio de esa intervención, dejando bien claro al jerarca nazi la situación económica de España y lo difícil que ésta ponía las cosas a la hora de que Franco tomara una decisión. Fuera como fuere, no se llegó a ningún acuerdo.
Cuando en junio de 1941 tuvo lugar la invasión alemana de la Unión Soviética, el carácter anticomunista y profascista de la política exterior española alcanzó sus más altas cotas posibles. Serrano Suñer aprovechó ese acontecimiento para acometer la clase de acción a la que Franco se resistía: participar de forma directa en la guerra del lado alemán facilitando el envío de un cuerpo expedicionario del Ejército español para integrarse en las Fuerzas Armadas alemanas por medio de la apertura de oficinas de reclutamiento. Los miles de voluntarios de la que daría en llamarse División Azul lucharían en el frente ruso hasta 1944. De los en torno a 47.000 divisionarios fallecerían unos 5.000, dos millares acabarían su participación en el conflicto con alguna mutilación y unos 500 serían hechos prisioneros y retenidos en la Unión Soviética hasta 1954. Al frente de la División Azul estuvo el general y ex ministro Agustín Muñoz Grandes hasta que, en diciembre de 1942, fuera sustituido por el general Esteban Infantes.
En aquellos años, el propio Francisco Franco no dudó en usar la “teoría de las dos guerras”; esto es, ante los dos escenarios distintos en que tenía lugar la lucha en Europa, España era neutral en lo que se refería a la guerra en el occidente continental pero se mostraba, y no podía hacerlo de otro modo, beligerante en lo concerniente a la guerra contra el comunismo. Teoría que en alguna ocasión el Caudillo transformó en la de las tres guerras: era neutral en el conflicto entre el Eje y los aliados, participaría gustosa del lado de los países civilizados para derrotar a Japón y era beligerante en la guerra contra el comunismo.
Adaptado de mi libro El franquismo (Sílex Ediciones, Punto de Vista Editores)
[continúa en España durante la Segunda Guerra Mundial (segunda parte) ]
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