¿Es Putin la esperanza de Occidente?

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Autor: José Miguel Arias

Una conversación reciente alguien de mi familia, quien apoya al presidente ruso Vladimir Putin, me ha generado una gran inquietud frente a algunos temas de la actualidad mundial. Su frase sencilla y contundente fue la siguiente: “Putin es la esperanza de Occidente, así te duela”.

Esa persona no es la única que lo considera así. He escuchado muchas opiniones y comentarios similares. El hecho es que algo que era impensable hace tres décadas (que Rusia pasara de ser la antítesis de Occidente a ser la última defensora de sus valores) hoy se puede argumentar sin que sea una falacia.

Claramente el concepto de Occidente no es geográfico (incluye a Suiza, a Canadá, a Australia y a Nueva Zelanda), pero hasta hace pocas décadas había una línea imaginaria que partía a Europa en dos. Esa frontera se ha movido bastante y se ha difuminado. Algunos países del bloque comunista, como Polonia y Hungría, hoy hacen parte de la Unión Europea y de la OTAN. En el plano religioso, el cristianismo ortodoxo y el católico han recuperado su influencia en casi todas las naciones de Europa del Este. Mientras tanto, el capitalismo florece en ciudades como Riga, Bucarest y Varsovia con sus anuncios luminosos y productos coloridos, en contraste con el gris interminable de la arquitectura comunista del periodo anterior.

Aunque América Latina rara vez es incluida en Occidente, los aspectos en los que diferimos, excepto el nivel de desarrollo económico, son triviales: que somos más habladores, más emotivos, más familiares, etcétera. En cambio, compartimos con Occidente la estructura de nuestras instituciones, nuestra lengua, nuestras convicciones e incluso nuestras artes. Nuestra cotidianidad es más similar a la del portugués promedio que a la de cualquier mozambiqueño, iraní o coreano. En mi opinión, América Latina es parte de Occidente.

El Estado Islámico no encarna simplemente el odio por los gobiernos occidentales, sino el desprecio por nuestro modo de vida. Puede que el terrorismo del Daesh (Isis) nos parezca un asunto lejano, pero es cuestión de tiempo, si permitimos su avance, para que nos afecte directamente también a los latinoamericanos.

Ahí es donde se vuelve relevante para nosotros la frase “Putin es la esperanza de Occidente, así te duela”. Las recientes intervenciones militares de Occidente en el Medio Oriente han sido un fracaso, y en los últimos cinco años es evidente que mientras Estados Unidos, Francia y el Reino Unido dudan, piensan, deciden y repiensan cada movimiento antes de efectuarlo de manera mediocre, los rusos muestran mayor decisión y coraje para actuar. Además, los norteamericanos y la Unión Europea no han podido evitar los movimientos del Kremlin en otras regiones como Georgia y Crimea.

Mientras Putin recupera la influencia en esos y otros territorios, se presenta como el único líder con el interés de defender la civilización occidental frente al Daesh, así tenga otros propósitos tras su intervención en Siria. Los demás gobernantes de Occidente, en su mayoría, son víctimas de una democracia dirigida por los medios de comunicación en la que su supervivencia política no está determinada por tomar las decisiones correctas sino las más populares:

Obama y su posible sucesora Hillary Clinton no son capaces de pronunciar las palabras “terrorismo islámico” por temor a herir susceptibilidades entre la comunidad musulmana estadounidense y creen que el calentamiento global es una amenaza más inminente que el Daesh.

El Papa Francisco se ha dedicado a decir frases bonitas, pero hasta ahora no ha pasado a la acción. Es rápido para criticar el libre mercado o para indicar la necesidad de reformas en la Iglesia, pero lento para ejecutarlas, y en muy pocas ocasiones ha manifestado su respaldo a los cristianos de oriente que son masacrados diariamente por el Daesh. Occidente debe tener unos valores que defender en este conflicto y el Papa podría contribuir a esclarecerlos, pero esto no parece ser prioridad del Vaticano.

¿Quién más podría encarnar a Occidente frente al Daesh? ¿Pepe Mujica? Ese sirve para poner frases hermosas en el muro de Facebook. Nada más. ¿David Cameron? No posee el liderazgo de sus copartidarios Winston Churchill y Margaret Thatcher. ¿François Hollande? Parece el niño que imita a sus amigos en todo lo que hacen pero no es capaz de hacer nada por su propia iniciativa. ¿El Brasil de Lula y Dilma? Resultó siendo una promesa vacía hecha por un partido de corruptos que aprovecharon las condiciones más favorables para saquear las empresas estatales más rentables del país.

Angela Merkel habría sido mi opción favorita, pues a lo largo de sus diez años en el poder ha mostrado un carácter firme y unos principios  inquebrantables, pero ya carga con demasiadas responsabilidades como la crisis de refugiados (y los infiltrados entre ellos) y la irresponsabilidad fiscal de los griegos.

Si no aparece un verdadero líder en Occidente, es posible que la crisis se agrave y que asuman el poder personas como Marine Le Pen, Donald Trump y Pablo Iglesias, quienes secundarían a Putin en cada movimiento. De ser así, puede que en el futuro los libros de historia concuerden en que Vladimir Vladimirovich Putin fue el hombre que salvó a Occidente.

Editor

Editor general de Al Poniente. El contenido de esta columna es de propiedad de su autor, y no necesariamente refleja las opiniones del equipo editorial de Al Poniente.

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