Equipo Colombia

Para sacar un país adelante, ante todo, hay que hacer equipo. Para hacer equipo, cada uno, sin perder su particular forma de ser, puede además, pensar en un propósito mayor a sí mismo, algo que sólo se alcanza con la colaboración colectiva. En principio, porque el bienestar es el estado ideal del ser, los seres humanos son sociales y cooperan para, no sólo sobrevivir, sino vivir bien, satisfaciendo sus necesidades individuales y colectivas.

Pensemos en términos de fútbol el concepto de “hacer equipo” para un propósito superior, sin perder de vista que estamos hablando de cómo una sociedad puede sacar adelante un país, es decir, de cómo gregariamente se construye algo superior a cada uno de sus individuos y que a la vez los beneficia a todos, o por lo menos a una gran mayoría. Si un equipo de fútbol quiere ser bueno, ante todo necesita dos elementos: determinación y disciplina. ¿Empezamos mal, cierto? En Colombia no tenemos determinación, porque ni siquiera nos ponemos de acuerdo sobre qué país queremos. Todos queremos un país diferente. Y disciplina mucho menos, si este es el país de los feriados y la fiesta.

En un equipo de fútbol, luego de haber entrenado y puesto en forma a sus jugadores, comienza una preparación técnica y estratégica en la que se saca lo mejor de cada jugador,  y se eligen las mejores sinergias de pases y juego entre ellos, al servicio del objetivo común: ganar.  Cada jugador debe hacer renuncias a capacidades específicas que le gustaría usar, pero que no corresponden a su rol. Poder asumir estas renuncias implica una madurez sicológica que sólo se alcanza cuando el director técnico logra un liderazgo ante los jugadores, quienes aceptan sus recomendaciones, porque entienden que si bien no es lo mejor para sí mismos, sí lo es para todo el equipo.

La historia de la selección Colombia de fútbol nos muestra un buen ejemplo sobre el proceso de maduración de los jugadores en este sentido. El equipo fue eliminado del mundial Italia 90 por caprichos individuales del portero René Higuita en el partido de octavos de final, contra de la selección de Camerún. Paradójicamente, aunque dejó a los otros 10 jugadores y el reto del país sin poder seguir adelante en el torneo, Higuita se volvió uno de los jugadores más famosos y admirados del país y tuvo una larga carrera nacional y fugazmente internacional. Su vida tras el fútbol ha tenido todo tipo de episodios que van desde la cárcel, hasta la televisión nacional. Hoy en día, sus comportamientos arriesgados con el fin de brillar por sí mismo a costa de la suerte de todos, no serían tolerados en la Selección Colombia, y los hinchas, lejos de celebrar innecesarias maniobras peligrosas, las rechazarían, pues el juego que hoy se valora y se celebra, es el de equipo, entendiendo que éste es el tipo de juego que más lejos nos ha llevado en la copa mundial, y no el de hazañas de un solo jugador. Con el profe Pekerman, la selección Colombia aprendió una importante lección que no estoy segura que un director técnico  colombiano podría haberles enseñado, porque es algo que no está en nuestro ADN cultural: la importancia de lo colectivo sobre lo privado, es decir, la esencia del trabajo en equipo.

¿Qué nos une como equipo queridos colombianos, además del espíritu de fiesta? ¿Qué es lo que va a sacarnos adelante? ¿Qué es lo que va a defendernos de agresivos intereses transnacionales? ¿Estamos esperando un Pekerman Presidente que arregle esto casi que por arte de magia? Sueñen señores! La única opción que tenemos, si queremos sacar el país adelante, es armar un verdadero Equipo Colombia que haga el trabajo duro y el bonito, y no sólo el bonito como sucede hoy. Necesitamos que ese equipo entrene y juegue coordinado, concentrado en ganar cada partido por el bien de todos y no sólo de unos cuantos.

En nuestro contexto internacional, conservar la soberanía íntegra del territorio significa en la metáfora de fútbol “ganar”. Es decir, para que Colombia siga siendo un país de los colombianos, haciendo uso del territorio y sus riquezas (las que quedan), es necesario que el gobierno sea claro y contundente al defender la soberanía fronteriza,  energética, económica, alimentaria, cultural y todas aquellas soberanías que sean necesarias para ser autónomos y libres y vivir como mejor nos parezca. El gobierno que hemos tenido hasta hoy no ha sido especialmente eficaz en hacerlo y como consecuencia hemos perdido considerables porciones de territorio terrestre y marítimo en todas las direcciones cardinales a lo largo de nuestros doscientos años de historia. Cada vez somos más pequeños, frágiles, corruptos y snob;  y como no despertemos, nuestro gobierno va a terminar de desgranar el país desde adentro, y de repente, lo próximo que veamos es que nos hemos convertido en un estado apéndice como Puerto Rico o Taiwán.

En la metáfora futbolística, esto equivaldría a ser eliminados de la copa mundial, no por perder, sino porque ya ni siquiera hay un país que sea representado por una selección nacional. Como en todo escenario, habrá ganadores, esos que estén felices con la idea de estar un paso más cerca de ser gringos y que su presidente sea un tipo de prestigio como Donald Trump. También habrá perdedores nostálgicos de la cumbia y el porro que nunca perderán sus raíces. Y finalmente habrá indiferentes, tan metidos en su propia rutina, que no van a notar cambios drásticos.

Tal vez piensen que decir que Colombia podría ser el próximo Puerto Rico es tan exagerado como cuando los uribistas lo amenazan a uno con que Colombia va a ser la próxima Venezuela; pero imaginarnos esos escenarios ayuda a definir el país que no queremos y por ende estar más cerca del país que sí queremos. ¿Cuál es ese referente que nos une? ¿Hay uno o toca empezar de cero un proyecto de identidad nacional?

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Laura Villa

Magister Artium en Ciencia Política. Estudió en Alemania, pero regresó a Colombia para ser parte activa de su transformación. Por esto trabajó en el sector público 7 años, en la Alcaldía de Medellín, la Gobernación de Antioquia y el Gobierno Nacional (la ANSPE) en temas de internacionalización, alianzas público- privadas e innovación social. Hoy es emprendedora de Innove, un taller de pensamiento y acción para la sostenibilidad. Ha escrito para varias publicaciones y expuesto en eventos nacionales e internacionales. Habla y escribe inglés, alemán y español fluidamente. Es ambientalista, vegetariana y una activa ciudadana.

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