Ensayo de Riesgos: Democracia 2023

“La acción revolucionaria, muy a menudo, fue una concesión teatral a los deseos de las masas violentamente descontentas más que una batalla real por el poder.” – Hannah Arendt, Los Orígenes del Totalitarismo.


La democracia, clásicamente definida como el gobierno de muchos, en una aspiración por la consolidación definitiva de la Dignidad Humana y la concepción jurídica de la que parte la Declaración Universal de Derechos Humanos, podría buscar definirse como el gobierno de todos.

En mi concepto, la Educación Ciudadana sí implica la deconstrucción del paradigma vertical del poder, en el que uno o unos pocos pueden decidir y determinar el rumbo de todos, de esta manera se hace posible la participación plural, inclusiva, diversa y cada vez más directa del ser humano que conquista el estatus político de ciudadano, un igual en el poder político de muchos, que corresponde a la democracia.

La Ciudadanía implica la facultad de ejercer libertades, derechos y obligaciones, en un territorio que se compacta en la soberanía, la conectividad, el espacio público y la convivencia cívica, haciendo posible la vida comunitaria (socioeconómica), la constitución de sociedades sostenibles (organizaciones para el desarrollo humano) y las condiciones estructurales para materializar los sueños del individuo (autonomía y calidad de vida). La democracia, al acreditar la ciudadanía como estatus político de igualdad ante el gobierno, es una garantía que rechaza el totalitarismo al atomizar el poder y los mecanismos para ejercer control, veeduría y vigilancia, pero también es una inmensa responsabilidad que liberta al ser humano para hacerlo dueño de su destino, el habitar pacíficamente con los otros, el deber impositivo de sostener el sistema; respetarlo y someterse al orden del mismo, pues se supone que como ciudadano hace parte de su co-construcción.

La democracia es, idealmente, el sistema en el que el poder político es ejercido por el pueblo a través de la participación directa o indirecta de los ciudadanos en las decisiones políticas, legislativas y de gobierno. En la democracia se constituye y consolida la ciudadanía y la igualdad ante el Estado de Derecho. Sin embargo, siempre ha tenido como oposición a unos cuantos que desean el poder absoluto, u otros más, que pretenden dejarlo a merced de pocos. En la actualidad, la democracia enfrenta muchos riesgos y desafíos que se han ido sofisticando con el avance de la tecnología y la investigación. A continuación, veremos algunos:

Uno de los mayores riesgos para la democracia en la actualidad, es la creciente polarización política; las personas tienden a rodearse de quienes siguen opiniones similares a las suyas, esto es cada vez más sencillo ya que el diseño operativo de los algoritmos que filtran la información están dispuestos para nutrirse de lo que queremos consumir y casi siempre son nuestras propias creencias y sesgos. Los sesgos de confirmación y el consumo de información que reafirma nuestras creencias, puede conducir a la falta de comprensión y a la intolerancia por quienes piensan distinto, construyendo barreras diálogo, concertación y debate propios de la democracia.

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La polarización deshumaniza al asumir los opositores como enemigos connaturales y puede incitar a la violencia, degradando la condición humana y llevando a las personas a tomar medidas drásticas para imponerse y (auto)destructivas para proteger sus propios intereses políticos. La polarización permite que las personas puedan estar dispuestas a validar y justificar la violencia por parte de determinadas colectividades y a apoyar líderes autoritarios que promulguen las ideas en las que creen.

En este sentido, otro gran riesgo para la democracia que ya se ha padecido por algunos países en la región de Latinoamérica 2023, es el ascenso de gobernantes autoritarios mediante mecanismos de participación establecidos por instituciones nominalmente democráticas; vemos entonces como líderes políticos que erosionan el tejido social y atentan contra los derechos políticos y civiles de los ciudadanos, la independencia judicial, la libertad de prensa, la economía de mercado y otras instituciones democráticas, toman fuerza y representatividad. Estos personajes, no solo carecen de valores democráticos y, por tanto, de idoneidad para gestionar la naturaleza del sistema, sino que corrompen el funcionamiento de las instituciones al ponerlas al servicio de (las creencias y/o intereses) pocos.

Esta clase de líderes políticos, que defraudan la ciudadanía, a menudo utilizan la retórica populista, la manipulación emocional de las convicciones, la desinformación amañada de la realidad y el nacionalismo segregacionista para ganar apoyo político, popularidad y justificar acciones autoritarias y la concentración progresiva del poder político; al hacerlo, cercenan los principios que rigen la democracia y así debilitan la esencia del Estado Social de Derecho, que corre el peligro latente de convertirse en Dictadura.

Por la tendencia de crecimiento constante, innovación y desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, la desinformación representa un riesgo considerable para la democracia, especialmente en el contexto tecnológico del siglo XXI, ya que las redes sociales, demás plataformas en línea y ahora también la Inteligencia Artificial, se utilizan como armas políticas (y geopolíticas) por la multiplicidad de aplicaciones que se obtienen de los datos que generan los ciudadanos. Internet es el entorno propicio para la difusión de propaganda ideologizada, mentiras y noticias falsas y engañosas. La desinformación tiene la posibilidad de socavar la confianza en las instituciones democráticas, persuadir la inestabilidad social, transgredir la convivencia ciudadana y, en algunos casos, puede incluso afectar el resultado de las elecciones.

Otro riesgo que no podemos perder de vista, es el aumento de la desigualdad económica, cuando la desigualdad económica alcanza índices de miseria y monopolio se hace casi imposible que el erario recaude lo suficiente para redistribuir adecuadamente el gasto público (que depende de los impuestos de todos) para satisfacer las condiciones mínimas que garanticen la seguridad humana y la paz en el territorio. Cuando una pequeña élite económica controla la mayoría de recursos, puede surgir el sentimiento de alienación, desprotección estatal y desesperanza entre grupos desfavorecidos que conlleva a la polarización y al apoyo (casi irracional) de líderes populistas que prometen soluciones fáciles a problemas complejos, apelando al odio, la indignación y las frustraciones psicosociales. Estos líderes políticos tienden a destruir los principios republicanos que le dan estructura jurídica al poder político de las instituciones democráticas y concentrar más poder en manos de la élite gobernante en detrimento de la ciudadanía.

Para concluir, la democracia enfrenta muchos riesgos, aquí mencionamos algunos, desde la polarización y la abismal desigualdad económica hasta la desinformación y surgimiento de líderes autoritarios. Al respecto, confío en que podamos asumir el desafío de construir una cultura política democrática, que construya ciudadanía y abogue por educar ciudadanos inteligentes en el proceso de avanzar hacia el diseño y la implementación de ciudades inteligentes, donde la tecnología y la ciencia representan la bifurcación entre la utopía participativa de la democracia que permite la libertad política o la distopía de control y vigilancia en la que el sujeto se convierte en usuario de una clase política. Es pertinente llevar a la agenda pública el debate sobre la necesidad imperante de asumir medidas pedagógicas para la formación cívica y de seguridad jurídica y cibernética para la protección de una ciudadanía inminentemente digital, que se deben promover, proponer e implementar para fortalecer las instituciones democráticas – libertad, seguridad, justicia y desarrollo sostenible –. La participación, cuando es cada vez más amplia, permite la consolidación de los derechos civiles y políticos de más personas, la convivencia armónica de los diversos actores que garantizan el bienestar de la comunidad y la conquista racional de la ciudadanía en cada individuo.


Nota para el lector AP: La última edición de este artículo se hace en la noche del 1 de abril de 2023, minutos después de que el presidente de la hermana República del Ecuador, Guillermo Lasso, decretara el libre porte de armas por parte de civiles, acompañado del Estado de Excepción en ciertas regiones del país; esto en un contexto de alta inseguridad, inestabilidad política y amenaza a la legitimidad democrática de las instituciones. Así las cosas, considero que la facultad de portar armas por parte de civiles solo es justificable cuando el Estado de Derecho reconoce la incapacidad de garantizar la seguridad y la soberanía democrática, ya que la máxima axiológica de este orden político es la libertad.

Es pertinente señalar que la Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de América permite al pueblo (ciudadanos estadunidenses) la libre posesión y porte de armas con el objetivo de garantizar un Estado Libre, donde las fuerzas públicas se encuentren materialmente controladas. La regulación de esta libertad de poseer y portar armas de fuego se posiciona como una de las más laxas del mundo y reafirma el carácter cívico y político que adquiere el individuo frente al Estado en la primera (y más importante) democracia de la historia moderna.


Todas las columnas de la autora en este enlace: https://alponiente.com/author/mchala/

María Camila Chala Mena

Poeta. Abogada con énfasis en Administración Pública y Educadora para la Convivencia Ciudadana, Especialista en Gerencia de Proyectos y Estudiante de Maestría en Ciudades Inteligentes y Sostenibles. Fundadora de Ágora: Laboratorio Político. "Lo personal es político".

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