Enemigo interno

Más temprano que tarde, en las manos de su presidente, está estallando esa bomba de tiempo que activó la izquierda para hacerse al poder. Alianza que se tejió entre humanistas, glaucos, comunes, alternativos y social demócratas terminó siendo la hecatombe del gobierno del cambio. ¡Clara realidad del proceder de los políticos!


Las malas compañías de su mandatario en campaña, y luego en el ejercicio del poder, más que una coalición de gobierno resultó siendo la asociación de incoherencias para resguardar lo indefendible. Sofisma de distracción que se constituyó alrededor de la paz total se desmorona ante las responsabilidades que ahora se endilgan a Gustavo Francisco Petro Urrego, y su núcleo de colaboradores cercanos. ¡Los hechos, y el tiempo, han demostrado que los temores, del grueso de la población, se hicieron realidad! A cuentagotas se va conociendo la podredumbre que acompañó el Pacto Histórico que entrelazaron los encantadores de serpientes, políticos que sin el menor sonrojo transitan de la derecha a la izquierda, oportunistas caudillos que prometen mucho en plaza pública, medios de comunicación y redes sociales, pero cuando son elegidos no hacen nada, y de todo culpan al pasado.

Equidad y simetría que se delinea entre el escándalo político que circunda el gobierno Petro Urrego y el proceso 8.000, tiene intranquilos a los colombianos que impotentes observan cómo queda al desnudo la burla a la nación, y el mismo pacto que se decía tener por el cambio. Silencio cómplice que guardan, las piezas claves de la recalcitrante ideología de la izquierda en Colombia, cobra relevancia en la narrativa de crisis que se desata con los hechos que salen a flote y dejan en posición incómoda a los actores del Pacto Histórico. Acercamiento, empatía y contacto, de los alfiles de su presidente, con un proceder non sancto ofusca a un país que se decepciona y aterra frente a las verdades a medias que sustentan el proceder de las fuerzas humanistas, glaucas, comunes, alternativas o social demócratas que desesperadamente buscan manipular el imaginario colectivo.

Las capas jóvenes de la población, los cabildos indígenas, los sindicatos, los “nadies”, y demás agentes de las clases vulnerables, que se utilizaron para salir a la calles e incendiar el país, comienzan a tomar distancia de un gobierno fallido que mucho prometió, pero distante está de desmarcarse y acabar con la impronta de corrupción, injusticia e impunidad. La democracia, defendida a ultranza por quienes creyeron en el triunfo limpio de la izquierda, quedó manchada con los temas espinosos, y las múltiples aristas, que acompañan a humanistas, glaucos, comunes, alternativos y social demócratas. Espiral de incongruencias, que han salido a la luz pública, demuestran que la indignidad se les hizo costumbre, la manipulación es la base de una diáspora de delirios de persecución que les impide vivir sabroso. Política oportunista de la izquierda, que quiere tapar la hoguera culpando a la derecha de su debacle, deja mal parado a su mandatario y a los colombianos con más incógnitas que certezas.

Más que la sombra que se esparce sobre nombres particulares, y filiaciones políticas enlodadas e implicadas en el galimatías de la izquierda, lo que exalta la inquietud de los colombianos son los cabos sueltos que quedan en el actuar de humanistas, glaucos, comunes, alternativos y social demócratas. Estigmatización que se consolida al vaivén del cálculo y marketing político de quienes son parte del problema, pero quieren posar de sensatos en la plaza pública, la prensa, la radio, la televisión y las plataformas sociales, denota la aversión que ya cosecha el gobierno del cambio que se eligió. Confuso resulta un pacto que se hunde, en un viaje de historias no contadas, de la mano de una casta política que ganó, en las urnas, corriendo las líneas éticas y cohonestando con acciones al margen de la ley. Trasgresión de la democracia para favorecer a malandrines, pagar favores y ahora, en momento de crisis, atacar a la Fiscalía, los medios, los periodistas, y todo aquel que no se alinee con el gobierno del cambio.

Iceberg que se desprendió, y arrastra las malquerencias de la izquierda, solo muestra la punta de un laberinto que tiene en su recorrido los pactos del hermano de su mandatario en la Picota, los nexos del hijo de su presidente con dineros de dudosa procedencia, y los coletazos que trae consigo las peleas internas de los propios integrantes del gobierno, y su campaña, que confiesan las indelicadezas cometidas. Nada sorpresivo resulta, para los colombianos, lo que ahora se conoce, pues no era un secreto el talante manipulador y mitómano de Gustavo Francisco Petro Urrego. La obsesión de poder que acompañaba al Sensei de los humanos llevó a naturalizar las alianzas con quienes se mueven a la perfección en el bajo mundo político, enemigos internos que piden dádivas, y retribución de los favores concedidos, o amenazan con disparos de fuego amigo que dan en el blanco y cosechan golpes magistrales.

El problema que ahora representa el gobierno del cambio, para el futuro de Colombia, tiende un mar de incertidumbre al escuchar las grabaciones de un líder político que se expresa y actúa como el cabecilla de una banda del crimen organizado, y no como el exfuncionario público que es. Prueba de que todo puede ser peor está fundamentado en la memoria cortoplacista de los colombianos y la testaruda obstinación por desconocer el pasado que acompaña a quien ostenta el poder, aquel que ganó en democracia lo que nunca consiguió con las armas y la rebeldía guerrillera. Personaje que se revistió como héroe para captar la atención de incautos, encarnó una propuesta de cambio y reivindicación de deudas ancestrales que engañó al constituyente primario, e hizo creer que los acertados señalamientos de la derecha eran infundados esgrimiendo que todo lo que lo acompañaba era legítimo.

Tiempos difíciles, como los que atraviesa Colombia, llaman a pedir actos de valentía y gallardía, anteponer los principios y dignidad del ciudadano a los intereses políticos y de bolsillo que tienen hambrientos personajes que se tildan de humanistas, glaucos, comunes, alternativos o social demócratas. Ideología de confrontación, desde el delirio de persecución, solo atiza la polarización y carencia de imparcialidad y objetividad del colectivo popular. Las cadenas de “fake news” en las redes sociales y las plataformas de comunicación interpersonal, como WhatsApp, no son el camino para reconquistar la popularidad perdida y tratar de esbozar la imagen de estadista que su mandatario tiene en franca decadencia. La coyuntura, que atraviesa el entramado político y social colombiano, poco y nada aporta para la construcción de una transformación bajo una económica en fase de contracción, inestabilidad propia del desconcierto que trajo consigo el nombre de Gustavo Francisco Petro Urrego en ejercicio del poder.

Cuestionable convergencia de intereses que congregó a humanos, glaucos, comunes, alternativos y social demócratas son el fiel reflejo de las formas de hacer política en Colombia. Cofradía de egos de caudillos, con verdades absolutas, que es sinónimo de descomposición y perversión. Disconformidad en los principios que sustenta la dualidad parlamentaria que pide los votos de un extremo, para luego gobernar con el otro. La coyuntura del momento excita una cruda verdad y encumbra en la nación un nuevo proceso 8.000, escenario en el que ya hay fieles representantes de Santiago Medina, Fernando Botero, la monita retrechera y demás personajes del célebre episodio de la política colombiana de un gobierno en estado terminal. Refugio mitómano en el que se resguarda su presidente difícilmente resistirá a una masa popular que ya cuestiona los incumplimientos, confronta sus creencias y reconoce el desacertado actuar de sus caudillos. Desastre político que ahora se vive, con la pataleta de un enemigo interno, difícilmente lo resistirá el país hasta 2026.


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Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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