Faltan 7 semanas para el evento de participación, quizá, de mayor relevancia para la estabilidad de la Nación, las alarmas de fraude durante los comicios al congreso ahondaron las narrativas de la polarización que se fortalecen en medio de campañas debilitadas programáticamente pero que se disparan como favoritas entre los electores debido a la asonada mediática que suscitan a partir del odio.
La Nación como concepto que implica identidad cultural, sentido de pertenencia y, entre otras, una visión conjunta de seres humanos que comparten una historia, que se encuentran unidos por las dinámicas del territorio, tanto políticas como socioeconómicas; hoy atraviesa una crisis que detona en la baja confianza de la ciudadanía con respecto al gobierno y de la poca expectativa de cambios en la gestión pública que resulten positivos.
Actualmente las redes sociales proliferadas de influencers, páginas propaganda y los medios tradicionales que a ellas se trasladan, juegan un papel fundamental en la comunicación política alrededor del mundo globalizado y pos pandémico, al punto de influir no solo en las decisiones de la opinión pública, sino también en la especulación del mercado bursátil; haciendo cada vez más evidente su capacidad de afectar la democracia y la forma en que la estamos entendiendo.
La encuesta realizada por CNC (Centro de Consultoría Nacional) para la revista Semana y los sondeos de las firmas Guarumo y EcoAnalítica para el diario El Tiempo; sitúan al candidato de extrema izquierda Gustavo Petro y al candidato paisa de la derecha Fico Gutiérrez como los dos contundentes ganadores, con números que indiscutiblemente los llevarían a una segunda vuelta pero sin que ninguno de éstos esté en posibilidad de ganar en primera.
La contienda que atraviesa el país de cara a la elección del sucesor o sucesora en la Casa de Nariño, liderada por contenidos sesgados de internet con margen de rating, pretende dejar de lado una gama de voces propositivas sacándoles del debate, desconociendo tendenciosamente el reto fundamental del Presidente de la República estipulado en el artículo 198 de la Constitución Política de Colombia: símbolo de unidad nacional.
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