Encuentros cercanos con las EGC

Jorge Diego Mejía Cortés

No, no es un error de redacción, las anteriormente denominadas AGC (Autodefensas Gaitanistas de Colombia) ahora se hacen llamar EGC (Ejército Gaitanista de Colombia) y según las palabras del comandante Jonathan, alias “el poli” (Líder político y comunitario) el cambio se debe a dos factores, en primer lugar, el rotulo de “Autodefensas” los estigmatizaba como grupo al margen de la ley, y, lo que ellos como organización buscan es un reconocimiento político por parte del gobierno; en segundo lugar ya no son simples autodefensas sino un “ejercito” con mas de 5.000 combatientes…

Justo un día después de la conmemoración del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, en medio de un sol canicular y después de la celebración de la eucaristía en el colegio rural, llegaron un grupo de ocho soldados, con camuflado nuevo, verde oliva pixelado, equipo de montaña y armas de última generación, apenas diferenciables de la fuerza pública por un colorido brazalete (verde claro) donde podía leerse: “Frente Edwin Román Velásquez Valle, Brigada Dos” se instalaron justo al lado de la escuela en una vieja casa de tapia y traían consigo el cadáver de un gran cerdo rosado raza Yorkshire.

Después de una tensa y larga espera nos hicieron pasar al aula de básica primaria y una vez congregados nos advierten que debemos apagar todos los celulares para que no suceda como en alguna ocasión, que grabaron el audio y lo enviaron a la fiscalía. “No es proselitismo armado” advierte Jonathan (vestido de civil) quien toma la vocería, con un marcado acento costeño. Advierte que son amigos y que están allí para proteger a la comunidad de los “enemigos” de quien quiera hacerle daño a la comunidad. Luego comienza a escribir en una pizarra verde, con una tiza blanca las prohibiciones de las que será notificada la comunidad.

“Los convites son de carácter obligatorio, quien no asista deberá pagar un valor de 50 mil pesos, es decir, lo que vale el jornal”[1] Para el lector citadino y poco docto en los asuntos del campo, un convite es una convocatoria comunitaria que realiza una vereda, corregimiento o grupo de veredas con el ánimo de realizar una mejora o una obra de interés común, como el arreglo de una carretera, la remoción de un derrumbe o la apertura de un camino. “Los hombres mayores de sesenta años no están obligados a asistir a los convites” ̶ afirma. Y, los jóvenes, mayores de catorce años deben afiliarse a la Junta de Acción Comunal y participar de ella” “Quién no pague el equivalente al jornal, será multado con una suma entre 2 y 3 millones de pesos”

Luego, (continúan las prohibiciones), no se permite arrojar basuras a los ríos ni a los caminos, la tala está prohibida (la caza no) y sobre todo, está prohibida la quema descontrolada con fines agrícolas, esta será sancionada con tres millones de pesos, además, se deberá indemnizar económicamente a los propietarios de los predios aledaños afectados. Interviene a continuación “El Samario” un comandante vestido con camuflado y sombrero de campaña: “se prohíbe el robo, la violación, el consumo de drogas ilícitas, las llamadas extorsivas, el chisme, el maltrato animal, la violencia intrafamiliar” estas conductas serán sometidas a juzgamiento y probablemente, la muerte o en el mejor de los casos, el destierro.

Las AGC nacen del rompecabezas de la guerra y se han afianzado estratégicamente en el territorio, llenando los vacíos de poder que dejaron las Farc-Ep y que el gobierno fue incapaz de cooptar, las nuevas EGC son el producto de la fusión de múltiples fuerzas que han recibido diversos nombres y razones sociales, Clan del Golfo, Los Urabeños, las Autodefensas Unidas de Colombia entre otros. Dicen reivindicar las ideas del “Caudillo del pueblo”, hablan con júbilo de su inmolado prócer y se ufanan del control territorial logrado en los últimos años, dicen tener amigos e infiltrados en todas las estructuras y escaños en el poder, pero afirman también desconfiar profundamente del Estado, al que califican de mentiroso y corrupto.

Una vez terminada la reunión, El Samario cuenta que él perteneció a los “Héroes del Tuvalá” que el gobierno de turno los engañó con la desmovilización, que les “han dado duro a la guerrilla” sobre todo por los lados de Briceño, “allá nos tumbaron uno y nosotros les tumbamos cinco” (dice) con el caer de la tarde se va desvaneciendo el perfil del militante y va apareciendo el ser humano, el campesino, el mercenario que ha pertenecido a varios bandos y sobre todo, el niño atrapado en un camuflado que se lamenta al ver la escuela, que buscan cuentos que leer y que recuerdan su dura infancia, las materias que preferían, las enseñanzas de sus maestros. “yo era bueno para las matemáticas, ocupé el segundo puesto” afirma uno de ellos, “a los trece años me echaron de la casa y me gustaba la plata, terminé aquí” afirma otro.

Al caer la noche, la tropa se relaja, llegan nuevos combatientes, el número sube a quince o veinte, algunos muy jóvenes y lánguidos, ocupan, (los antiguos y los recién llegados), como si fuesen viejos artefactos de guerra, las esquinas del corregimiento, observan a los muchachos jugar al fútbol y observan a las muchachas. Algunos fuman, otros toman cerveza, unos pocos se ocupan de sus celulares. El marrano tasajeado comienza a ser repartido por las casas y se levanta un olor a carne aliñada poco usual por estas latitudes. Cae la noche, croan las ranas, se encienden las luces del vetusto alumbrado público y suenas los corridos prohibidos.


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[1] Día de trabajo en el campo.

 

Jorge Diego Mejía Cortés

Coordinador de la Tertulia Literaria U de A. Docente Normalista. Politólogo Universidad de Antioquia.

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