En la ciudad donde ser independiente no significa ser alternativo

No existe en Medellín un verdadero debate sobre las cuestiones fundamentales de nuestro modelo de ciudad, convirtiendo a las próximas elecciones en una ruleta para elegir expresiones matizadas de un mismo futuro: una ciudad dependiente del sector servicio de baja complejidad que sigue excluyendo a gran parte de su población del desarrollo económico y social y que perpetua un modelo de seguridad basado en la militarización de la sociedad.

La gestión del actual alcalde Federico Gutiérrez fue, desde cualquier perspectiva seria, una burla a sus votantes. Elegido con una plataforma maquillada como ‘independiente’ y ‘renovadora’, gobernó con la misma maquinaria burocrática de sus antecesores y manejó las secretarías de la ciudad como la caja menor para pagar los favores políticos a expensas del interés de los medellinenses.

Más allá de esto, ‘Fico’ enfocó la mayoría de sus esfuerzos en una visión militarista y populista de la seguridad, excluyendo perspectivas integrales de combate al crimen, analizando los resultados desde los índices de percepción y teniendo resultados completamente adversos: la cifra de homicidios aumentó en todos los años de su gobierno y se descubrió que su secretario de seguridad negociaba bajo cuerda con los criminales. Además redujo, en varios años, el presupuesto de secretarías claves como la de cultura y la de mujeres.

También fracasaron, si es que existieron, las estrategias para combatir la ya normalizada crisis medio ambiental de la ciudad y el manejo de la crisis de EPM e Hidroituango, permitiendo que los principales responsables del detrimento patrimonial de la ciudad pasaran ‘de agache’.

Todo esto sin mencionar su gobierno basado en el marketing y la comunicación pública más que en las estrategias concretas para solucionar las principales.

Pero lo más grave no es el saldo negativo que deja Federico, sino que precisamente no se haya dado un verdadero debate dentro del Concejo de Medellín – quienes son los encargados del control político directo-, y en la ciudadanía – encargada del control político indirecto -, sobre cuál es el rumbo que lleva nuestra ciudad. El Plan de Desarrollo establecido en 2016, que contiene toda la visión militarista de Federico, fue aprobado por 20 de 21 concejales – a excepción de Luz María Múnera del Polo – sin mayores objeciones y con la complicidad de concejales supuestamente alternativos como Jaime Cuartas (Partido Verde), Daniela Maturana (Creemos) y Daniel Carvalho (Creemos).

Tampoco existió control político al alcalde en circunstancias de crisis como la emergencia ambiental, el aumento de los homicidios y la corrupción en EPM, a excepción, nuevamente, de las voces solitarias de Luz María Múnera y Maria Paulina Aguinaga.

Todos los caminos conducen al Grupo Empresarial Antioqueño (GEA)

El conglomerado de las principales empresas de la ciudad controla a cabalidad no solo el escenario político, sino también la forma en que la ciudad (e instituciones públicas como EPM) gestionan sus recursos. El GEA provee aproximadamente el 50% de todos los aportes privados a las campañas a la alcaldía de Medellín, eso sí, sin discriminar por color político, porque saben que al final la mayoría de las élites conservadoras, liberales y fajardistas de la ciudad están interconectadas en términos de la burocracia que utilizan para gobernar. En general, los mismos gerentes, asesores y secretarios han hecho parte de las últimas 4 administraciones.

Por supuesto esa financiación no es gratuita, sino que está supeditada a un amplio control de las decisiones políticas de la ciudad. Al consultar a diferentes concejales sobre por qué no se establecía la prohibición de vehículos pesados en la primera crisis medio ambiental que tuvo la ciudad hace tres años, todos coincidieron en que era imposible enfrentarse al interés de las empresas de la ciudad, quienes verían un aumento significativo en sus costos de transporte en caso de ser implementa la medida. Daniel Carvalho convocó varias sesiones para discutir sobre las soluciones a la crisis medioambiental, pero nunca se discutieron ni implementaron las soluciones urgentes que necesita la ciudad como la prohibición de vehículos pesados en nuestra ciudad en el horario diurno.

Pero probablemente el hecho que comprueba la desafortunada cooptación del aparato burocrático y de los diferentes sectores políticos de nuestra ciudad por parte del GEA es la crisis de Hidroituango, donde hubo un claro caso de puerta giratoria y conflicto de intereses entre la constructora Integral (parte del GEA), la gobernación de Antioquia, dirigida en su momento por Sergio Fajardo, y EPM. De nuevo, las concejalas Luz María Múnera y Maria Paulina Aguinaga estuvieron solas en sus denuncias de presunta corrupción dentro de la ‘gallina de los huevos de oro’ de nuestra ciudad.

 

Gran parte de los medellinenses quedan relegados a la categoría de víctimas del desarrollo

Más allá del mito de ‘la ciudad más innovadora’ y ‘el centro latinoamericano para la cuarta revolución industrial’, la transformación de Medellín en una ciudad de servicios ha tenido resultados como menos ‘mediocres’: 43% de los trabajadores de la ciudad son informales y el desempleo supera al promedio nacional llegando a casi el 13%. Además, la mitad de sus habitantes no accede a las 3 comidas diarias necesarias para una nutrición adecuada.

Miles de personas han sido también víctimas del desplazamiento forzado intraurbano ocasionado por los diferentes proyectos de infraestructura de nuestra ciudad, en los cuales las comunidades locales han estado excluidas de la toma de decisiones referente al futuro de los territorios que habitan y recibiendo compensaciones insuficientes.

Las voces de estos ciudadanos son ignoradas por la dirigencia política que concibe a nuestra ciudad como la maqueta que pueden ‘organizar’ a su antojo desde sus oficinas de la Alpujarra, Laureles y el Poblado. A esto se le suma una cultura patriarcal que promueve la elección de ‘mesías’ y no la participación activa de la sociedad en los asuntos públicos, herencia también de los muchos años de violencia política que ha azotado a nuestra región.

En esta elección vemos, de nuevo, como candidatos a la alcaldía como Juan David Valderrama, Santiago Gómez o Juan Carlos Vélez quieren venderse como independientes, de la misma manera que lo hace gran parte de la lista al concejo verde y de Todos Juntos, cuando han hecho parte de los proyectos políticos de anteriores administraciones y gobernarán obedeciendo a los mismos intereses que sus antecesores.

‘Cambiar todo para que todo siga igual’ o ‘hacer lo mismo para encontrar un resultado diferente’, son las paradojas que reflejan la falta de debate democrático y serio sobre el futuro de nuestra ciudad. El futuro ya está decidido, lo que estamos eligiendo es quién lo administra.