Hay consuelo en la imperfección de la obra, la hace más humana y cercana.
Márquez empezaba a sentir la memoria nebulosa en la escritura del libro.
“En agosto nos vemos” es la obra póstuma de García Márquez, cuando en el 99, al leer públicamente el primer capítulo, dejó claro que la obra no servía. Entonces decidió no publicar el manuscrito porque creía que estaba en desorden y no tenía la calidad requerida. Pero sus hijos deciden publicarla.
“Cuando leímos las versiones nos dimos cuenta de que el libro estaba mucho mejor de lo que recordábamos, entonces empezamos a sospechar que al igual que Gabo perdió la capacidad para escribir, también perdió la capacidad para leer” y por lo tanto “la capacidad para juzgar”, dijo Gonzalo García.
Esto me genera un sabor agridulce en la boca del estómago porque el autor no pudo defenderse.
En fin, la novela, que es corta, narra la historia de Ana Magdalena Bach, una mujer que regresa a una isla en el Caribe donde reposan las cenizas de su madre. En este viaje introspectivo, Ana teje su historia a partir de los retazos de su memoria. Lo inquietante es que Ana ―el personaje― se sumerge en un viaje emocional y explora sus deseos, temores y la complejidad de sus relaciones personales; cuando su creador ―Márquez― empezaba a sentir la memoria nebulosa en la escritura del libro.
Lo anterior ―aunque la narrativa está hábilmente hilada― permite ver incoherencias que, aunque imperceptibles para algunos, resultan censurables para el perfeccionismo de Márquez en sus días de gloria. Por ejemplo, la edad de Ana: se menciona que Ana cumplirá cincuenta años el 25 de noviembre y que esta edad es la que más teme, lo que sugiere que está cerca de cumplirlos; sin embargo, también se indica que su madre murió a una edad no muy lejana a la de Ana cuando esta tenía 50 años, lo cual no concuerda si Ana aún no ha alcanzado esa edad. La reacción de Ana en el cementerio: ante las flores podridas en la tumba de su madre, su pregunta sin malicia al celador no refleja la gravedad y lo revelador del hecho. El elemento vampírico: es sugerente, pero se diluye en el trasfondo de la historia. El personaje de Ana no acude a su formación profesional: se dice que es docente, pero la ausencia de recuerdos en la escuela deja un vacío en el personaje. La relación conflictiva con su hija: apenas se esboza y cuando promete un mayor desarrollo, se desvanece sin dejar huella.
Sin embargo, pese a estas inconsistencias, encuentro consuelo en la imperfección de la obra, que la hace más humana y cercana. En esta imperfección, se vislumbra a un Márquez que lucha contra el olvido de sí mismo. Por lo tanto, más allá de las críticas infundadas por un sinfín de opiniones de personas que no han leído la novela, reconozco que la historia emociona, excita y no suelta. Nada más por esto, es un regalo para los que admiramos al autor. Porque sólo aquellos que se aventuran en el arte de la escritura comprenden la angustia y el dolor que resulta escribir una buena página de ficción. Sobre todo, que emocione.
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