Email a Misión Ciencias Humanas, UNAL

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Muy respetadxs colegas

Tuve ocasión de seguir en diferido el pasado jueves la transmisión de la presentación de Misión Ciencias Humanas, que ustedes lideran.

Solo puedo expresar mi reconocimiento al esfuerzo colectivo realizado de asociar, agrupar y dar un énfasis más preciso a la labor que por años y décadas muchos profesores, estudiantes y académicos hemos venido haciendo desde nuestras instituciones universitarias (hay otras claro está) para tratar de mantener la pasión por el pensamiento filosófico, el amor a la literatura, el interés y praxis en las investigaciones sociales y humanas sin las que no podríamos hablar de universidad, de nación.

Estos esfuerzos asociativos se hacen decisivos en un momento crucial para la discusión sobre una nueva ley general de educación superior en el país.

No debe subestimarse la crisis desatada por la auto-denominación del profesor José Ismael Peña en la rectoría de la Universidad Nacional, acto leguleyo que mina aun más la desconfianza de la opinión pública contra la universidad pública, tan exacerbada de odios y pasiones aberrados, envenenada contra las posibilidades de refundar una Colombia nueva. Así sumamos a los reiterados estigmas que se han acrecentado en el curso de décadas (quizá quien más sembró esa desconfianza fue Carlos Lleras Restrepo como presidente de la República al tildar públicamente una y otra vez  a las universidades públicas de nido de comunistas y guerrilleros) y que hoy solo ofrecemos una grotesca pugna por aferrarse a los hilos de una administración universitaria que han rendido bastante y mal adquiridos recursos a unos pocos en un hilo de rectores sobre los que pesa una gran antipatía y enemistades (Wasserman, Mantilla y la rectora saliente Dolly Montoya).

Este cúmulo de rencillas inter-profesorales, que se pueden ver en los correos de la UNAL (soy profesor en Medellín desde hace casi veinte años), ensombrecen la discusión en el interior de la Universidad y crean la sensación pública de que esos capuchos de cuello blanco obran en la oscuridad como el Guasón de la ciudad gótica.

Difícil (pero por ello más necesario) es así anteponer a estos escándalos groseros una Misión de Ciencias Humanas. Las intervenciones de lxs profesores Alejandra Jaramillo, Carlos Páramo, José Eduardo Lozano, y los funcionarios del gobierno y parlamentarixs María Camila Díaz, Paulo Molina, Marta Alfonso Jurado, Carlos Alberto Benavides, Jennifer Pedraza conforman en su conjunto un estimulante y un estimable punto de partida a una discusión que precisa revalidarse con múltiples voces más, procedentes de otras comunidades sociales, grupos marginales y también de sectores de la oposición abierta al gobierno del presidente Petro.

El debate que subyace a estas iniciativa, Misión Ciencias Humanas, es el debate por la nación futura y esta se funda en la conciencia histórica de esa ruptura. Pero esa ruptura con el presente (agobiado por las inconsecuencias de la Ley 100 de 1992 de Educación Superior) precisa de una exigencia elemental, que expresó el profesor Rafael Gutiérrez Girardot en la misma Universidad Nacional, hace varias décadas: «Una ruptura que no reconoce aquello con lo que rompe, que no tiene apoyo en el pasado y que no ha creado su apoyo en el futuro, conduce a la regresión y a la anarquía.”

Debo hacer mención entonces, en primer lugar a la intervención del parlamentario Benavides, al haber recordado tres momentos determinantes en la marcha de continuidades y discontinuidades intelectuales que caracterizan nuestra tradición colombiana. Benavides señaló el momento fundacional de la Universidad Nacional, hace 175, siendo su primer rector Manuel Ancízar, quien se había puesto a la cabeza, con Agustín Codazzi, de la Comisión Coreográfica, que a la vez, era la ocasión de dar nuevamente vida a la Expedición Botánica de Mutis y Caldas, empresa que se abortó con las luchas de Independencia, y cuyos materiales (los que quedan de ellos) fueron saqueados y enviados a España por Pablo Morillo y Enrile en 1816.  Los otros dos momentos aludidos, fueron los de la Reforma de Córdoba y el nombre de Vasconcelos y la tercera las luchas estudiantiles de los setenta y la MANE, que se atan al Estallido social de 2022.

Así que la Universidad Nacional es hija de ese trauma de la primera nacionalidad republicana, que se anegó en  la sangre patriótica, y cuya derrota, como lo vislumbra Simón Bolívar tempranamente en el Manifiesto de Cartagena (15 de diciembre 1812), tiene lugar por las disensiones y discordias entre las facciones centralista y federalistas de los criollos. De modo pues que la fundación de la Universidad Nacional (1867) también nos lleva al aborto de ese experimento (el sitio de Cartagena es un lugar común de la historiografía), que va a caracterizarse no solo con la renuncia de Ancízar a la rectoría (ante la insistencia de un grupo de radicales de imponer unilateral la doctrina de Bentham), sino años después por la orientación confesional, ultra-católica, de Miguel Antonio Caro, bajo el régimen semi-teocrático de la Regeneración.

Recordar a Ancízar es recordar ese momento fundacional, la esperanza de integrar la nación en torno a una universidad al servicio de las regiones. Esas regiones, con sus costumbres diversas, con su abandono (con su empatía por las mujeres sencillas y los maltratados reductos indígenas), que retrata con una belleza estética en «Peregrinación de un Alpha», que no solo anticipa sino que posibilita la prosa románica de «María» de Jorge Isaacs. Detrás de todo ello no está solo el círculo de El Mosaico de Vergara y Vergara, sino el mismo Caldas, quien, con «Estado de la Geografía de la Nueva Granada» (1808), retrata por vez primer o mejor dibuja con acentos científico/literarios,  la Colombia presentida en el ideal y deseada por los criollos en rebeldía (su primer deber amar y conocer palmo a palmo la patria en que nacieron).

Obligadamente me detengo aquí para evitar hacer de un mensaje email de reconocimiento de la labor que emprender un tratado enciclopédico. Me detengo aquí para despedirme no sin preguntarme (la pregunta a este altura es ociosa) si Peña y el equipo rectoral que hoy usurpa la primera rectoría del país no solo son conscientes del inmenso deterioro de la imagen de la UNAL, de cara al debate sobre la ley nacional de educación superior, sino si entre ellos sobrevive y nos potencian ese imaginario de nación posible y plausible para el siglo XXI o simplemente nos van a regalar un rosario interminable de escándalos tras escándalos. La pregunta, ustedes dirán es innecesaria: contamos de ante mano con los segundos que como una Torre de Babel subirá a los cielos de los infortunios y ensombrecerán esta segunda oportunidad en la querida tierra colombiana. No saben ustedes el inmenso deterioro patrimonial en contestar tantas demandas y querellas. Tanta pólvora en gallinazo.

Al paso para ir saliendo del pantanal del affaire Peña. Un fraude a la nación.

Habrá próximas misivas…


Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Guillermo Gómez García

[1] Profesor Universidad de Antioquia y Universidad Nacional(sede Medellín)

Juan Guillermo Gómez García

Abogado de la Universidad Externado de Colombia. Doctor en filosofía de la Universidad de Bielefeld, Alemania. Profesor UN y UdeA.

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