Elegir enemigos

“Visto lo visto, Abad tratará de convertirse en la nueva cara del anticorreísmo para 2025, lo que significa acercarse a quienes hoy fungen como oposición al gobierno del que ella todavía forma parte”.


Los primeros días del gobierno de Daniel Noboa han sido convulsos. Primero, el nuevo presidente logró el acuerdo de gobernabilidad que Lasso desechó hace dos años —por el berrinche de algunos “tuiteros democráticos”—, antes incluso de ser posesionado. Producto de esto, los anticorreístas que celebraron la victoria de Noboa sobre Luisa González con más entusiasmo que nadie, se han convertido en su oposición más férrea, llegando algunos incluso a pronosticar que “vamos a extrañar a Lasso” (sic). A esto hay que sumarle que el primer gran desacuerdo político de este período no se ha producido entre el Ejecutivo y la Asamblea, como cabría esperarse, sino entre el presidente y su vicepresidenta.

Empecemos por lo aparentemente bueno. El acuerdo entre ADN, el PSC y la Revolución Ciudadana le garantiza de partida a este gobierno una estabilidad de la que careció el anterior. Noboa dio un paso importante al alejarse de la política de Lasso de gobernar para los antis en detrimento del bienestar general de los ecuatorianos. No obstante, los acuerdos en democracia reclaman transparencia, y aún son muchas las dudas sobre la agenda que se han marcado el gobierno y sus aliados. Parece que sólo iremos conociendo la hoja de ruta conforme el pleno de la Asamblea sea llamado a votar.

De lo que sí tenemos certeza es de que el correísmo está empeñado en recuperar el control de la justicia y destituir a la fiscal general del Estado, objetivos que Noboa, en principio, parece no compartir.

¿Sobrevivirá, entonces, el acuerdo a la terquedad de los correístas? Sabemos que su deseo de impunidad es grande y que la inteligencia estratégica del correísmo se ve muy mermada cuando no controla el gobierno, por lo que no es ni mucho menos seguro que el acuerdo sobreviva a una discrepancia alrededor del juicio político a la fiscal. Noboa quiere gobernabilidad, pero seguramente no a cualquier costo, más aún si aspira a reelegirse en 2025.

Del lado de los antis en la Asamblea sólo existe una certeza: su irrestricto compromiso con la persecución a los miembros y votantes de la Revolución Ciudadana. Fuera de eso, nada sabemos sobre la agenda legislativa de “Construye” y “Gente Buena”, hoy enemistados entre sí.

Si Noboa logra mantener unida su coalición, las bancadas antis no tendrían por qué ser una preocupación para el gobierno. El problema es que la presencia de los antis es fuerte en ciertos medios de comunicación, por lo que los cuestionamientos al gobierno —gratuitos, en buena medida— serán permanentes.

Y aquí cobra relevancia el tercer gran acontecimiento de estos primeros días del nuevo gobierno; la ruptura Noboa-Abad. Ya durante la campaña electoral se hizo evidente el abismo político existente entre los integrantes del binomio ganador. No es difícil llegar a la conclusión de que no fue Noboa quien eligió a su vicepresidenta, lo cual, en sus cálculos iniciales, no representaba un problema mayor, pues su objetivo era 2025. Sin embargo, para bien o para mal, las circunstancias lo convirtieron en el favorito del electorado y, con ello, lo obligaron a compartir el poder con Abad.

Es verdad que Noboa le ha dispensado un trato público poco elegante a su vicepresidenta, aunque decir que la envió a una zona de guerra es absurdo, pues Tel Aviv —ajena a los bombardeos que sufren los habitantes de la Franja de Gaza— es, incluso hoy, mucho más segura que cualquier ciudad ecuatoriana.

Naturalmente, encomendarle a tu vicepresidenta como única función buscar la paz al otro lado del mundo transmite un pésimo mensaje. Nos ratifica en la sospecha de que no fue él quien escogió a Abad como su binomio, entre otras cosas porque no creía que esta fuera su elección. La cuencana era tolerable porque Noboa no se veía en Carondelet a su lado. En 2025, con suficiente capital político acumulado –habrá pensado Noboa–, la elección de su compañera de fórmula sería exclusivamente suya. Era difícil, pues que, habiéndose candidatizado por un movimiento de alquiler, tuviera a su alrededor a gente de su entera confianza o, por lo menos, compatible ideológicamente.

Y esto que debe criticársele a Noboa como político, aplica igualmente a Abad. Ninguno supo reconocer que la conformación de un binomio debe responder a procesos orgánicos de verdaderos partidos políticos y no a pactos privados entre gerentes de movimientos de alquiler. Ambos usaron su candidatura para posicionarse públicamente de cara al futuro. Para ella, Noboa es un medio; para él, Abad es un lastre.

La agenda ultraconservadora y reaccionaria de Abad entró siempre en conflicto con el tono que Noboa procuró imprimirle a su candidatura y, hoy, a su presidencia. Abad jamás fue un complemento de Noboa, sino una activista de extrema derecha deseosa de acceder al ojo público.

Ahora, Abad ataca a Noboa mientras acepta su “destierro” a Israel. Torpemente, trata de posicionar el relato de que es una damnificada del acuerdo de Noboa con correístas y socialcristianos, aunque ella misma ha afirmado que la última vez que habló con Noboa fue tras acceder al balotaje, varias semanas antes de que el acuerdo fuera alcanzado.

Siendo que fue ella, en primer lugar, la que decidió hacer una campaña electoral completamente ajena y diametralmente opuesta a la de Noboa por perseguir sus objetivos políticos particulares, lo más digno habría sido que renuncie a su cargo de vicepresidenta tras el impass con el presidente. Sobre todo, ahora que parece haber decidido convertirse en la principal opositora al gobierno.

Visto lo visto, Abad tratará de convertirse en la nueva cara del anticorreísmo para 2025, lo que significa acercarse a quienes hoy fungen como oposición al gobierno del que ella todavía forma parte.

***

Menos de dos semanas tras el inicio del nuevo gobierno, los principales actores políticos han elegido ya a sus enemigos para el próximo año y medio. Esta enrevesada trama de disputas y alianzas nos ofrece pocas certezas de cara al futuro inmediato del país, salvo el hecho de que ni la inseguridad, ni el malestar económico han sido elegidos como enemigos por nadie todavía.

 

Juan Sebastián Vera

Sociólogo por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Estudiante de Política Comparada en FLACSO, Ecuador.

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