“Vivir en Colombia es muy asustador”
(Natalia Paris, Modelo)
Este año se cumplen 80 de la publicación de la obra Capitalismo, socialismo y democracia donde Schumpeter hace la sombría y paradójica profecía según la cual el capitalismo, a pesar de sus extraordinarios logros económicos, está condenado a desaparecer; mientras que el socialismo, a pesar de no poder cumplir sus promesas de bienestar, está destinado a triunfar.
Una rápida mirada a lo ocurrido en el mundo en los últimos 40 años sugiere que la profecía del economista austríaco resultó fallida. Veamos algunos hechos:
- El vigoroso resurgimiento del liberalismo económico con Margaret Thatcher y Ronald Reagan frenó en seco la marcha a la estatización de las economías de Europa Occidental y revirtió el proceso, dejando en todos los países fuertes movimientos liberales opuestos al socialismo y la socialdemocracia.
- Los países de Europa Oriental y los países europeos de la antigua Unión Soviética abrazaron entusiastas la causa de la libertad económica y progresan vigorosamente. Sus éxitos económicos y el recuerdo de la amarga experiencia totalitaria seguramente los mantendrán mucho tiempo alejados del espejismo socialista.
- Las dos antiguas potencias socialistas – Rusia y China – experimentan con sus modelos de capitalismo autoritario en el que se combinan libertad de mercado vigilada, corrupción legalizada y nuevas variantes del despotismo oriental.
- El socialismo tradicional de control del aparato productivo y régimen totalitario de partido comunista único solo sobrevive en Corea del Norte y Cuba. Laos y Vietnam combinan dictaduras comunistas con economías de libre mercado vigilado.
- En África, donde, en los años cincuenta y sesenta, numerosos países abrazaron el llamado “socialismo africano” o el socialismo marxista-leninista puro y duro, después de muchos experimentos fracasados, no queda uno solo que se proclame o pretenda socialista.
Todo parece indicar que es América Latina la única región del mundo donde la profecía schumpeteriana se está cumpliendo ante nuestros ojos. En todo el Continente la gente está votando masivamente por los pregoneros de un sistema económico fracasado. En Colombia, el voto de izquierda pasó de 1,2%, en las elecciones de 1982, a 25,1%, en 2018.
Dejando de lado el aspecto profético, lo que señala Schumpeter es la existencia de una tensión permanente entre los resultados de la economía de mercado – que funciona a pesar de que la mayoría no entienda cómo lo hace – y los cantos de sirena del discurso socialista que suenan bien a los oídos de millones de personas, a pesar de los recurrentes fracasos de su aplicación. A mi modo de ver, esa tensión subsiste en razón de cinco causas generales que tienen, claro está, manifestaciones específicas en diferentes lugares.
- La paradoja del crecimiento económico. Teóricos del desarrollo – Arthur Lewis, W.W Rostow, etc. – han señado el siguiente fenómeno: en una economía en expansión, las expectativas de bienestar crecen más rápidamente que la capacidad de satisfacerlas, razón por la cual, en muchas personas, surge un sentimiento de envidia y frustración frente a la condición de aquellos que aprovechan mejor las oportunidades del mercado. Esto tiene un gran impacto sobre la situación política pues esos sentimientos son el caldo de cultivo del discurso del demagogo. El periodo de la gran expansión de la izquierda es también un período de gran crecimiento económico y de sustanciales mejoras en la condición de la gente: el PIB per cápita se duplica, la pobreza se reduce sustancialmente y se masifica el acceso a la educación, la salud y a los servicios públicos domiciliarios.
- Los riesgos de la democracia. La democracia, en especial la de sufragio universal, es un sistema extremadamente riesgoso porque la gente poco ilustrada puede ser fácilmente seducida por las fantasías de los demagogos. Desde Aristóteles, pasando por Stuart Mill y culminando con el gran Ortega y Gasset, ese riesgo ha sido advertido por todos los filósofos políticos. Los sistemas electorales mayoritarios son más exitosos que los proporcionales para evitar la proliferación de los demagogos. Las democracias anglosajonas han resistido a las presiones de la proporcionalidad y mantienen sus sistemas mayoritarios La constitución de 1991 destrozó el régimen político y el sistema electoral en el cual se había asentado el sólido bipartidismo colombiano. Lo surgido de allí llevó a la proliferación demencial de movimientos y partidos que hoy tenemos, a pesar de las correcciones que se introdujeron en el acto legislativo # 1 de 2003. En medio de esa proliferación el discurso político deja de referirse a las normas de conducta de carácter general y se vuelve cada vez más específico y dirigido a satisfacer los intereses de grupos particulares que quieren obtener sus propios beneficios de la acción del estado.
- Las ilusiones del estado de bienestar. El crecimiento del estado en el siglo XX no es obra exclusiva de la acción de los políticos sino, sobre todo, resultado de las demandas de consumidores y productores que se han percatado de la capacidad que tiene el estado para incidir en su destino económico y su bienestar. Todas las categorías de consumidores y de productores sienten que no pueden estar al margen de las decisiones de los gobiernos y buscan, en consecuencia, dentro de la oferta política, aquellos partidos o movimientos, incluso individuos, que respondan de mejor forma a sus intereses. Esto es lo que soporta todo el aparato burocrático y clientelista y el sistema de corrupción legalizada en el cual se manifiesta. Con una renta petrolera insignificante al lado de la venezolana, en Colombia se montó un pequeño sistema de subsidios monetarios y no monetarios mal focalizados y plagado de corrupción que todos los partidos políticos se esfuerzan por perpetuar.
- La mimetización del colectivismo y el espantajo de la desigualdad. El éxito del económico del capitalismo liberal y el fracaso estruendoso de la planificación socialista, han llevado a que los colectivistas del mundo entero erijan como fundamento de su accionar la lucha contra la desigualdad en lugar de la lucha contra la explotación. El evangelio de la desigualdad ha sido tremendamente exitoso, se ha extendido por toda parte, ha penetrado la economía académica y parece inatacable. OXFAM publica anualmente un informe, reproducido por los medios del mundo entero, en el que denuncia la escandalosa riqueza de los multimillonarios y la aterradora pobreza de los pobres, como si la primera fuera la causa de la segunda. Economistas como Joseph Stiglitz y Paul Krugman, laureados con el nobel, se han vuelto enormemente populares y exitosos comercialmente, denunciando la desigualdad y despotricando contra el famoso 1% que lo acapara casi todo. Repetir incansablemente que Colombia es el país más desigual del mundo – el GINI, el GINI – está en la base de la popularidad de Gustavo Petro, el más exitoso de los dirigentes de izquierda en la historia de Colombia.
- La batalla perdida por la historia. Las opiniones que la gente tiene sobre la historia en general y la de su país en particular inciden decisivamente en sus posiciones políticas. En la formación de esas opiniones, señala Hayek, los mitos históricos desempeñan un papel quizás tan importante como los mismos hechos históricos. Los mitos históricos son construcciones derivadas de las concepciones históricas dominantes que se enseñan en la escuela y se moldean a través del cine, la literatura, el periodismo y el discurso político. Los mitos históricos que parecen dominar la mentalidad de los colombianos provienen de la ya bastante vieja “Nueva Historia de Colombia”, desarrollada por Jaime Jaramillo Uribe y sus discípulos. Por lo menos dos generaciones de colombianos han formado sus nociones y opiniones de la historia colombiana bajo su influencia y los mitos que se han instalado en sus mentes son más bien negativos. Cuando la gente no mira con cariño la historia de su país las ideas de conservar y evolucionar resultan extrañas y antipáticas, incluso. Cambiar, cambiar, es el grito de batalla, así el cambio resulte destructivo.
Muy seguramente vamos a superar exitosamente el desafío de las próximas elecciones. Sin embargo, para que dejemos de vivir de susto en susto en cada elección, debemos dar importantes batallas ideológicas y conceptuales para liberar el pensamiento de la derecha del espantajo de la desigualdad y de las claudicaciones frente al asistencialismo y ponerla en posición de defender si complejos el capitalismo liberal y de reivindicar nuestra historia democrática y republicana.
[1] Presentado en el Primer encuentro regional por la democracia y las libertades del Foro de Madrid, realizado en Bogotá el 18 y 19 de febrero de 2022.
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