El silencio del universo

“En silencio, cuando la ciudad calla su ruido, yo miro al cielo y pienso en qué lugar del universo habitan las almas que aún no llegan a la tierra, ahí, en la quietud de mi silencio, pienso en nuestro encuentro y sé que será hermoso, lo será”. 


 

A mis futuros hijos,

Durante nuestras vidas, tardamos varios años en darnos cuenta de nuestros gustos y pasiones, de nuestras dificultades y también de nuestras virtudes. A veces, la vida en sus destinos azarosos nos lleva a lugares inimaginables. Piensen en una línea de tiempo, que poco a poco vamos recorriendo, en ella, encontramos aciertos y desaciertos, -eso depende de nuestras decisiones y de un azar misterioso en el que creo profundamente y en el que cada tanto, deshierba el camino no andado y quita del presente lo que no es necesario-.  Hay muchas cosas que nos mueven el alma, el corazón y la sangre. Los humanos, poquito a poco vamos chuleando una lista en la que vamos definiendo nuestra forma de mostrarnos ante el mundo, aquello que ya hemos logrado y lo que nos falta por hacer. Algunos, crean grandes mascaras que con el tiempo se les aferran tanto a la cara que ya nunca más pueden volver a desprenderse de ellas, otros, sólo las utilizamos cuando nos sentimos indefensos, pero con la necesidad de salir y luchar allá afuera.

El camino andado va formando un carácter. En el colegio les enseñaran a soñar que ser médicos, abogados y arquitectos, es el sueño perfecto. -Aunque bueno en ese tiempo las profesiones del milenio serán un tanto distintas -. La sociedad moderna es una rebelión contra la rutina, contra la vida parsimoniosa que implica despertarse cada día. Yo he intentado luchar contra ella; acostarme en lados distintos de la cama, comer en diferentes platos, irme al trabajo de diferentes formas, leer acostada, sentada, de pie y hasta bajo la lluvia, unir la compleja mirada sociológica y el derecho en una suerte de alquimia, que a veces se juntan como si la una hubiese nacido para explicar a la otra y otras veces ¡pum! Explotan como el agua cuando se junta con el aceite. Alguna vez, la abuela me dijo que no intentara lo imposible y que así era la vida, monótona e intensa. A veces somos los obreros de la fábrica de clavos que describe Smith (1776), donde cada uno cumple una función específica y así podemos vivir durante décadas y décadas, trabajando para sobrevivir en un mercado en el que cada uno somos como las piezas del reloj que hay colgado en la pared, trabajamos para sostener a otros o para que otros nos sostengan a nosotros.

La inspiración de esta carta es una serie de motivos personales y académicos; personales porque escribir nos desahoga el alma, nos permite llegar a los demás en silencio, pero siendo escuchados y, académicos porque hace parte de un ejercicio intelectual, así que ustedes entenderán que algunos párrafos tienen la intención de cautivar a esos lectores, pero la mayor parte está dedicada a ustedes. Quiero que recuerden que mostrar ante el mundo nuestra esencia no tiene cabida a pensarnos débiles ni vulnerables.

Leyendo a Sennet (1998), y su invitación a ser flexibles bajo la idea de pensarnos como un árbol: Fuertes como sus raíces, pero flexibles como las ramas cuando las sopla el viento. Quisiera que así se pensaran ustedes ante la vida. Sean fuertes para soportar las tormentas y lluvias -algunas durarán más que otras-, pero flexibles cuando el amor, la felicidad, sus convicciones y el destino toquen sus ramas. No vivan pensando en que hay un manual que describe el qué hacer porque en realidad no existe y si alguien se atreviera, incluso yo, a explicarles qué deben decidir y cómo deben hacerlo, no duden en contrariar de inmediato dichos consejos.

Hay seres individualistas. Ustedes los encontraran en todos los escenarios a donde vayan, a veces en forma de amigos, otras veces como familia, otras tantas como compañeros de estudio y laborales, pero ¡ojo! Ninguno de ellos es su amigo en realidad. Si la vida y los destinos son generosos con ustedes, ustedes séanlo con los demás. Sean generosos, con lo que son, con lo que saben y con lo que tienen. No valoren las personas por la posición económica que ocupan en la sociedad o por el roll que representan en su vida, valoren a los humanos por lo que son con ustedes y por lo que son con los que no tienen nada y aún así, siguen siendo los mismos.

En el mundo hay gente de distintas etnias, de culturas y pensamientos diversos, en diferentes posiciones de la escala social. Unos trabajan durante toda su vida para lograr una movilidad ascendente, una parte depende de la suerte, otra tanto de nuestra constancia y disciplina. Otros, por mucho que se esfuercen, la vida no llega a ser tan generosa con ellos. Así que ustedes no juzguen el camino ajeno y siempre esfuercen sus pensamientos y palabras para apoyar al otro. Yo, escogí estudiar un doctorado en sociología porque no entendía porque las personas se comportaban de esa forma -buena, mala o simplemente diferente a la mía-, a veces encuentro respuestas que llenan mis cuadernos, otras veces, encuentro respuestas para mis preguntas guardadas en el alma. Escojan a sus amigos y a sus amores no por el estatus social al que pertenecen, sino, porque encuentren en ellos las virtudes que a ustedes les hacen falta y en lo diferente que siempre nos caracteriza a los humanos, concilien las diferencias.

Al final, somos como el acero cuando nacemos. En la costa pacífica, en Colombia de donde soy yo y toda nuestra familia. De donde aún no sé si también lo serán ustedes. Construyen las casas con palos de madera para que el mar y su altísima salinidad nos las corroa. Saben, así deberíamos ser los humanos, construirnos la vida con balsos de madera, pero la realidad es que no, no es así. Venimos al mundo como el acero nuevo, libre de todo germen y con el tiempo, la vida, los hechos y nuestras decisiones van cambiando el color de nuestra esencia. Con suerte diría yo, logramos recordar quienes somos, porque hay seres que hasta de eso se olvidan. Creo que Sennet (1998), cuando título su texto y desarrolló su escrito, retrocedió el casete que todos llevamos dentro para contarnos a través de la vida de Rico, Enrico y Rouse los momentos por los que todos pasamos alguna vez. Todas sus historias tienen sentido cuando se piensan en clave de entender fenómenos sociales complejos, pero también de entender la vida.

En las noches es cuando más sinceros somos los humanos, allí, en el silencio misterioso de la oscuridad y sin nadie alrededor, sentimos, soñamos, reímos y lloramos. Sin darnos cuenta la vida va pasando y nosotros también. Pasamos en la vida de otros y nos convertimos en recuerdos. Ustedes tendrán lo más hermosos, pero aprenderán en la dificultad, así es como la vida siempre le enseña a uno. Los recuerdos y la memoria se convierten en tesoros, para algunos son tantos y tan complejos de guardar que pronto los olvidan por eso ustedes deben cuidar que aquellos momentos se conviertan en valores tan preciados que no puedan sacarlos de su mente. No sé ahora mismo donde nacerán y quienes serán cuando lean esta carta, pero sé que sentirán el amor con el que fue escrito.

En silencio, cuando la ciudad calla su ruido, yo miro al cielo y pienso en qué lugar del universo habitan las almas que aún no llegan a la tierra, ahí, en la quietud de mi silencio, pienso en nuestro encuentro y sé que será hermoso, lo será. 

Con gratitud,

Juliana Sinisterra Quintero

Sept.18.2020


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/julianasinisterraq/

Juliana Sinisterra Quintero

Abogada, Magister en derecho, Candidata a Doctora en Sociología, docente de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad del Valle.

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