En 2008, Paul Collier publicó un provocador libro titulado “El club de la miseria”, en el cual, sin miramientos por la corrección política, explica por qué los países con membresía en tan indeseable cofradía se mantienen atrapados en unas condiciones de vida y de muerte similares a las de la Edad Media.
Rasgo característico de esos países es darse gobiernos ineficientes y corruptos y el estar convencidos de que todas sus tribulaciones son causadas por agentes externos, como los antiguos colonialistas y los nuevos imperialistas, que han robado y roban sus riquezas. Internacionalmente, son limosneros con garrote que exigen y obtienen una ayuda externa – donaciones y créditos blandos condonables – que no ha dejado de crecer a lo largo de los años, pero que siempre resulta insuficiente.
Colombia tiene su propio club de la miseria conformado por Chocó, Cauca, Nariño y La Guajira. Comparten las características del club de Collier: dirigentes políticos mediocres y corruptos, por los que sus habitantes votan una y otra vez, y la convicción profundamente arraigada de que todos los males que padecen son causados por el “abandono del estado” y, a la postre, por los habitantes de otros departamentos más prósperos de quienes reclaman el pago de una supuesta deuda histórica que se remonta al pasado precolonial.
Tienen casi el 10% de la población y aportan menos del 5% del PIB; por ello, su producto por habitante es muy inferior a la media nacional. Si fueran países soberanos, registrarían cuantiosos déficits comerciales y de cuenta corriente y estarían endeudados hasta el cogote. La financiación de sus déficits se produce por la vía de las transferencias fiscales, es decir, de los impuestos pagados por los “opresores” que habitan en los demás departamentos. Están atrapados en formas de producción arcaicas, como los resguardos y las tierras comunales. En las presidenciales votaron masivamente por Petro.
La Guajira, miembro conspicuo del club, es campeón de inestabilidad administrativa y corrupción. En lo corrido del siglo ha tenido 15 gobernadores, ocho de los cuales fueron destituidos o condenados por hechos de corrupción, al tiempo que nueve de los quince alcaldes elegidos en 2019 afrontan procesos por corrupción administrativa. Un 65% de los ingresos de La Guajira proviene de transferencias nacionales, en Riohacha la dependencia es del 85%.
Obviamente el show montado por Petro no resolverá los problemas de La Guajira que se remontan al origen mismo de la República. El Congreso de Cúcuta de 1821, con el propósito de “fomentar la miserable provincia de Riohacha”, les concedió a sus habitantes la gracia de no pagar ningún tributo durante 10 años.
El show tiene el propósito de desviar la atención de los escándalos de financiación ilegal de la campaña electoral, de la corrupción que cunde en todo el gobierno, de la ineptitud de sus funcionarios y del comportamiento indecoroso del presidente. También sirve, por supuesto, para reavivar un entusiasmo de los votantes del club de la miseria que se traduzca en una mejora en las encuestas.
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