Bienvenidos al reino de lo inesencial. Nunca hubo un tiempo con mayor esplendor material y tecnológico que a su vez estuviese tan profundamente vacío en términos espirituales.
Las máquinas nunca se detienen. Sus entrañas chirriantes siempre están ardiendo; triturando millares de almas, sesgando vidas, absorbiendo segundos.
Las chimeneas vomitando humo negro continúan expulsando su putrefacción a los amaneceres, ahogandolos en polvo y ceniza.
Desde tempranas horas se encienden los los motores; el Diesel, elixir del capital, combustiona, depredando campos y pueblos.
Los hombres salen a dar su tributo a Baphomet, desperdiciar sus fuerzas en la producción de banalidades innecesarias.
Cuenta la leyenda que hay acorazados que, amparados en la falta de legislación sobre las aguas internacionales, permanecen produciendo eternamente.
Las maquilas en Filipinas, Vietnam y toda la Polinesia, disponen de poblaciones para continuar produciendo.
No es necesaria la creación de universidades, la relación, la creatividad y la imaginación. El hombre solo debe tender a producir y a consumir.
Infinidad de productos made in Singapur, made en Indonesia, made en un lugar secreto custodiado por ejércitos de poderosas naciones.
Ninguno de ellos suplirá el hambre o el frío de los vástagos asolados por la miseria. Sus estanterías repletas, sus edificaciones enormes, nada de eso está diseñado para mitigar el dolor o aumentar la calidad de vida.
Abrigos, zapatos, joyeria, tecnologia, cadenas de oro, ataduras seleccionadas en la corriente de lo superfluo.
Pero nada de esto hace feliz al hombre. Nada de eso le sacia o le basta. Las infinitas posesiones lo hacen infinitamente desgraciado. La producción de bienes materiales no colma su vacío interior. Los cielos están vacíos también.
Aniquiló a todos sus dioses y sus infinitos empíreos, desoló panteones, incendio sus templos; solitario en la galaxia, se inventó la masacre, la idea totalitaria y se entregó al frenesí de los ritos de su nuevo dios.
Nuevos baphomets con penitencias para sus descarriados corderos, eucaristías profanas como las de los khlysty en Rusia, sacerdotes con espada ¿? como arrastrando a las cohortes mundanas a la matanza.
Es «el Dios de los Esclavos», como lo llamó William Burroughts. El dios de este tiempo, de los hombres miserables que escupen contra el cielo, defecando en el atrio de sus templos, arrastrándose larvariamente en el erebo.
No hay nada entre sus infinitos productos que los haga felices, es solo una morbida sobreabundancia de naderías, prostitutas, drogas, infamia por streaming, proxenetas de asesinos a sueldo para diferentes tipos de carnicerías; hooligans ultranacionalistas pasando de las gradas a las trincheras en Doombas; muerte y guerra en las entrañas del mundo civilizado.
Estamos muertos por dentro pero bien vestidos, o al menos casi todos; estamos custodiados por patriarcas protectores de los designios crueles, del deseo sangriento.
Son los únicos capaces de éxtasis para comunicarse con los dioses y leer la verdad.
Gastamos toneladas en nada con el afán suicida de un poco de felicidad -ya suenan los cañonazos de Rodolfo Aicardi-.
Creo que esta puede ser una buena explicación para los altos índices de suicidios de los que nadie habla, a los que ningún indicador cuantifica y comprenda. El hombre gasta mucho de su vida en nada, en cosas que le son completamente ajenas, que no producen una chispa de pasión para calentar estos espíritus muertos, adormecidos por el abuso de barbitúricos y rayos catodicos.
Ya se acerca diciembre, la navidad, sus velas y sus ritos de coca cola y comercio. Ya se preparan las maquilas y los capataces para extender las jornadas, ya están las luces alumbrado a los niños vendiendo chicles y a los jóvenes perdidos en el sacol y la bazuca; a las madres que duermen en esquinas acunando y arruyando a sus crias entre las nanas del hambre.
Se acerca la navidad -repite la canción-. En la calle la gente solo lleva en su mente regalar perdonar otra vez navidad otra vez soledad entre pólvora y gritos música y villancicos la gente viene y va -como la canción del combo de las estrellas.
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