Leyendo sobre la historia de América Latina, con regímenes presidenciales, siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos de América, que se lo inventó, me encontré este análisis que hace Leslie Bethell:
“…la aparente estabilidad en el nivel electoral bien puede ocultar el hecho de que los partidos no representan de manera apropiada los intereses sociales y es probable que el conflicto se exprese por otros medios, a menudo violentos, como, al parecer, sucedió en Colombia y Uruguay. Es muy posible que las sociedades donde existen conflictos potencialmente explosivos estén mejor si expresan tales conflictos en el ruedo político por medio de múltiples partidos que por medio de lo que tal vez se perciba como un sistema bipartidista sumamente restringido; y en este caso un sistema parlamentario sería preferible al presidencialismo.” Leslie Bethell, ed; La Democracia desde 1930; Tomo 12; Política y Sociedad desde 1930; Historia de America Latina; Pág. 37
En Colombia el bipartidismo de 150 años acabó. Su fundación desde 1849 fue fuerte e importante (Liberales y Conservadores) hasta el año 2000: llegada de Andrés Pastrana Arango a través de la Nueva Fuerza Democrática después de la crisis del liberalismo por cuenta del ingreso del dinero de la mafia a la campaña presidencial de Ernesto Samper Pizano; Esa crisis, después de la cual siguió Alvaro Uribe Vélez en campaña independiente, que funda el Partido de la U, y luego el Centro Democrático, ha venido en un declive imparable, al punto que el Partido Conservador en el Concejo de Medellín tiene un solo concejal, y eso porque de lo único que habla es de las mascotas, y el Partido Liberal en idéntico declive.
Hoy en Colombia existen más de cincuenta (Partidos o Movimientos Políticos). Así las cosas, cuando un bipartidismo como el estadounidense, puede ser coherente con el presidencialismo, un multipartidismo naciente y creciente, como el caso colombiano, tal vez obliga a reflexionar y retomar las consideraciones que hace el profesor Bethell para, con calma, con estudio, vamos pensando en la creación de un régimen parlamentario. El presidencialismo, tal como está funcionando en Colombia, ha cumplido ya su edad productiva.
En Colombia han existido unas crisis del presidencialismo bárbaras: el régimen de Samper que no pudo gobernar por defenderse de las acusaciones en el Congreso ante la evidencia de la financiación de su campaña por la mafia de los Rodríguez Orejuela. Esa crisis (1994-1998) hizo que las FARC tuviesen un crecimiento impresionante. El período presidencial de Andrés Pastrana Arango, quien gana la presidencia por ser el enemigo número uno de Samper y quien promete negociación abierta con las FARC (mano tendida) hasta llegar a entregarles una gran zona de distensión agravó la problemática de la inseguridad que venía acentuada desde Samper. El gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018) que violó expresamente el mandato dado por el pueblo convocado en el plebiscito del 2 de octubre del 2016, genera un daño estructural al concepto de la democracia participativa. El gobierno de Iván Duque (2018-2022) quien no tenía la trayectoria, la experiencia, el bagaje político para manejar un País con una problemática como la colombiana y que, por su inmadurez, aunada a la grave crisis de la pandemia del COVID, trata de hacer un reforma tributaria que genera el “Estallido Social”; “Estallido Social” que fue el responsable, la coyuntura perfecta, para que llegara a la presidencia Gustavo Petro.
Y la “Cereza del Pastel”: un presidencialismo autoritarista, fascista, de origen en las FARC y madurado en el M 19, antidemocrático, con financiación irregular de su campaña presidencial, aupado por las guerrillas y las mafias, sembrador del odio de clases, creando crisis y zozobra, destruyendo el País, un demagogo y divisor, enemigo de la autonomía territorial constitucional.
Todos estos ejemplos hacen repensar nuestro modelo constitucional. Pero eso sí, comencemos el debate, pero advierto, nunca se puede hacer esa reforma mientras esté en la presidencia un sujeto como Gustavo Petro. El actual presidente es un verdadero peligro para la institucionalidad. Todos los demócratas tenemos la obligación histórica de unirnos para recuperar a Colombia, desde las Regiones, y luego: el parlamentarismo!
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