“Por su carácter no convencional y diverso, los quipus fungieron, a la vez que como instrumento de contabilidad, como registros de información”
Ollantay, el más importante drama precolombino, ha sido perfectamente definido como «un intento claro de síntesis mestiza» [1]. Al ser fruto de un proceso de transculturación, de vinculación de costumbres quechuas con características del teatro español, Ollantay es un texto literario neoinca que aborda las reivindicaciones de la aristocracia indígena en el periodo colonial y su aducida relación con el pasado incaico, aunque concebido desde la norma formal europea [2]. En esta tentativa temática, el texto alude a algunas manifestaciones culturales de la época imperial (ubicación temporal de la historia), entre las que destaca el quipu, que será el elemento de análisis del presente texto.
En la escena II del acto II de Ollantay, la didascalia enuncia la entrada en escena de un indio cañari (un chasqui), quien, a su vez, trae consigo un quipu. Sin conocer el significado preciso del término, el lector del drama notará que el quipu contiene cierto tipo de información importante para Pachacútec —el Inca—, y que, por ello, al chasqui le «han mandado que venga muy de prisa» [3]. El texto enfatiza en el carácter informativo del objeto: «El quipu te avisará» [4] y, en efecto, el desarrollo de los hechos lleva a que dicho objeto sea descifrado por Rumi-Ñahui —el general de Anan-Suyu—.
Antes de ahondar en lo que ve Rumi-Ñahui en el quipu, sería importante reparar en el sentido de esa descodificación y, en general, en el carácter semiótico de los quipus presentes en Ollantay, que ya ha sido expuesto antes por Brokaw (2006): «…los personajes de la obra realizan lecturas de los quipus que implícitamente revelan —aunque en un grado limitado— convenciones materiales de una semiótica del quipu, es decir, convenciones de un sistema de representación del quipu» [5]. La necesidad comunicativa, entonces, es satisfecha mediante los mensajes contenidos en los quipus, lo cual se explica, principalmente, porque los incas no desarrollaron un sistema de escritura en sentido estricto. Por su carácter no convencional y diverso, los quipus fungieron, a la vez que como instrumento de contabilidad, como registros de información.
En la descodificación que hace Rami-Ñahui, indica que «se han rebelado tantos hombres como granos de maíz ves aquí suspendidos» [6]. Para visualizar mejor los granos de maíz que menciona el texto, sería preciso referir una diferencia que establece Brokaw (2010) entre el quipu arqueológico y el quipu eclesiástico: mientras que el primero corresponde a la forma imperial del quipu, que no contenía otros objetos insertos, el segundo corresponde a la versión asociada a prácticas de la Iglesia durante los siglos XVI y XVII, que sí los contenía [7]. Se podría pensar, por tanto, que los granos de maíz bien podrían ser una metáfora de los nudos habituales —si se tratase de un quipu arqueológico— o los objetos mismos enunciados —si este fuese un quipu eclesiástico—.
En cualquier caso, la lectura de Rami-Ñahui es confirmada, en esta escena, por la del chasqui: «Que toda la nación anti se ha sublevado con Ollanta. Me han asegurado que ya se ve su cabeza ceñida con la borla roja o encarnada» [8]. Se constata que en Ollantay prima la función lectoescritural del quipu, diferente, en todo caso, de las propiedades de las lenguas, en tanto que en los quipus se emplearon varios tipos de convenciones semióticas, a distintos niveles lectoescriturales.
Cada nivel específico, con su contenido y convenciones, se hallaba ligado a una estructura institucional determinada. Esto es perceptible en la escena IV del acto III: un indio cañari (el texto no especifica si es el mismo que había aparecido algunas escenas atrás, pero se podría intuir que no [9]) trae un quipu para Túpac-Yupanqui, el sucesor de Pachacútec. A diferencia de lo ocurrido en la escena III del acto II, quien descifra este quipu es Huillca-Uma, el sumo sacerdote. De nuevo, el quipu funge como una suerte de carta enviada, ahora por Rumi-Ñahui, al Inca.
Los elementos usados para plantear las hipótesis en relación con el primer quipu también son aplicables a este: el carbón que tiene —y que, en palabras de Huillca-Uma, «indica que ya Ollanta ha sido quemado» [10]— bien podría ser una metáfora del color negro de una de sus cuerdas (si se tratase de un quipu arqueológico) o carbón en el sentido literal (caso en el que se podría pensar en un quipu eclesiástico). Sea cual fuere la elección, el quipu es usado, sobre todo, como herramienta transmisora de información.
Es popular la creencia de que Antonio Valdez, cuyo manuscrito de Ollantay fue el primero en ver la luz, organizó representaciones de la obra para Tupac Amaru II, antes de su rebelión. Si bien no hay mayores evidencias de esta historia, sería válido suponer que, si estas representaciones tuvieron lugar durante el periodo conocido como «renacimiento incaico», se han debido emplear quipus neoincas con granos de maíz y piezas de carbón, inspirados en modelos similares de quipus eclesiásticos y no en arquetipos arqueológicos, pese a que la historia estuviera situada en el contexto imperial prehispánico [11].
Ahora: más allá de la naturaleza reveladora del quipu que ilustra Ollantay, es interesante advertir también la sincronía que guardan los mensajes del primer y el segundo quipu que llegan al Cuzco con la epítasis y la catástrofe del drama, respectivamente: uno es el anuncio del éxito de la rebelión de Ollanta (el problema); el otro, la noticia de la caída de los antis (el desenlace previsto). Cada quipu, en consecuencia, cuenta una historia dentro de la historia, y esa imbricación acaba dándole, incluso, una función metaliteraria que valdría la pena explorar.
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