«Es por eso que, creo fervientemente que el problema real de la corrupción en un país como el nuestro, es la pasividad y la sumisión ciudadana. Con pasividad ciudadana me refiero al arraigo en el subconsciente colectivo de creer que la única responsabilidad moral que nos asiste como ciudadanos, es simplemente salir a votar un veintisiete de octubre y hasta ahí.»
Desde tiempos inmemorables creo, o mejor, desde que me conozco y desde que empiezo a entender y a comprender la realidad de mi país, de mi región y la de mi comunidad; he podido dolorosamente evidenciar que el problema real de la corrupción no son los políticos ni quizás la corrupción en sí misma, porque como se supone que se corrige la corrupción, castigando los políticos con penas privativas o sencillamente con no volver a elegirlos pero, fundamentalmente, la corrupción en un país como el nuestro se corrige, ejerciendo activamente, nuestra ciudadanía.
Es por eso que, creo fervientemente que el problema real de la corrupción en un país como el nuestro, es la pasividad y la sumisión ciudadana. Con pasividad ciudadana me refiero al arraigo en el subconsciente colectivo de creer que la única responsabilidad moral que nos asiste como ciudadanos, es simplemente salir a votar un veintisiete de octubre y hasta ahí. Con pasividad ciudadana me refiero al hecho de volver costumbre, la permisividad que generan (ante una noticia de corrupción) frases como: “Eso se sabía, los políticos no se suben sino a robar” y la única acción que tomamos frente a esto es echarlo al olvido y volver a elegir a los mismos políticos de siempre, pese a la indignidad que nos causa semejante noticia.
Y nos tragamos ese trago amargo, porque (que nos perdone Gaitán) ya no nos sentimos tan orgullosos de nuestra propia identidad, que no es otra que la de ser esa vieja raza indígena que odia por sobre toda consideración a la oligarquía, esas gentes que detestan al pueblo y que creen que pueden jugar con los dados de su actividad sobre la túnica de… Eso que nos hace falta, patriotismo.
Pasividad ciudadana es entonces, la falta de patriotismo, de identidad y de sentido de pertenencia.
Ciudadanos, muerto Jorge Eliecer Gaitán nos mataron el coraje. Muerto Luis Carlos Galán nos mataron la esperanza. Muerto Jaime Garzón nos mataron nuestra irreverente inteligencia. Y ahora, pasiva nuestra ciudadanía, yacerá pronto a manos de la corrupción si no revivimos en el corazón de cada uno de nosotros, nuestro patriotismo, nuestra identidad y el sentido de saber y entender que esta hermosa tierra nos pertenece es a nosotros, su gente, su pueblo y no al país político, no al país corrupto sino a la raza nuestra, a la siempre hermosa, eterna y pujante raza indígena colombiana.
Es el momento de volver a suspirar, de volver a tomar nuestro propio aliento de ayer y ejercer activamente nuestra ciudadanía participando en las discusiones de nuestros planes de desarrollo, siendo vigilantes de los procesos de contratación, evidenciando las fallas de nuestros gobernantes y dejando ser, ese ser conveniente que se convierte en comité de aplausos cuando las cosas salen bien y que calla cuando las cosas salen mal por la simple conveniencia propia e individual, olvidando el verdadero interés que representa la conveniencia colectiva.
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