El poder de las breves dinámicas

Imagen: @justarthistory - Gustav Klimt

“No existe relación de poder sin constitución correlativa de un campo de saber, ni de saber que no suponga y no constituya al mismo tiempo unas relaciones de poder.”  Michel Foucault


En cada cuerpo se experimentan formas particulares de relacionarse con el mundo, pretendidas en dinámicas para convivir con nuestras propias interpretaciones y los márgenes de acuerdos, en el proceso lógicos y racionales, atravesados por la búsqueda en contextos y la frágil condición humana que se estructura en el carácter desde que comprende y acepta la maravillosa existencia de lo otro. La contradicción como materia oscura.

Apelar a las sensibilidades como medio contundente a la decisión para ofrecer justificaciones sistémicas y sociales; legales e ilegales; categóricamente buenas y malas; verticales, horizontales, oblicuas; honoríficas, delictivas, esperadas; de capital, de tráfico, de explotación; de influencia, de lobby; de seguridad personal y territorial; de articulación pública; de movilización política; de corrupción y transgresión social. A manera de psicología inversa, la muerte como titular recurrente, es un manifiesto de la perversa normalidad. Sin embargo la sobredimensión de algunos y su ignorancia opaca cualquier rezago de realidad, en la dosis puntual para insinuar lo que escandaliza más no se debe empatizar; pensar.

El conocimiento como medio de defensa, el arte para denunciar, sublimar en el saber para resistir con la idea de una deidad que humaniza lo humano.

La libertad como posibilidad de elección y autodeterminación con criterio, implica un uso responsable de las facultades que nos son construidas en sociedad para lidiar con nosotros mismos y asumir el costo de nuestras acciones. Acciones condicionadas al entendimiento de la dimensión de las mismas para no hacer del castigo un absurdo. Pareciese hegemónico, más su aplicación deviene de nuestra respuesta al estímulo. La pregunta por la locura puede remitirse a la desviación de la común interpretación del estímulo y la adicción al mismo. Los más grandes villanos de la humanidad se proclamaron señores convencidos de la necesidad de imponer sus paradigmas en un ideal que degrada como el tiempo a la vida para abonarla nueva.

En el orden está el ejercicio de quien sostiene la estructura, la acción que condiciona el juego y encasilla la posibilidad desde su propia aspiración. El orden como principio del acuerdo, cuya legitimidad se encuentra sujeta proporcionalmente a la amplitud y profundidad del diálogo. Los límites entre mundos posibles que conviven al interior de una misma ciudad, unos empobrecidos, otros enriquecidos; cada uno desde su paradigma de juego impuesto e interpretado. Hay tantos órdenes como fronteras, que son invisibles, se establezcan posibles.

En la mediación de intereses tan distintos como personas, el equilibrio entre libertad y orden permite la tensa calma que implica la paz, que se parece más a la conversación constante entre facciones diferentes y diversas para conciliar necesidades primarias, que a fechas simbólicas que niños rebeldes no querrán recordar en las escuelas. Una mediación tan lejana de conseguirse como nuestra necedad se permita, necedad arraigada más a las pasiones y complejos que a los procesos de la razón, que en su incomodidad indica nuevos aprendizajes.

Lo personal es la base.

Las reglas que operamos en nuestra propia vida para trazar los límites entre el ejercicio de la libertad y la resistencia al orden, usando al lenguaje como medio para el posicionamiento de discursos de identidades dominantes y divergentes, sujetos a las múltiples lecturas e interpretaciones de lo humano según su propia experiencia y narrativa histórica. No se imponen sociedades, se imponen ideas que conducen la interacción social entorno a unos intereses.

Es así como actos simbólicos, conmemorativos y festividades toman fuerza en la acción de poder mediante dispositivos culturales que se avalan al interior de los órdenes, limitando las libertades con el agrado del orgullo, el rencor, la desidia y el miedo individual, evocando la visibilidad de sus interpretaciones que al corresponderse masivamente en las facciones que habitan, logran reconocimiento en una nueva esfera por la pugna hacia el poder mayor. Paralelo a las leyes y decretos circulan instrucciones y panfletos, se dictan sentencias y se rompen cartas con desprecio, hay quienes lamentan el retorno de la zozobra y para otros es la reivindicación de dignidades en un contexto de enfrentamiento.

La resistencia es de cotidianidades asertivas con la realidad que nos atraviesa y ponderaciones éticas responsables con el entorno en el que estamos arrojados. Las configuraciones del poder son como células formando tejidos, que más tarde serán órganos y organismos que tienden a especializarse y complejizarse; una dinámica viva y en constante transición, que se compacta y se fracciona, que muta y se rehace, y aun así, nunca está ausente, de intermitencia breve y es permanente entre nosotros.

María Mercedes Frank

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