Le hacía falta a Colombia que surgiera una figura capaz de cambiar la forma de hacer y ver el periodismo, que no sintiera temor de arriesgarse y meterse, realmente, en los zapatos del otro, en la piel del tema y contarnos en pocos minutos qué y cómo se siente estar ahí, en el centro de la información, pero no como un espectador más si no como parte fundamental del relato.
Le hacía falta a Colombia que surgiera una figura capaz de cambiar la forma de hacer y ver el periodismo, que no sintiera temor de arriesgarse y meterse, realmente, en los zapatos del otro, en la piel del tema y contarnos en pocos minutos qué y cómo se siente estar ahí, en el centro de la información, pero no como un espectador más si no como parte fundamental del relato.
Diana Salinas en pocos meses ha logrado impactar con sus historias en el programa, del Canal RCN, 4 caminos. Ella, y sus 200 horas de periodismo de inmersión, nos cuenta los otros hechos y sin importar que entre ellos y nosotros medie un televisor, logra hacernos sentir miedo, tristeza, rabia, impotencia. Y es que verla sumergida a 150 metros en una mina de carbón, rodando por Bogotá en una silla de ruedas, en Buenaventura entre lo que fueron algunas “casa de pique” o fungiendo como partera, inevitablemente te mueve el corazón y te arruga el alma. ¡Ese es el periodismo como debe ser!
Diana, en una palabra, es pasión tal y como ella misma se define. Cuando no está en sus 200 horas, comparte con su esposo, lee y se toma un café. Ella, que en sus informes sale tal cual es, con su cara natural y su cabello algo reblujado, guarda en su memoria, como mejor recuerdo de la infancia (hoy quizás siga siendo una niña, un poco más grande, pero con esa capacidad de no perder el asombro) a su padre y a su madre llevándola al jardín infantil en una Monareta, con seguridad en aquellos paseos ya aprovechaba para observar el entorno, esa capacidad que deben tener los buenos periodistas.
Estudió periodismo porque quería comprender mejor a la humanidad, y vaya tarea la que se ha puesto, por eso tal vez la necesidad de sumergirse en su trabajo de una manera tal, que para contar una buena historia requiera vivir en carne propia lo que va a contar, pues no encuentra otra manera más precisa y cercana a la realidad para hacerlo. Sus 200 horas entre marihuana, causó algo de polémica –y cómo no si vivimos en el país que se escandaliza por todo-, pero nos llevó en su “viaje” por los recónditos lugares que genera su consumo lo cual, considero, dejó un mensaje más que positivo.
Diana cree en la vida y eso demuestra su humanidad, esa que es imprescindible para hacer un buen trabajo. Cuando sea grande, quiere tener su propio programa pero cuando sea más grande aun, quiere dirigir un noticiero o su propia sección de investigación.
Hoy, siembra las semillas para conseguir sus metas y se gana con creces cada reconocimiento que le hacemos sus fieles televidentes a través de las redes sociales y estoy seguro de que por otros medios también los elogios, más que merecidos, le llegan por montones. Ella los asumirá como una responsabilidad mayor para entregar cada día lo mejor y para seguir mostrando ese otro lado de los hechos que no sale en los medios.
Por último: Diana, representa la forma de hacer periodismo tal y como se debe, sin más pretensiones que vivir para contar lo que siente. Gracias a ella, muchos esperamos cada domingo su informe y de alguna manera vivimos y sentimos lo que vemos. ¡Enhorabuena Colombia por la niña Salinas!
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