Desde el 2010 los medios informativos occidentales utilizaron la etiqueta de la “Primavera Árabe” para supuestamente explicar que una serie de revueltas y manifestaciones en el norte de África y Medio Oriente en contra de regímenes autocráticos se trataban de una revolución democrática. En pocas palabras que la población de países como Túnez, Libia, Egipto, Siria y otros más, buscaban abrazar la democracia liberal. En esta línea, Estados Unidos, como principal exponente de este modelo en el sistema internacional, dio su apoyo. En este contexto, desde el año 2011 explotó la guerra en Siria donde Estados Unidos ha buscado la caída del régimen de Bashar Al-asad, en contraposición de Rusia que sigue apoyando a su principal aliado en esta zona. En el medio están diferentes grupos terroristas que también quieren sacar provecho de la situación. Sin embargo, si algo claro ha quedado a lo largo de los siete años de guerra es que el objetivo no es la democracia, sino mantener una posición geopolítica preponderante. En este orden, considero que la actual situación de Siria se debe entender más allá de la lupa occidental de los medios e incluso de los gobiernos.
El tema entonces no es que si cae el gobierno de Al-asad la democracia llegará a Siria. Lo que hay de fondo es una disputa por el poder y por el territorio de una zona estratégica que se configura como una especie de Estado de tránsito entre el Mediterráneo (Europa) y Oriente Medio. En la puja hay todo tipo de actores: ISIS, Al Qaeda, los Hermanos Musulmanes, socialistas, liberales, sunitas, chiitas; y, Estados como Arabia Saudita, Irán, Estados Unidos, Francia, Rusia y China. Así pues, la situación siria tiene más implicaciones geopolíticas que de transiciones internas.
Estados Unidos desde 2011 ha mostrado su interés en brindar ayuda a los combatientes rebeldes agrupados en el autodenominado Ejército Libre de Siria el cual pretende derrocar el gobierno de Al-asad. No obstante, estas ayudas desaparecieron a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, lo que en términos tácticos fue la derrota de este grupo. Por su parte, Rusia ha sido enfático en señalar que no permitirá ningún tipo de intervención en Siria y en varias oportunidades ha recordado al mundo que es su aliado indispensable. En este punto es clave recordar que Rusia cuenta con la base naval de Tartús cuya importancia se debe entender de manera conjunta con la base naval de Sebastopol en Crimea. Es decir, ambas bases son la garantía para los rusos de tener una salida del Mar Negro (aguas congeladas) al mar Mediterráneo (aguas calientes). En este sentido, cualquier transición que se de en Siria generaría una pérdida estratégica para Rusia y su proyecto de tener presencia en todo el mundo.
Es por esto por lo que Rusia, a diferencia de Estados Unidos, ha mantenido tropas en terreno de forma permanente. Los norteamericanos cargan todavía con los errores de Irak y Afganistán y temen que se repita la tragedia de sus soldados en estas guerras. Los rusos no, de hecho, han muerto oficiales del alto rango en la confrontación con grupos rebeldes y terroristas como ISIS. Y a pesar de los bombardeos contra posiciones del ejército sirio por el supuesto uso de armas químicas (el primero fue en abril de 2017 y el más reciente el pasado 14 de abril de 2018), Estados Unidos y sus aliados no consiguen una ventaja en la guerra. El panorama bélico sigue igual, pues como quedó en evidencia en los 90 en los Balcanes y ahora en Siria, el poder aéreo por sí solo no funciona; si no hay tropas que controlen el territorio no hay nada. Mientras Estados Unidos bombardea, Rusia sigue avanzando junto con el ejército leal a Al-asad en la tarea de recuperar las ciudades y la infraestructura.
Así pues, Siria hoy está más lejos del supuesto ideal democrático liberal y más cerca de mantenerse en pie con el apoyo de Rusia. En 1992 Bill Clinton utilizó en su campaña por la presidencia la frase: “es la economía, estúpido”. En esas vueltas de la vida y del orden internacional, los rusos le dicen hoy al mundo, pero muy especialmente a Trump luego de sus bombardeos: es la geopolítica, estúpido.
Pedro Piedrahita Bustamante
@piedrahitab