“Guillermo Lasso nos ha regalado un sinnúmero de declaraciones que ponen de manifiesto su nula visión política y su frágil compromiso democrático. Lastimosamente no ha sido el único”.
La Asamblea Nacional finalmente decidió poner en marcha el proceso de juicio político contra el presidente Guillermo Lasso. Igual que pasó con el informe que le sirvió de prólogo, la solicitud de juicio político presentada a la Comisión de Administración Legislativa de la Asamblea contiene varios errores fácilmente evitables. Hoy, sin embargo, no voy a enfocarme en la pertinencia de las causales invocadas. Sobre esto, lo único que puedo decir ahora es que, si la solicitud de juicio político estuviera debidamente sustentada, la oposición no necesitaría que la CONAIE amenace con movilizaciones a la Corte Constitucional en caso de que no dé paso al enjuiciamiento.
De lo que quiero escribir hoy es de la terrible comunicación del gobierno, porque en ella se expresa su inoperancia como ejecutor de política pública y su desinterés por el diálogo democrático, que son, en gran medida, los causantes de la actual crisis política.
Guillermo Lasso nos ha regalado un sinnúmero de declaraciones que ponen de manifiesto su nula visión política y su frágil compromiso democrático. Lastimosamente no ha sido el único. Mientras escribo estas líneas, circula en Twitter un video con una serie de personalidades que llaman a defender a un presidente sin credibilidad, argumentando que “sólo” lleva 22 meses en el gobierno, que la vacunación fue un éxito y que la alternativa a él es “el caos”. Abstraídos de la realidad que viven los ciudadanos de a pie, estos demócratas advenedizos —que asimilan un juicio político a un golpe de Estado y la oposición al gobierno al crimen organizado— ponen en evidencia su desconocimiento del violento caos que viven los ecuatorianos que no habitan sus bien resguardadas urbanizaciones privadas.
Pero si los seguidores del presidente viven en una realidad alternativa, algunos de sus ministros habitan el siglo XIX. Fernando Santos Alvite, Ministro de Energía y Minas, se ha encargado de exacerbar la animosidad de las nacionalidades indígenas hacia el gobierno. Alumno aventajado de la escuela de Domingo Faustino Sarmiento, Santos Alvite reconstruye la historia del Ecuador brindándonos la idílica imagen de una Amazonía “civilizada” por la explotación petrolera. Así, los pacificadores derrames de petróleo han erradicado la violencia de las “tribus indígenas”; los ríos colmados de desechos de las actividades extractivas han limpiado las primitivas almas de “nuestros” indígenas; las guerras tribales han dado paso a los tan occidentales asesinatos de activistas ambientales. ¡Extractivismo o barbarie! ¡Civilización o Amazonía! Con estas consignas el ministro avanza en su cruzada contra el siglo XXI.
De otro lado tenemos al Secretario de Seguridad Pública y del Estado (que tiene rango de ministro), Diego Ordóñez, fiel escudero del presidente, que ha subido la apuesta, atacando al 50% de la población ecuatoriana: las mujeres. Luego de que, mientras todavía servía (¿?) como asambleísta, tuiteara que su colega opositora Mónica Palacios había pasado “del tubo a la curul”, siendo por ello multado por el Consejo Nacional Electoral, nuestro Smithers criollo —menos inteligente pero más lambón— acusó a los movimientos feministas de “defender la violencia” y “desestabilizar la seguridad del país” por protestar contra el femicidio de María Belén Bernal en una escuela de la Policía a manos de un teniente. Para nuestro secretario “feminista” —así se ha autodenominado él—, los femicidios no son crímenes que el Estado deba erradicar, sino “pretextos” que usan las activistas para desestabilizar a un gobierno intachable.
No conforme con los ataques a los movimientos feministas y de mujeres, nuestro filósofo ha desarrollado un concepto que sintetiza sus limitaciones cognitivas con su sobrehumana capacidad de hacerse la víctima: “misoginia inversa”. Para el señor Ordóñez, que un grupo de asambleístas mujeres le increpen por la inacción del gobierno es un acto de odio a las mujeres, pero a la inversa. Probablemente se habría hecho entender mejor si establecía una analogía entre su novedoso concepto y su propia gestión: “La Secretaría Nacional de Seguridad Pública y del Estado trabaja por la seguridad de los ecuatorianos, pero a la inversa”.
Pero en el Gobierno del (Caso) Encuentro han decidido llevar la política de la discordia más allá, emprendiendo una lucha encarnizada contra el sentido común. En Carondelet se dan palmaditas en la espalda por incautar más droga que ningún otro gobierno en la historia. Para cualquier ser humano racional, esto sólo significa que hay más droga circulando en el país, producto del enraizamiento de las estructuras del crimen organizado en la sociedad y su aparente penetración en el Estado. Pero para Diego Ordóñez el panorama es completamente distinto. Suelto de huesos, afirma que el aumento de los crímenes violentos se debe a que, gracias a la prolija acción del gobierno incautando droga, los narcotraficantes han debido mudarse a otras modalidades delictivas, incursionando —emprendedores ellos— en la extorsión, el secuestro y el sicariato. Sí, hay más muertos, pero también hay menos drogas. Hay que ver el vaso medio lleno.
Enemigos del sentido común, pero amigos del descaro, los personeros del gobierno en la función pública alimentan el enfrentamiento con la ciudadanía burlándose descaradamente de ella. Mientras cientos de miles de ecuatorianos abandonan el país desesperadamente, por vías legales e ilegales, por la falta de oportunidades y la grave crisis de inseguridad que amenaza sus negocios y sus vidas, el director del Registro Civil, Fernando Alvear, declara sonriente que el aumento en la demanda de pasaportes se debe a la “reactivación económica” que impulsa a nuestras bien consolidadas clases medias a hacer turismo internacional. Con similar falta de empatía se expresaba el Ministro de Interior, Juan Zapata, cuando afirmaba hace un par de meses que quienes venden lo poco que tienen para pagarle a un coyotero y tratar de llegar a los Estados Unidos lo hacen por “tradición familiar”.
Todo lo anteriormente descrito no hace más que evidenciar que Lasso y su gente gobiernan un país inventado por sus trasnochados tuiteros de cabecera. Para todos ellos, el Ecuador no es más que una noticia de crónica roja sobre un lugar que no conocen y no les interesa conocer.
Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/juansvera/
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