La guerra contra las drogas es un fracaso: esta conclusión de la evaluación a la política de atención a este problema goza de aceptación internacional teniendo en cuenta la evidencia: crecieron las hectáreas sembradas de coca, la producción, exportación, comercialización, consumo y el precio de la cocaína, y con todo esto, los excedentes y su participación en el capitalismo. Por eso es difícil entender a la oposición cuando defiende políticas sin impacto, en especial en la reducción de la violencia, que en último término es la prioridad de la Paz Total. Nos está acostumbrando a verla defender lo indefendible y eso es oposicionismo. En las reformas a la Cuestión Social, por ejemplo, defienden 30 años de neoliberalismo sin la más mínima reflexión sobre la pobreza.
El presidente Petro comparte una visión crítica de la “guerra contra las drogas” y es su punto de partida para hacer un llamado interno y externo a discutir el cambio en el tratamiento al “problema mundial de las drogas”. La derecha no le tolera al presidente la cercanía a la tesis del fracaso, y ha reaccionado con su capacidad mediática en crear la matriz de una autoridad débil frente al crimen, en la que las FFAA han bajado la guardia. Con solo plantear nuevas políticas, la derecha liderada por el Fiscal General, arremete de manera desproporcionada, demostrando así los intereses afectados con un viraje en la política antidrogas, y particularmente con un eventual matiz en la relación de la Fiscalía con los EE.UU.
El tono de la oposición calificando al gobierno de débil con el narcotráfico, tiene origen en los intereses beneficiados con la militarización justificada con la amenaza de las drogas, la cual movió miles de millones de dólares, por solo mencionar el Plan Colombia y la política de defensa y seguridad desde 1998. Como siempre, la derecha teme perder privilegios, en esta oportunidad, con la revisión del papel de las Fuerzas Militares y de Policía, de la política exterior y teme a la participación de la población cocalera en el diseño de la Política pues ha sido el eslabón más débil y que más ha sufrido las consecuencias de la represión y el prohibicionismo. Es la misma oposición a la implementación del Acuerdo de La Habana, en especial al Punto 4 referido a la Solución al Problema de las Drogas Ilícitas.
La derecha en la Región también sabe que la guerra contra las drogas ha mimetizado la intervención en los conflictos internos con grandes beneficios en la lucha contrainsurgente siendo Colombia el primer aliado militar de los EEUU en América. Sin embargo, contrario a tener discordancias entre ese país y un presidente exguerrillero, los mensajes de Petro han sido de buen recibo en el gobierno norteamericano pues no ve en su nueva política de drogas una ruptura con los aliados. Petro ha ido sumando respaldos en el propósito de un cambio en la lucha contra las drogas. La fuerza del debate internacional terminará penetrando viejas estructuras conservadoras en el país que más coca produce en el mundo a pesar de los miles de millones invertidos en la lucha contra las drogas. Si evaluamos el Plan Colombia no en la lucha contra las drogas y sí en la lucha contrainsurgente, entonces otras podrán ser las conclusiones.
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