Los textos escolares representan un 40% del mercado del libro en Colombia, por número de ejemplares, y un 36%, por facturación. En 2012 se vendieron poco más de 15 millones de ejemplares por un valor cercano a los 220.000 millones de pesos, según reporta la Cámara Colombiana del Libro[1]. Esto arroja un precio de unos $ 15.000 por ejemplar. Esta cifra es un tanto sorprendente cuando se la compara con los precios efectivos al consumidor final. Debe haber problemas en el reporte de la información o de lo contrario el margen de los distribuidores sería insólitamente alto.
En efecto, los textos escolares de educación básica tienen unos precios asombrosamente elevados: entre 60 y 80 mil pesos la mayoría de ellos. Para adquirir los de las 6 o 7 materias que hay en cada grado es preciso desembolsar entre 500 y 600 mil pesos. Con el abaratamiento de los costos de impresión posibilitado por las nuevas tecnologías digitales, es dudoso que los costos directos de producción justifiquen precios tan elevados. Tampoco los explican los modestos derechos de autor pagados a los profesores que los escriben. No hay en esos textos nada especialmente original pues prácticamente todos se limitan a desarrollar los contenidos minuciosamente definidos por el Ministerio de Educación para cada materia. Si los precios no corresponden a los costos, su elevado nivel sólo puede explicarse por la estructura del mercado.
Del lado de la oferta, el mercado de los textos escolares está integrado por unos cuantos productores. Cuatro de ellos – Santillana, SM, Norma y Editorial Educar – abastecen un 70% del mercado. Las editoriales ofertan colecciones integradas por textos para cada grado y grupo de materias: matemáticas, ciencias sociales, lenguaje, ciencias naturales, etc. Los precios no difieren de un grado o de una materia a otra: generalmente son los mismos para todos los textos de la colección. La tabla muestra los precios de los textos ofrecidos por las editoriales mencionadas en sus colecciones para educación secundaria. No hay grandes diferencias. No parece haber competencia de precios; tampoco de calidad: el contenido es el mismo, similar la presentación. A las editoriales no les debe resultar excesivamente difícil repartirse el mercado llegando a acuerdos con los directores de los colegios para que en cada materia se exija a los alumnos adquirir un texto producido por determinada empresa. De esta forma no hay competencia por los textos a nivel de consumidor final: los alumnos o, mejor, sus familias. Se debe adquirir el texto indicado en la “lista”, no otro.
Las editoriales han desarrollado también ingeniosas prácticas para impedir la competencia de los textos nuevos con los textos usados. Frecuentemente lanzan nuevas ediciones o nuevas colecciones que supuestamente tienen un contenido diferente al de las anteriores. En la mayoría de los casos se trata de cambios puramente cosméticos que son avalados por las directivas de los colegios al exigir perentoriamente en la lista la última edición o la nueva colección. También recurren a una práctica especialmente odiosa como es la inclusión en el texto de ejercicios y cuestionarios que deben ser respondidos sobre el mismo libro buscando de esta forma reducir las posibilidades de reutilización. Otrora se instruía a los alumnos a hacer buen uso de los libros de texto – no escribir en ellos, ni rayarlos – para que pudieran ser usados de un curso a otro por sus hermanos o familiares. (En mi familia, un venerable ejemplar del álgebra de Baldor sirvió a más de 10 cohortes de hermanos y allegados). Ahora, las editoriales y los colegios, inducen a los educandos a escribir sobre los libros de texto de suerte que al final de cada curso no tengan destino distinto al tarro de la basura. Otra práctica ingeniosa es la de dividir el texto en dos: el de estudio y el de ejercicios que se venden en “combo”, naturalmente a un precio mayor que el del texto unificado. El Ministerio de Educación que se complace en regular las matrículas hace poco o nada frente al mercado de los textos escolares. Hace algunos años se habló de la expedición de un catálogo de textos escolares que orientara su escogencia por parte de los colegios. El proyecto se quedó en promesas. En Perú el Ministerio de Educación difunde un catálogo textos.
No soy partidario de establecer un control directo de los precios de los textos escolares. Pero si se pueden tomar medidas para inducir un mayor grado de competencia en ese mercado. La primera de ellas buscaría acabar con la segmentación del mercado prohibiendo a los colegios exigir un texto de determinada editorial. En lugar de ello, para cada materia, se daría un menú de 3 ó 4 opciones de textos ajustados a los programas establecidos por el Ministerio de Educación. En segundo lugar podría incentivarse la reutilización de los textos obligando a los colegios a incluir dentro de las opciones solamente a aquellos que no incluyan ejercicios o cuestionarios que obliguen a los alumnos a escribir sobre sus páginas. Finalmente, aprovechando el abaratamiento de los dispositivos informáticos, hacer que los alumnos tengan la opción de usar versiones digitales de los textos escolares. Increíblemente, en Colombia, sólo el 1,5% de las ventas corresponde a libros en soporte digital[2]. Aunque inicialmente estas medidas puedan afectar el interés del oligopolio, a mediano plazo deberían llevar a un abaratamiento de los textos y a la ampliación del mercado beneficiando de esta forma a los alumnos y sus familias y al conjunto de la industria editorial.
Los padres de familia también podrían contribuir, por medio de sus asociaciones, a hacer más competitivo el mercado y a reducir los costos que deben asumir, obligando a las directivas de los colegios a avanzar en la adopción de medidas como las propuestas. Deben impulsar la creación de bancos de textos usados, la realización de ferias de cambio de textos, la adopción de buenas prácticas en el uso de los libros y el avance en los procesos de digitalización de la enseñanza.
[1] Cámara Colombiana del Libro. Estadísticas del libro en Colombia. Informe anual 2012. Tabla 1. Cuadro resumen cifras del sector, página 6. www.camlibro.com.co
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