«En el mundo hay más ídolos que realidades…» F. Nietzsche.
2019 ha sido un año repleto de conmemoraciones redondas (200 años de la batalla de Boyacá, 50 años de la llegada del hombre a la luna, 30 años del magnicidio de Luis Carlos Galán, 20 años del asesinato de Jaime Garzón, entre otros festejos), una realidad que nos convoca a preguntarnos y cuestionarnos sobre lo que se nos ha enseñado hasta el día de hoy, pero no como una simple forma contestataria, sino como un ejercicio crítico, pues cada año que pasa, trae consigo el olvido o la rememoración crítica de los acontecimientos que han marcado de alguna manera la historia.
En Colombia por ejemplo, 30 años después del asesinato de Luís Carlos Galán, los medios de comunicación han venido convirtiendo su figura en un verdadero mito. Estos medios parecen haber olvidado, u obviado, que los planteamientos (discursos) del caudillo liberal parecían estar muy alejados de las resoluciones que tomó como funcionario o podría haber tomado si hubiera llegado a la presidencia.
Nadie niega sus luchas, tan válidas como las que dieron muchos por aquellos tiempos, pero siendo fieles a los hechos, debe decirse que sus ideas contra la corrupción y el clientelismo no las aplicó muy bien en su vida, pues no creo que fuera un honor ser ministro del gobierno de Pastrana Borrero o ser aliado del Turbayismo, esa corriente cuyo presidente argumentaba que desde la política se podía robar, pero en justas proporciones, además de haber sido uno de los gobiernos que promovió la ventanilla siniestra (gloria para los dineros del narcotráfico). No olvidemos que la lucha contra el narcotráfico y contra la corrupción también fue una bandera de figuras como Jaime Pardo Leal, del que casi nadie habla hoy.
Galán fue el ideólogo de lo que luego devino en Gavirismo, es decir, sus ideales políticos y económicos, si hubiera llegado al Ejecutivo, no hubieran estado muy alejados de las reformas neoliberales en las que nos introdujo César Gaviria, quien para justificar sus resoluciones, siempre dijo que la vinculación a figuras como el consenso de Washington eran inevitables. Cómo se ve que nunca escucharon las propuestas económicas de Bernardo Jaramillo (asesinado meses después de Galán).
No creo que los profesores de aquella época, en la que Galán fue ministro de educación (1972), lo recuerden con gratutid. Durante su breve ministerio, antes de ser enviado como embajador a Italia, promovió un decreto que, según estudiosos como Ulises Babilonia, impuso medidas regresivas como el Estatuto Docente para convertir a los maestros en empleados públicos, y no oficiales, con el fin de reducir garantías sindicales e ilegalizar los paros.
Por otra parte, los líderes campesinos asociados a entidades como la ANUC tampoco deben recordarlo gratamente, pues sus propuestas, según ellos, frente a la necesaria reforma agraria eran bastante timoratas y apelaban a los mismos errores que ya había cometido Carlos Lleras, uno de los referentes del partido liberal en los años 60.
Así las cosas, hemos de ser claros al decir que cada conmemoración trae la posibilidad para repensarnos como sociedad y permitirnos revisar las historias que muchos han pontificado y que hoy se niegan a que sean controvertidas.