“Hay poco pensamiento crítico, hay poco sentimiento verdadero y, por eso, únicamente la adaptación a lo demás puede salvar al individuo de una insoportable sensación de aislamiento y de sentirse perdido”.
–Erich Fromm.
1. Introducción
Bolivia, y toda Latinoamérica en su conjunto, viven una nueva oleada de victorias electorales del corrupto e inmoral socialismo del siglo XXI. Oleada que para nada sorprende a quienes, haciendo uso de nuestro razonamiento crítico, nos detenemos a analizar la realidad de nuestras sociedades.
En muchos de los países donde vuelve el fantasma del socialismo, no es extraño ver a los mismos políticos corruptos –otrora presos por corrupción, lavado de dinero, tráfico de influencias, entre otros–, liderando las campañas y siendo reelectos. Recordemos que el socialismo del siglo XXI y el socialismo en general, no son otra cosa que un movimiento dispuesto a venderse en el mercado electoral con el afán de conservar y ampliar sus “ganancias” económicas y de poder. Este, a todas luces, carece de principios claros y sólidos, pues sus líderes han dejado muy en claro que los mismos se pueden negociar cuando así le convenga al partido o, de forma más específica, a los directores de esta corporación que nos gobierna. El socialismo latinoamericano es una mezcla viscosa de un pseudo-socialismo revolucionario con un inmoral corporativismo que muestra la verdadera cara de un mercantilismo de Estado oculto; compite en las elecciones prometiendo otorgar lo que la gente, en su más profunda inocencia, desea que se le provea.
El objetivo del presente ensayo no es otro que explicar, desde un análisis de la acción humana, el problema esencial de los países latinoamericanos –y, especialmente, de mi país natal, Bolivia–. En tal sentido, puedo adelantar que la solución no pasa por un salvador místico ni celestial, ya que el principio de la solución a nuestra vida se encuentra en el ejercicio pleno y en la lucha de nuestra libertad individual. ¿Cómo ejercer y luchar por nuestra libertad? Pues estimado lector, todo comienza por hacer uso de nuestra más profunda diferencia con el resto de los animales de la creación: nuestra racionalidad.
2. Oferta y demanda: la empresarialidad
Se preguntará estimado lector: ¿Qué tienen que ver la oferta y demanda con la política?, ¿no es la oferta y la demanda una cuestión técnica de fórmulas, precios de equilibrio y competencia perfecta medio esotérica de entender? Al respecto, la política, al igual que la economía, como toda ciencia social, se encuentra determinada en su estudio por la acción humana, teniendo en consecuencia los mismos axiomas generales en lo que respecta al ser humano. Es decir, que existen axiomas económicos que pueden aplicarse en política y viceversa.
Como toda ciencia social, la economía no es un conglomerado de fórmulas exactas, axiomas particulares y predicciones místicas. Por el contrario, al constituirse el ser humano en el centro de estudio de la economía y de cualquier otra ciencia social, es la acción humana la que determina las condiciones generales y los aspectos esenciales de las mismas. En efecto, es el estudio de la acción humana la base fundamental de toda ley económica o axioma económico, ya que dichos axiomas deben observar el comportamiento del ser humano, para de esa manera generar patrones de conducta repetitivos, los cuales, en ciertas circunstancias y producto de su yuxtaposición, generan axiomas generales que regulan la ciencia económica.
Recordemos que, tal como señala Ludwig von Mises en La acción humana: Tratado de economía, el ser humano actúa con un único objetivo: mejorar su estado actual (Mises, 1949/2011, pp. 15-35). En relación, se ha generado una discusión inerte, pues algunos críticos de Mises alegan un supuesto error del autor al entender que ese “actuar” conlleva una necesaria racionalidad. Es necesario señalar, en consecuencia, que dicha “racionalidad” no acarrea un análisis exhaustivo de economicidad, ni utilitarista en el sentido que se le pretende dar. Mises señala la racionalidad en la acción humana como la capacidad de decidir sobre un estado específico, pudiendo ser esa decisión producto de un arrebato sentimental o un impulso, a todas luces perjudicial y hasta irracional –en términos de conveniencia para ese ser–. Es necesario explicar ello: en virtud de los efectos del presente ensayo, se tiene por sentado que al momento de elegir en una votación, cada elector decide, es decir, razona y elige a un candidato, sin importar que este candidato sea un delincuente confeso; la acción de emitir un voto, es una acción que necesita del uso del cerebro humano.
Una vez dicho ello y teniendo claro que todo ser humano actúa en busca de un estado mejor que el actual, de forma subjetiva claramente, dicha acción deja en evidencia ciertas necesidades del actuante y, por lo tanto, surge la oportunidad de obtener un beneficio para quien pueda colaborar a cumplir esas necesidades. Teniendo como resultado de ello, por un lado está la demanda (que no es otra cosa que las necesidades a satisfacerse), y por el otro, la oferta (que es la oportunidad de satisfacer esas necesidades a cambio de un beneficio). Pongamos ello en un ejemplo[1], del que también extraeremos el concepto de “empresarialidad”, el cual es de vital importancia para explicar la conducta humana en sociedad, ergo, en política.
Tenemos, antes que nada, un grupo de personas que necesitan carne para su consumo directo. Para cumplir esa necesidad de carne, dichas personas deben decidir si van a cazar ellas mismas o no comerla, ante lo cual, surge la oportunidad de proveer carne a esas personas a cambio de un beneficio para ese benefactor social que dedique su tiempo a la caza; al ser el único proveedor de carne, este podrá determinar a quienes, en qué cantidades y a qué precio proveer la misma. Ello, sin lugar a duda, le otorga a este empresario de la carne la oportunidad momentánea de extraer los beneficios que desee a cambio de esa provisión, encontrándose los consumidores de carne en una clara competencia por acceder a ese producto, correspondiendo, cada uno de ellos, ofrecer la mayor cantidad de beneficios que pueda y considere oportunos por una determinada cantidad de carne.
Sin embargo, resaltamos que esa oportunidad de extraer beneficios de la provisión de carne es momentánea, pues al ver que nuestro proveedor de carne obtiene grandes y sustanciosos beneficios, aparecerán otros proveedores de carne, quienes para obtener beneficios tendrán que OFERTAR la carne a menor precio y/o mejor calidad que el primer proveedor, obligando a este último a también bajar precios y/o aumentar la calidad de su producto. Es así, que podemos afirmar que el precio de un producto se encuentra determinado, principalmente, en función a su demanda; es decir, que a mayor demanda, mayor será el precio de dicho producto. Ello no quiere decir que la oferta no intervenga en el precio, pues a mayor oferta y si la demanda se mantiene, el precio bajará y viceversa[2], no siendo el precio otra cosa que “la expresión de las interacciones de las valoraciones de compradores y vendedores” (Benegas Lynch (h.), 1979/2016, p. 99) en el transcurso del tiempo; en concreto, el precio es el registro histórico de un punto medio, voluntariamente aceptado por las partes, para adquirir un producto[3].
En los párrafos que preceden, se ha explicado de forma general el proceso de mercado y formación del precio de los productos. De igual forma, se encuentra inmerso en el ejemplo detallado el concepto de empresarialidad o, más propiamente, de la función empresarial, la cual, en palabras del brillante economista Israel M. Kirzner (1973/2020), consiste en:
“La atención que el ser humano dirige siempre hacia fines potencialmente provechosos hasta entonces inadvertidos, así como hacia recursos disponibles potencialmente valiosos aún sin descubrir. El reconocimiento de este elemento que ya he denominado empresarial, nos ayudará a comprender la función del empresario en el mercado y a apreciar qué es lo que diferencia el análisis de esta función de la de otros participantes”.
–(Kirzner, 1973/2020, pp. 51-52).
Tenemos, entonces, que la empresarialidad tiene como características esenciales: 1) el descubrimiento de un beneficio en la modificación, creación o corrección de una cierta actividad humana; y 2) la ejecución de acciones para poder consolidar y obtener dicho beneficio no descubierto aún. Del mismo modo, Kirzner realza que para obtener tal beneficio, no hace falta que el empresario tenga capital, separando de forma concreta al propietario por un lado y al empresario por el otro, como actividades y funciones económicas distintas. El primero de estos puede eventualmente economizar sus propiedades; no obstante el segundo encuentra un beneficio dentro del proceso de comercialización, no necesita ser productor del bien comercializado, bastando con comprar barato y vender más caro.
Cabe señalar, a los efectos del presente ensayo, que el concepto de empresarialidad o función empresarial no es de exclusiva aplicación a la ciencia económica. Por el contrario, es aplicable, igualmente, a otras ciencias sociales, pues, así como se detalla en los párrafos precedentes, tanto la política como la economía son ciencias sociales, donde el centro de estudio es el ser humano y, en consecuencia, la acción humana es la esencia del análisis y formación de axiomas. Es de esa forma que se generan axiomas generales que son aplicables tanto a la economía como a la política, siendo la empresarialidad uno de ellos.
3. La empresarialidad aplicada al escenario político-electoral como incentivos y desincentivos: sus vicisitudes y su solución
La libertad es incómoda[4], pues es de naturaleza rebelde, subversiva, anti-colectiva; la libertad piensa por sí misma, es crítica, científica, no cree en cuentos mágicos salvadores, ni en el bien del colectivo por encima de su propio bienestar (¿Cómo ayudar a alguien más si uno no está bien?). La libertad es la vida misma vivida en justicia. Ergo, la libertad se constituye en el principal filtro y muro de contención al poder colectivo-político, venga este del Estado como Gobierno o de la misma sociedad civil, siendo su ejercicio, la principal amenaza del político y burócrata. Dicho ello, procedamos a analizar el sistema político y sus vicisitudes.
La política, al igual que la economía, son de ejercicio inevitables dentro de la vida en sociedad. Uno puede no conocer sus particularidades y axiomas, pero no puede ignorar y pasar por alto las implicaciones de ignorar dichas particularidades y axiomas. Es así, que el burócrata del Ministerio de Economía puede aludir a una gran sapiencia espiritual y social la ocurrencia de cierta bonanza económica, que durante un lapso de tiempo tuvo un país determinado, producto del incremento de las materias primas –no de las medidas aplicadas por ese pseudo-economista–, pero no podrá ignorar que el despilfarro en el que se vio inmerso el país, gastando toda la riqueza adquirida en esa bonanza y la posterior creación de dinero para solventar el enorme e innecesario gasto estatal, creará, de forma inevitable, una severa crisis económica, dañando, especialmente, a los más pobres.
Tenemos claro, entonces, que la vida del ser humano se encuentra direccionada, en esencia, por la búsqueda del bienestar propio, salvaguardando, en primer lugar, la propia vida (instinto de sobrevivencia). Dicha actividad fue descrita por Kirzner, como ya mencionamos en el punto dos de este texto, como empresarialidad, la cual, aplicable tanto en economía como en política, demarca ciertos patrones de conducta en el hombre en su búsqueda del bienestar propio.
Si decimos que la empresarialidad es aplicable a la práctica de la política, decimos entonces que, en política los incentivos y desincentivos funcionan como motivadores de los que la ejercen para acceder a puestos de Gobierno y dedicarse a la “actividad política”, en razón de que ningún ser humano se interesaría en política si, a su criterio, no mejoraría su estado actual, pues si el entrar en política le aseguraría un estado peor que el actual, repito, a criterio de esa persona, esta no entraría en política y se dedicaría a otra actividad que satisfaga esa necesidad de forma óptima.
Antes de analizar los verdaderos incentivos de los políticos, es necesario que se examine, a grandes rasgos, la estructura del sistema político boliviano. Es así que en Latinoamérica, y especialmente en Bolivia, no cualquier ciudadano puede acceder a puestos de Gobierno, pues la estructura, que a propósito sea, fue diseñada por políticos en el poder, coloca varias barreras de entrada[5] a todas las personas que aspiran ingresar a puestos públicos. Solo a calidad de ejemplo, sin el respaldo de un partido político legalmente reconocido y constituido, trámite que requiere de un presupuesto sustancioso y se encuentra sujeto a revisión de otros políticos en función, no puede el ciudadano participar como candidato en ninguna elección. ¿No es, acaso, un derecho constitucional el elegir y ser elegido sin semejantes barreras de entrada? ¿No debería ser posible que cada ciudadano pueda participar en la “fiesta de la democracia” sin la necesidad de pedirle permiso a la autoridad pública?
En la práctica y sin hablar del gasto absurdo que se realiza en campaña, sin una estructura partidaria gigantesca, no tienes la posibilidad de supervisar o formar parte activa del control del voto (lo que genera un gasto económico gigantesco). ¿No sería más conveniente invertir ese dinero en estudios de los problemas reales de nuestra sociedad y proponer soluciones, en vez de gastar dinero en realizar un control o manipulación del voto el día de las elecciones? Es el Presidente del país, quien de forma conjunta con el Poder Legislativo (empleados de su mismo partido, pues este, casi siempre, tiene mayor cantidad de Senadores y Diputados en dicho poder), quienes eligen al Presidente de la Corte Electoral, ¡quien organiza las elecciones!
Luego de un breve análisis de algunas de las características principales del sistema político boliviano, podemos afirmar que, quien controla el acceso a ese mercado, son los mismos políticos de turno, colocando claros desincentivos de ingreso con barreras casi imposibles de cumplir. Ellos, los políticos de turno, buscan que ninguna persona pueda entrar al mercado de la política sin antes proponerles alguna clase de acuerdo, razón por la que el acceso es casi imposible de cumplir, por el monto de dinero, tiempo y mano de obra que se solicitan para cumplir los requisitos necesarios.
Bien decíamos que en el concepto de empresarialidad, lo que se analiza es la búsqueda y obtención, por parte del empresario, de un beneficio, el cual actúa como incentivo para direccionar el accionar del empresario a la consecución del mismo. En el escenario político boliviano, ese incentivo no es otro que el poder, pues, en “los mercados tienen un mecanismo de ganancias y pérdidas que no está presente en el ámbito político”[6]. Por ende, en el mercado político, el beneficio no es una ganancia económica otorgada por el consumidor al haber sido satisfecha una necesidad de este último, sino que la ganancia se constituye en una ampliación del poder frente a la sociedad, pues cada puesto político superior ganado en elecciones otorga un poder más amplio y totalitario, siendo el Presidente, el funcionario público con poder casi absoluto, lo que es contradictorio, pues se declaran ser “servidores del pueblo”.
Entendiendo que “más poder” es el beneficio que incentiva en su mayor parte a los políticos a ingresar al mercado de la política, en busca de un puesto de poder, no existe, en el político, una sincera motivación de trabajo y servicio en pro de su electorado, peor aún, del electorado opositor. No es necesario contar con un estudio amplio para darse cuenta del actuar del funcionario público promedio latinoamericano (político), siempre en beneficio del partido y de los amigos del partido.
Es así que podemos afirmar, al igual que el notable Bertrand de Jouvenel (1945/2011, p. 60), que “la democracia, tal como nosotros la hemos practicado, centralizadora, reglamentadora y absolutista, aparece como el periodo de incubación de la tiranía”, generando la oportunidad para el político de turno de abarcar más poder, no importando en el fondo el bienestar general de la ciudadanía. ¿No es una muestra clara de ello el actuar de los Senadores y Diputados del MAS (Movimiento al Socialismo, partido de Gobierno en Bolivia)?, quienes, sin discutir en profundidad las consecuencias y aplicabilidad de las norma que aprueban, levantan la mano en función de las necesidades de la cúpula masista (sus jefes). Un claro ejemplo es la modificación del reglamento para aprobar nuevas normas, modificado previamente por los anteriores legisladores donde el partido de Gobierno tenía dos tercios necesarios y, bajo la excusa de una sana gobernabilidad del líder del MAS, se disminuyó dicho requisito a simple mayoría. Resulta, pues, que el partido de Gobierno ya no obtuvo dos tercios necesarios, sino solo simple mayoría, es decir, el partido de Gobierno maneja todos los poderes del Estado, no existiendo, ni en una falsa apariencia, una verdadera separación de poderes y control institucional de la soberanía.
A ello debemos agregar que, durante la campaña electoral no se discuten aspectos ideológicos de las propuestas presentadas, mucho menos su viabilidad, las cuales, deberían ser producto de un estudio serio de los problemas que afectan a la sociedad. Por el contrario, todas las propuestas son de carácter populista, y lo único que buscan es comprar el voto del electorado al precio más bajo posible.
Es así, “que en la cima de nuestra sociedad hay unos gobernantes que, para armonizar los actos de los súbditos, velan por la armonización de las ideas. En la base, una muchedumbre que, en su conjunto, es dócil, creyente y trabajadora, que recibe del soberano sus consignas, su fe y su pan, que se hallan en una especie de servidumbre respecto a un amo inmensamente distante e impersonal” (de Jouvenel (1945/2011, p. 440).
4. Conclusiones: de la Libertad como única solución
Debemos concluir reconociendo que el problema esencial de la política boliviana es estructural, pues luego de un análisis de los incentivos y desincentivos para acceder al mercado de la política, podemos concluir que son los incorrectos[7]. Nuestro problema estructural no responde a una buena intención que salió mal, al contrario, es producto de una planificación adrede por parte de los políticos, para, no solo adquirir más poder, sino también, evitar en la medida de lo posible filtraciones de buenas personas que puedan resquebrajar la estructura diseñada por ellos. Como último recurso, recurren a la ilegalidad e impunidad como freno para personas que, venciendo las limitaciones diseñadas por los políticos, ingresan en la arena política o cuando ellos mismos pierdan el poder conquistado; a saber, el gigantesco fraude de 2019 o las elecciones para la FUL 2022-2024 (Federación Universitaria Local) en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, donde la Corte Electoral no solo no sancionó a los frentes que infringieron las normas del silencio electoral y el daño a la infraestructura de la universidad (siendo ello un delito: daño económico al Estado), sino que dejó participar a candidatos inhabilitados por la misma Corte, luego de habilitar al mejor estilo Evo Morales a otros candidatos que no cumplían las normas mínimas. ¿Qué sucedió allí? Sencillo, los puestos de control electoral, al servicio de la casta política del momento, ante el peligro de perder su fuente de poder económico y ante la imposibilidad de ajustar la norma a su conveniencia, vieron la manera de dejar pasar dichas y muchas irregularidades más.
Como bien es conocido, es complicada la inmersión de un “Caballo de Troya” en la estructura política para cambiarla mediante su propio procedimiento, justamente, por el hecho de ser legal. En proporción, uno se preguntará: ¿Qué más hacer?, o, en realidad, ¿qué podemos hacer nosotros ciudadanos individualmente? La respuesta no es otra que hacer uso de nuestra racionalidad y pensamiento crítico, actuando y reaccionando frente a toda imbecilidad de parte de los gobernantes, y cuestionando de forma severa toda irracionalidad y/o acto malicioso realizado por los políticos, ya que “comenzar a razonar es como poner el pie en una escalera mecánica que asciende hasta perderse de vista. Una vez que damos el primer paso, la distancia que recorremos es independiente de nuestra voluntad y no podemos saber de antemano donde acabaremos”[8].
El razonamiento crítico es condición esencial para la libertad; si usted no es crítico de forma racional, no puede ser libre. De esa forma, es necesario que cada uno de nosotros, sin importar los colores ideológicos, debe ser un crítico del poder. Existen ejemplos de sobra del sometimiento al Jefe, por ejemplo, en la Gobernación de Santa Cruz tenemos a un déspota que hace uso de la amenaza y la violencia para responder –en realidad, quienes responden por él son sus lacayos, que en busca de un beneficio, renuncian a su capacidad de pensar y defienden lo irracional e indefendible– las críticas que se le realizan sobre los escandalosos actos que ejecuta. Debemos tener muy en cuenta que es materialmente imposible mejorar la situación de Santa Cruz, si primero no somos críticos con el actuar de nuestras autoridades. Del mismo modo, tenemos un Alcalde (Santa Cruz de la Sierra) que en su anterior gestión ¡validó la corrupción públicamente!, y hoy se ve inmerso en una serie de vínculos con actividades ilícitas –urge exigir y gestionar una revocatoria–.
Dicho lo precedente, la libertad es el aspecto más importante para la realización del ser humano. “Primero libertad, sin libertad no hay nada”, dijo el ilustre Antonio Escohotado (Juan Ramón Rallo, 2021). El uso de nuestra racionalidad nos guía y lleva hacia la libertad. La excusa de muchos es “no hay alguien mejor, por eso defendemos o votamos por él”, y claro que no va a existir jamás alguien mejor si ustedes no lo demandan con sus críticas y su actuar racional, por lo que estaremos condenados a una eterna servidumbre si uno no cambia en su lugar y decide ser libre. Trabajamos medio año para nosotros y medio año para pagar impuestos para mantener una tropa de políticos que solo buscan más poder. ¿Esto es lo que se quiere para nuestros hijos?
Recientemente, existió una discusión y debate en las redes sociales sobre la cantidad de dinero que supuestamente cobra Albertina Sacaca por publicidad (Sacaca es una influencer que cuenta con millones de seguidores). En el debate se cuestionaron varios aspectos, dentro los cuales puedo resaltar: si existe un precio justo por un producto o servicios, o si el Estado debiese controlar los precios de publicidad de los influencers y regularlos o si estos deben pagar impuestos. El hacer uso de nuestra racionalidad y pensamiento crítico consiste, justamente, en analizar e investigar ¿qué es un precio?, ¿puede existir justicia en la imposición de un precio a algún productor?, ¿cuáles son los efectos de poner precios máximos?, para así, poder, no solamente emitir un criterio ajustado a la realidad, sino comprender de lo que se habla y prevenir cualquier clase de efecto negativo en nuestras vidas provocado por una decisión del Gobierno, por ejemplo, mantener un tipo de cambio fijo sin disciplina macroeconómica (¡la crisis que se viene!).
Cabe la necesidad de mencionar que, no es necesario que uno tenga un título profesional o una especialidad para poder cuestionarse estos temas y emitir un criterio, pues “la inteligencia y la pericia no proporcionan inmunidad contra las infecciones cognitivas” (Pinker, 2021, p. 373) o los sesgos cognitivos (léase estupidez). Lo que sí es imprescindible, es la búsqueda de información al respecto y la voluntad de no parcializarse con algún punto por puro sentimiento, sino por el uso de la razón. Como dije anteriormente, se puede ignorar la realidad, pero no se puede ignorar la consecuencia de ignorar la realidad.
Finalmente, es menester nuestro entender que:
“El poder de la racionalidad para guiar el progreso moral va de la mano de su poder para orientar el progreso material y las decisiones sabias en nuestras vidas. Nuestra capacidad para lograr incrementar el bienestar en un cosmos implacable y para ser buenos con los demás a pesar de nuestra naturaleza imperfecta depende de que captemos principios imparciales que trasciendan nuestra experiencia provinciana. Somos una especie que ha sido dotada de una facultad elemental de razonar y que ha descubierto fórmulas e instituciones que amplían su alcance. Estas nos despiertan a ideas y nos exponen a realidades desconcertantes para nuestras instituciones, pero que son verdaderas a pesar de todo”.
–(Pinker, 2021, p. 392).
Hemos vivido mucho tiempo manteniendo burócratas en puestos de poder. Depende de nosotros seguir haciéndolo o, por el contrario, liberarnos de la casta política que nos lleva paulatinamente a un estado de servidumbre cada vez más grande y amplio. Atrevámonos a pensar por nosotros mismos ¡he ahí el camino! Como señala Pinker: “el ser humano es más feliz y vive mejor en la medida que cuestiona más y razona más”. Vivir en sociedad libre es posible, tener mejor calidad de vida es posible, y ser feliz es posible, pero, depende enteramente de nosotros.
Referencias
Benegas Lynch (h.), A. (2016). Fundamentos de Análisis Económico. (12ª ed.). Grupo Unión. (Obra original publicada en 1979).
Boettke, P. J. (Coord.). (2017). Manual de economía austriaca contemporánea (A. O. Ravier, Ed.). Unión Editorial.
De Jouvenel, B. (2011). Sobre el poder: Historia natural de su crecimiento (J. M. de la Fuente, Trad.). Unión Editorial. (Obra original publicada en 1945).
Juan Ramón Rallo. [@juanrallo] (2021, 16 de octubre). Entrevista a Antonio Escohotado [Archivo de Video]. YouTube. https://youtu.be/pJw4q1wCaC4.
Hayek, F. A. (2020). Los fundamentos de la libertad. (10ª ed.). Unión Editorial. (Obra original publicada en 1960).
Kirzner, I. M. (2020). Competencia y Empresarialidad. (3ª ed.). Unión Editorial. (Obra original publicada en 1973).
Mises, L. v. (2011). La acción humana: Tratado de economía. (10ª ed.). Unión Editorial. (Obra original publicada en 1949).
Pinker, S. (2021). Racionalidad: Qué es, por qué escasea y cómo promoverla. Paidós.
Notas
[1] Es importante señalar que el ejemplo se encuentra dentro de un marco de libertad económica, donde el Estado no ejerce su perniciosa intromisión, pues la intervención de este siempre genera alteraciones en el mercado que perjudican, en primer lugar y de la peor manera, al más necesitado.
[2] Por esto, el control de precios de ciertos productos denominados esenciales o de primera necesidad, es una medida tan contraproducente, pues al poner un precio máximo de venta, el beneficio que los empresarios pueden sacar de la producción y venta de esos productos desaparece, creando desincentivos para producir y vender, generando escasez (disminuyendo la oferta) y, si la demanda no disminuyere en el mismo porcentaje, provocando escasez severa, abriendo, paralelamente, un mercado negro. Tales productos se comercializarían a un precio elevado por la falta de oferta.
[3] Es por ello que el único precio justo que puede existir es el libremente pactado entre las partes de una transacción, y no el que a criterio de un burócrata debería primar sobre lo elegido entre estas.
[4] Al respecto, debemos realizar la necesaria aclaración que, cuando se menciona la palabra libertad, refiriéndonos a la libertad individual, es en esencia y como la describe Hayek (1960/ 2020, pp. 31-45): “la ausencia de toda forma de coacción”. Por ende, no nos referimos a la libertad como la capacidad de hacer algo, pues ello no es libertad, sino poder.
[5] Paradójicamente, son los mismos políticos los que acusan al empresario privado de colocar barreras de acceso al mercado y, mediante leyes y normas a todas luces injustas, pretenden, bajo un pretexto de “justicia”, desarrollarlas en realidad, supuestamente, para “evitar monopolios”. Evidentemente, en la práctica es solo una excusa para, de alguna forma suspicaz, beneficiarse ellos mismos o algún amigo de su política de turno.
[6] Miller, 2017, como se citó en Boettke, 2017, p. 199.
[7] Dichos incentivos y desincentivos deberían basarse sobre el servicio, no sobre el poder, y diseñarse desde la estructura, para que los políticos no puedan conseguir otra cosa en sus funciones que no sea el simple reconocimiento o la condena por sus labores realizadas, no pudiendo, de ninguna forma, obtener poder y/o dinero desde su puesto de funciones.
[8] Singer, 1981/2011, como se citó en Pinker, 2021, p. 369.
Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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