Cuenta la leyenda que esta frase se le oyó decir a Voltaire. Un comentario tan francés como el mismo Voltaire y toda su carga irónica posible. Por fuera de los Pirineos está la península ibérica. Es decir, España. Y si España no es Europa ¿entonces qué es? América. No la América de los americanos, que están en el Norte y comparten similares procesos identitarios con anglicanos, calvinistas y luteranos europeos. Son los americanos de la casa de Isabel la católica y sus maleantes que arroparon la vocación saqueadora, marrullera y puñetera de padres de la patria. Los mismos que libraron de las mazmorras para que enseñaran civismo y cultura a los indomables indios.
¿Tenía razón Voltaire? La respuesta a esa pregunta depende de como hubiera debido actuar el expresidente de la federación española de fútbol luego de su inimitable gesto con una futbolista en el momento de coronarse campeonas del mundo. La posición decente debió ser fulminante e inmediata: pedir perdón y entregar el puesto. Perdón a la jugadora, a todas las deportistas y a todos quienes sufrieron algún tipo de vejamen con su acto.
Pero no ocurrió así. Utilizó, como es tan propio de los nuestros, todas las estratagemas posibles para reducir su hecho a un consentimiento o a una persecución política. Porque así somos. Ibéricos y latinos cortados con la misma tijera. Amarrados al poder con uñas y dientes. Pero eso no significa que así deba ser. A la tozudez y arrogancia del poder le sucede la resistencia; que no se conforma con relatos tibios y exige una única acción concreta: la separación del cargo, como mínimo. Porque de toda esta convulsión de sucesos políticos que desmontan la posibilidad de que el macho utilice excusas emocionales o mediáticas para atravesar un lindero que requiere consentimiento, debe quedarnos un aprendizaje: una víctima, sujeto pasivo de actos sexuales de violencia, cada vez está menos sola.
Comentar