El Instinto de rebaño

Foto: Juan Carlos Negrette

La violencia se ha convertido en el método político estudiantil para hacer cualquier tipo de reclamo, entorpeciendo cualquier intento de construir una sociedad con cultura democrática, cuyos valores descansan sobre consensos. Consensos entre todos los que pensamos diferente. Resulta difícil de visualizar hoy en el país e incluso en la región, un espacio de intercambio de ideas y aportes, la democracia es vista como un juego entre ganadores y perdedores. Insta recordar que la pluralidad oxigena la democracia, es algo que me gusta tener en cuenta y manifestarlo cada vez que tengo la oportunidad, sin embargo me estrellé con una realidad totalmente contraria, yo como estudiante universitario, no lograba percibir, al menos no tan detalladamente, lo radical y peligroso del asunto.

A grandes rasgos, no veo el interés que los estudiantes dicen tener por dialogar en democracia, tampoco noto algún rastro de cultura democrática en las manifestaciones; donde debería primar la tolerancia, la pluralidad y el empoderamiento de la individualidad. De hecho, la democracia se fundamenta en el uso de la palabra como método de persuasión, donde la violencia obedece a un ejercicio bárbaro. También; podríamos responsabilizar una notable inexistencia de evaluación propia y una evaluación a lo que se escucha, resultado inevitable del colectivo. Un colectivo que dice ser abierto, pero es cerrado, dice ser plural, pero es homogéneo y dice ser  apolítico, pero encarna lo más ruin de ésta.

Lo preocupante de la actitud cerrada de los estudiantes, es que, se impone con un discurso hegemónico, que aparentemente es lo “correcto y verdadero”, pero a mi juicio esto ha ido más allá de una buena o mala fe sobre sus fines. Representando así, una prohibición discreta al espíritu democrático, donde consecuentemente participarían los profesores, pero, ¿en qué sentido?, diría yo, en el simple temor a opinar en una clase. Los profesores brillan por no saber cómo lidiar esta nueva lógica del poder, no los culpo, ciertamente el tema es más complejo de lo que parece.

Los estudiantes usualmente prefieren callar o acomodarse al discurso predominante para evitar sentirse aislados del grupo, llevando a mi juicio a una “autocensura”. Desde el simple hecho de evitar decir algo dentro de la universidad por miedo a represalias de grupos violentos dentro de la misma, hasta el temor de exponer ciertas posturas en los trabajos por temor a que el profesor se moleste, ha llevado el sistema democrático a su posible tumba. La libertad de expresión está siendo parcializada a nuestros ojos, pero esta vez no por el gobierno, ya que aún no contamos con el ministerio de la verdad ni la policía del pensamiento; para lograr la reeducación de los disidentes de lo políticamente incorrecto, para tristeza de los progresistas o de los grupos de “estudiantes eternos”. Estos pequeños grupos se conforman de manera particular, logran aprovechar la deficiencia de las instituciones universitarias para lidiar con asuntos de violencia interna y la explotan para conseguir, por supuesto, fines particulares. Un rebaño que es muy bien controlado por esta minoría que repite un mismo discurso en busca de penetrar sobre alguna ganancia lucrativa de parte del gobierno o una cuota universitaria, por eso se basa en un grupo cerrado, gritando y etiquetando, es necesario que estos no razonen, solo insulten y agredan, no tienen la capacidad de atacar un argumento o pensar críticamente, si tan solo debe gritar, tirar o correr para “ganar” una discusión. Aunque a mi juicio, es mucho pedirle a una masa que piense o argumente por sí misma, las colectividades críticas no son más que una contradicción o un mito. Es difícil cuestionarse algo cuando se vive periódicamente en un colectivo. Se crea un fanatismo enfermo producto de la alta repetición de un mismo discurso al cual la colectividad debe ceñirse, (“2+2=5”) y en este aspecto, comprendo a muchos estudiantes que hacen parte del rebaño pues existe un notoria dificultad de vivir contracorriente. Lo anterior ha sido el detonante de la capitalización de malestar por parte de grupos radicales; que no ofrecen soluciones a los problemas, ofrecen una ilusión de importancia. Les hacen creer a los incautos que están siendo parte del desenlace, se les da una razón por la cual sentirse orgullosos, aunque solo se les usa para levantar los puños y gritar slogans mientras pierden la individualidad y el criterio propio, mientras se les reemplaza por frases y carteles. Decía Nietzsche “El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo”; describe el autor la existencia de una contracorriente con la cual debemos luchar para evitar ser absorbidos por la masificación de la tribu, imaginaría uno, todos los estudiantes discutiendo,  cada uno desde una idea individual, proponiendo, debatiendo y construyendo. Lastimosamente la realidad es otra, en el campo estudiantil, generalmente, aparece un grupo que comparte un discurso y lo impone, siendo estos minoría. Consideración mía y espero de muchos, eso no tiene nada de democrático y es que los valores democráticos mismos necesitan a mi juicio un replanteamiento. Se me hace preocupante la ignorancia supina presente en autoridades académicas y estudiantes universitarios, de la cual, no estamos exentos, estoy de acuerdo en que todos ignoramos algo, sin embargo, creer tener una respuesta a todo y que esta se deba aceptar incluso por ley, me parece insensato.

Dice Ana María Ruiz que “la democracia se expande como partera de la estupidez humana”, aunque yo cambiaría estupidez por barbaridad, pues el alto grado de violencia que ha legitimado la movilización tribal de estudiantes corresponde sin dudas a un ejercicio del poder violento que lo único que ha logrado es apartar de la discusión a grandes sectores estudiantiles que bien podrían aportar más (suponiendo que hoy se esté haciendo algún aporte diferente a pedir más dinero). Las minorías extremistas que legitimaron el discurso uniforme desde el comienzo acusan al sector que alejaron de apáticos e ignorantes, con la excusa de “prefieren una fiesta y cosas banales que luchar por su país” dando la espalda completamente al grado de sometimiento que ellos mismos plantaron y que obviamente no sería bien recibido por todos. Si estos mismos personajes crean etiquetas y términos peyorativos, gritos e insultos a todo el que opina diferente a la masa irracional de estudiantes, ¿quién querrá opinar?

Ahora bien aunque el fenómeno de las movilizaciones estudiantiles tiene muchos más factores por analizar. El tema del colectivismo tribal o instinto de rebaño se ha logrado convertir en una institución no convencional que ejercita un poder antidemocrático paradójicamente en nombre de la democracia. Esto bajo un slogan, pañuelo o cualquier distinción, planea unificar la identidad, arrancando la individualidad de sus miembros, a medida que se desarrolla un colectivo, este se identifica cuando tiene un enemigo instituido, una sola concentración contra la cual luchar.

Los colectivos recrean una identidad impropia a medida que atacan un enemigo común, intentando acabar incluso con la vida universitaria de quien cometa la infracción imaginaria de contradecir, banalizar o ridiculizar (como ellos mismos hacen) las ideas anticientíficas de estas masas sin criterio, acusando de acosador o facho cualquier opinión que no encaje en el discurso dominante. Son estas etiquetas las que precisamente alejan sectores importantes del debate, mientras la masa irracional debe repetirlas para demostrar a todo el que piensa diferente que será sometido si intenta cuestionar o criticar. Nada diferente a lo que se haría en la edad media, una minoría cortando cabezas y exponiéndolas al pueblo, para que estos aprendiesen a no opinar contra el statu quo. Deben atacar los cimientos de las personas, en enjambre, dándole la sensación de que esta solo y aislado contra un rebaño, uno que no debate, no propone y  tampoco construye, solo grita, se victimiza y usa pseudo lenguas.  Por otro lado, la desnutrida “derecha” partidaria de los partidos azules, proclaman el poder para actuar sobre otros, cosa que me parece una total insensatez, el uso irresponsable del poder es sumamente peligroso, más cuando proviene de otra masa irracional con pensamientos totalmente contrarios al instinto de rebaño estudiantil pero consignas muy similares, puede que el poder que piden contra ese otro colectivo de choque, se use contra ellos y no para ellos. Es importante tener en cuenta que todo desarrollo de una individualidad necesita como requisito una existencia de contracorriente, una existencia de respeto, excluyendo asegurar que el otro tenga la razón en medio de ese respeto, pues siempre se contempla el rechazo a esas ideas totalitarias sin distinción del nombre del colectivo, pues hoy por hoy el actuar del movimiento antifascista es muy similar a los fascistas, una completa paradoja, sin embargo real. Muchos se autoproclaman democráticos y son totalmente antidemocráticos, incluso los defensores de la vida muchas veces justifican asesinatos, quizás por eso no se me parece tan loco que los estudiantespacíficos justifiquen la violencia, cuando se vive constantemente en un colectivo es inevitable seguir cabeza agacha el instinto de rebaño.

Carlos Manjarrés

Abogado de la Universidad Libre Seccional Barranquilla. Director de Divulgación de COLIBRE.