Recuerdo una mañana en la que mi gato intentaba atrapar un colibrí, se balanceaba sobre una cerca de hierro muy delgada y en el momento que dio el salto parecía volar, se lanzó sobre ese pequeño pajarillo con una hermosa y brutal delicadeza; después salió caminando con tal elegancia y suavidad, que entonces comencé a preguntarme porqué aquel cuerpo de gato se veía tan liviano, aunque no solamente era el de mi gato. En las noches sentía en el tejado otros gatos pasar corriendo en puntitas. ¿Cómo se escapan del peso de la vida?
Van por las calles de equilibristas ignorando lo temible, los monstruos que los rodean. Posándose en los tejados, rejas y barandillas de las calles y edificaciones. Esquivándole la mirada a la pesadez de vivir. Y es que se esconden detrás de ese pelaje con tanta sutileza, aguardando lo simple, la calma.
Es como ver caer una hoja en otoño, mezclándose con el viento lentamente hasta que toca el suelo. Así son los movimientos del gato, tan misteriosos. Todo un maestro en el arte de la levedad.
Ignoran la estructura, sustraen el peso de la tierra. Sin contar su receptividad al detalle, la paciencia. ¿Cuánto por aprender de los gatos? Si yo fuese un gato equilibrista quizás podría dominar lo espantoso con los pequeños pero bellos detalles de la existencia, no temería lanzarme hacia el vacío, ni a la oscuridad de los días y atravesaría la opacidad del mundo como una pluma entre el viento.
A veces pienso que los gatos aguardan un poco de ingenuidad hacia al mundo, al igual que los niños, y quizás esa fascinación por lo simple es lo que los mantiene livianos ante un mundo hecho piedra, inmunes ante la tediosa lucha que conlleva la vida.
¡Pero cuánto cuesta! y como decía Kundera, “la insoportable levedad del ser”.
El mirarse en el espejo y descubrirnos humanos, en esa condición de opresión desesperada, pues cada cosa de la que creemos obtener la levedad, no tarda en mostrarnos su carga. Y también pienso que pensar en el peso de las cosas, también es un peso, y que la vivacidad y la ingenuidad se alejan de nosotros… ¿les pertenece a los gatos?
Ellos no le temen al abismo, en cambio ¿acaso nosotros pensaríamos en saltar al vacío que hay debajo de nuestros pies? El solo pensar en que no hay firmeza atormentaría a más de uno. Así que cuanta virtud tienen los gatos equilibristas, dueños de esa pequeña luz que ilumina y atraviesa las piedras.
Cómo se mantiene el equilibrio y se eleva el alma, siempre será un misterio. Hay quienes buscan la levedad en el amor, la poesía, el lenguaje y otros más. Pero hoy la veo de alguna forma en lo intangible e inteligible, hasta me cuesta entenderlo en el acto que vi y cada vez que se desvanece. Un gato que atrapa a un pájaro, ¿qué hay de raro en ello?
Esta prosa poética apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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