«Enfrentar a una persona con su propia sombra es mostrarle su propia luz».
Carl Jung.
La amistad es un milagro que perdura en el tiempo, mientras las relaciones de pareja son como los yogures, bajo la tapa tiene la fecha de vencimiento. Tal vez porque con el amigo no hay expectativas, control ni proyecciones se posibilita el diálogo desde la intimidad, donde muchas veces las ideas podrían ser escandalosas para los que observan desde el pedestal que brinda la cobardía del juicio. Y considero a Oscar uno de esos amigos que se añejan con el tiempo. El amigo que conoció y compartió con Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis en México. El amigo escritor y académico que sigue vigente.
La literatura de Oscar es discreta y profunda. Te espera paciente para arañarte el corazón y despertarte del letargo, que a veces es la vida. Y nombro apenas cinco de sus cuentos: “Sola en esta nube”, “Constancia”, “Gol Olímpico”, “El cumpleaños de Sardino” y “Vuelo a Madagascar”.
Estos cuentos promueven un exorcismo a la inversa. En vez de generar una catarsis en los personajes, expulsar oscuridades o demonios; ahondan en el conflicto, la sombra y lo indeseado.
El autor busca, en sentido metafórico, develar aquello que sientes, vives y ocultas; aquello que no logras nombrar. De ahí, que estos relatos no moralicen, no den lecciones de vida, no plateen moralejas ni conciban una verdad absoluta.
“Sola en esta nube”
Con este cuento Oscar ganó el III Concurso Nacional de Cuento Argemiro Pérez Patiño, convocado por la Universidad de Medellín (Colombia) en 1983. En el relato, Ana Clara, recuerda su vida de puta mientras hace el desayuno. En ese instante ella viaja al pasado; en el viaje Medellín también cambia, se ve la plaza de Cisneros y Guayaquil. Uno de los recursos narrativos que utiliza el autor es el monólogo interior para establecer un desorden hermoso en la personalidad de Ana y se desbaratan, reubican y retuercen las palabras. “Hago el desayuno aunque no haya con qué hacerlo desayuno desayuno desayu… no hay con qué desa yuno des ayuno des ay uno de sa yu no ay uno ayuno ¡ay de uno! Hay uno por semana y ayuno toda la semana… Me debería llamar Semana Clara… No, Semen Ana Clara, pero soy Ana Clara la que prepara el único desayuno de su semanaclara, este que preparo hoy, un domingo igual a todos, haciendo las mismas cosas”. Es un inicio que atrapa y te deja sin aliento.
“Constancia”
Con este cuento Oscar obtuvo el Premio único del VIII Concurso Latinoamericano de Cuento, Instituto Nacional de Bellas Artes, Casa de la Cultura de Puebla y Gobierno del Estado de Puebla (México), 1979. El relato plantea un interrogatorio brutal de militares. Y los diálogos, en vez de separarse con los guiones largos, se mezclan con la historia. Oscar acude de nuevo al monólogo interior para recrear la atmósfera violenta en la situación de tortura: “¡La comida! ¡Tomá cabrón comemierda gran marica… hijueputa!… Un maricón dos hijueputa tres arriba malparido cuatro abajo no hay colores, no hay sombras ni puede haberlas porque todo es una sombra que se dobla y dobla hasta volverse un rollo, un círculo, una esfera en la que estoy metido… ¡Vivo dentro de mi propia sombra enrollada sobre sí misma! ¿Por qué estoy aquí…? ¿Qué puede ser este lugar? ¿Qué hay después de mi oscuridad…? ¿Quiénes hablan, quién habla detrás de esa barrera de negrura…? ¿Y esos otros que me dan de palos…?”. Y apenas puedes respirar. Y percibes la actitud masoquista del personaje que se acostumbra al dolor y está insatisfecho con el final feliz del cuento: la libertad.
“Gol olímpico”
En este cuento Oscar muestra al municipio de Bello rural, sin autos ni almacenes. Y vuelve al monólogo interior para narrar el instante en que Camilo, el personaje, está frente al balón dispuesto a chutar. Y siente la presión de los amigos y la familia. Entonces se ensueña: “Don Emilio ya debe estar destapando las gaseosas frías una dos tres cuatro cinco por un lado y una dos tres cuatro cinco por el otro, alguien me encandila con un espejito desde un segundo piso pero el sol ya no tiene fuerzas para impedir este tiro que tiene que ser gol pero parece que desde mi quicio pensara este Camilo se va a dejar coger de la tarde y yo a cuatro pasos del balón me imagino un gran estadio, el Maracaná y esos grandes astros del fútbol como Pelé que se ríe cuando va a patear y que se ríe cuando patea la pelota y que se sigue riendo después sin mirar a dónde ha ido a parar la pobre bola que harto le deben doler tantas patadas en un partido…”. Y cuando se decide a partear el relato da una comba, como la que hace el balón en un gol olímpico, y te enteras de que tan solo eras un testigo de las ensoñaciones de un niño solitario.
“El cumpleaños de sardino”
Es la historia de un niño sicario que muere el día de su cumpleaños. El cuento recrea la violencia en Medellín en los 90. Oscar utiliza los diálogos con guión largo y dos voces narrativas (la 1ra y la 3ra persona) para desarrollar la trama. La 1ra persona la usa para situar al narrador como observador: “Ahora, al recordar y narrar estos sucesos me parecen inverosímiles. Y más increíble aún la reacción de los muchachos, quienes tal vez se negaban a estimular su imaginación, y por eso insistían en tomar las explosiones como parte de la guerra que vivía la ciudad en aquella época”. Y la 3ra persona para recrear las vivencias de Sardino; vivencias que se alternan entre la experiencia de un chico duro en una banda de atracadores y la ansiedad de no saber cómo interactuar con la muchacha que le gusta: “Sardino pensaba que ni siquiera sabían besarse. Tal vez ella besaba mejor, con seguridad y decisión. Pero todo le parecía muy extraño y muy difícil. Nadie le había enseñado a besar. No distinguía el amor que sentía por Sandra, de sus deseos locos y de su curiosidad. No disfrutaba, aunque fingía saber mucho y ser un experto”. Y las dos voces narrativas se complementan para hacer que la trama avance hacia el inevitable y doloroso final.
“Vuelo a Madagascar”
Es el relato de un muerto que viaja en los cuerpos de los vivos. Y cuando el muerto encuentra el cuerpo de un español, le roba la voluntad y escribe una carta a la exmujer, para vengarse. En este cuento la experiencia de la muerte es muy viva: “cuando puedo me trepo a los pies o los hombros o el cuello de cualquiera, y sigo con él para donde vaya. Supuestamente ya no tengo un cuerpo físico que pese, hable, huela y respire; sin embargo, casi siempre el individuo a quien me le subo se molesta, intenta rebelarse y no seguir porque seguramente siente que algo insólito le está sucediendo; pero yo me aferro a su cuerpo como una sanguijuela, y el tipo no tiene más remedio que seguir su camino, quizá acostumbrado ya a mi sombra totalmente entrelazada a él”. Es una narración muy a lo Rulfo. Tanto, que el muerto aprende a estar entre los vivos y se niega a morir de nuevo.
Estas historias corren el velo de la apariencia y te muestran —en el fondo de la imagen proyectada— una personalidad alterada y melancólica. También, se escucha el clamor de la memoria colectiva de un dolor que siempre ha rugido. Y recuerdas que la violencia, la sombra, el abandono están ahí, por más maquillaje que uses.
Y es posible la confrontación porque las historias de Oscar establecen un puente entre lo temporal (lo que vives y sientes) y lo intemporal (lo que el relato dice en cada lectura), para vislumbrar la incógnita o la sombra que te acecha en la intimidad y se escapa a la palabra.
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