«El diario es el espacio en donde el autor experimenta una escritura fragmentaria, a medio camino entre el registro íntimo y la creación literaria. Las experiencias habituales, el amor y el odio hacia sí mismo, contrastan con el ejercicio del pensar, leer y escribir. Crear bajo el amparo del calendario es una forma de escapar a la cotidianidad: cada día hay algo por relatar y lo descrito preserva lo vivido a la posteridad”.
La escritura de un diario nunca es inocente. El que compone un diario, aún el más íntimo y reservado, espera a que alguien en cierto momento se interese por sus alegrías, frustraciones, sueños, pensamientos, y sobre todo, por los acontecimientos habituales. Según Maurice Blanchot, el diario es por definición un memorial; es un texto en el que el autor “se ata a la realidad cotidiana” y reflexiona sobre el sentido de la vida misma.
Un ejemplo de vanidad es el diario de Thomas Mann, obra publicada luego de veinte años después de su muerte, según lo dispuesto por el autor en su testamento. Algunos creyeron que el diario revelaría grandes confidencias; empero, la insignificancia de los hechos relatados decepcionó a muchos lectores. Describía lo que desayunaba, las enfermedades que padecía, los paseos por el bosque o las pulsaciones homosexuales que lo atormentaban. Mann, escritor reconocido por su novela La montaña mágica, sólo plasmó en su diario meras trivialidades. Por otro lado, el caso de Fernando Pessoa resulta de mayor interés, ya que no se molestó en proteger el contenido de su diario, lo preservó en un viejo baúl y aguardó cincuenta años desde su tumba para que la obra fuera descubierta. El resultado: El libro del desasosiego. Bajo el heterónimo de Bernardo Soares, Pessoa interroga la cotidianidad y reflexiona sobre el sentido de la condición humana; al respecto declara: “¡Cuántas veces me duele existir, con una náusea hasta tal punto confusa que no sé distinguir si es un tedio o si es el anuncio de un vómito!”.
El diario sirve también como cuaderno de notas en el que apuntes e ideas se escriben antes de que se conviertan en libros. A manera de texto que genera otros textos, el diario es el espacio que da cabida a otras formas de expresión: dibujos, comentarios sobre lecturas, manuscritos de relatos, métodos de escritura y fuentes de inspiración.
En una carta dirigida a Felice Bauer, Franz Kafka manifiesta su decepción ante la falta de tiempo para escribir: “Toda mi forma de vida está centrada exclusivamente en la creación literaria. El tiempo es breve, las fuerzas exiguas, la oficina un horror, el hogar ruidoso”. Las contraproducentes condiciones lo obligan a crear de noche, fatigado y angustiado. Hacia 1915 sus lamentaciones van en aumento; declara: “He abierto el diario con la intención especial de facilitarme el sueño. Veo precisamente la última anotación y podría imaginar miles de anotaciones de idéntico contenido escritas durante los tres o cuatro años. Me consumo sin sentido; me haría dichoso poder escribir; no escribo”. Las horas son insuficientes; Kafka quería dejar a un lado las distracciones y escribir de un solo tirón, como aquella noche de 1912 que compone en unas cuantas horas La condena.
Resulta interesante el caso de Virginia Woolf: utiliza el diario como espacio para desarrollar sus trabajos en progreso y para liberarse de las exigencias de la escritura. A propósito de Momentos de vida, la autora comenta que para descansar de la biografía de Roger Fry, acude al diario para abandonar por un momento la ardua labor intelectual. Al respecto escribe: “La verdad es que escribir es el placer profundo y ser leída el superficial. Ahora estoy en tensión por el deseo de dejar el periodismo y dedicarme a Al faro. Ésta va a ser bastante corta: mostraré el personaje de papá completo; y el de mamá; y St. Ives; y la infancia; y todas las cosas que siempre trato de meter, la vida, la muerte”.
El diario es el espacio en donde el autor experimenta una escritura fragmentaria, a medio camino entre el registro íntimo y la creación literaria. Las experiencias habituales, el amor y el odio hacia sí mismo, contrastan con el ejercicio del pensar, leer y escribir. Crear bajo el amparo del calendario es una forma de escapar a la cotidianidad: cada día hay algo por relatar y lo descrito preserva lo vivido a la posteridad.