El día que Twitter editó la historia

Illustración: Aïda Amer/Axios

Donald Trump pudo haber salido de la casa Blanca como un pésimo perdedor, incapaz de probar el supuesto fraude electoral del que fue víctima. Pero luego de que Twitter suspendiera su cuenta de forma permanente, bajo la excusa de evitar un mal mayor, Trump terminó por recibir la atención que buscaba. Así como en los oscuros tiempos del Emperador romano Nerón frente al Senado, el cóctel del circo populista frente al Capitolio estaba listo: Conspiración, violencia, terror y victimismo.

La acción de Twitter es más que un punto de inflexión en las políticas de contenido de la red social, también representa un nuevo capítulo de censura que encrudecerá las ideas de conspiración de QAnon y otros grupos extremistas. Por mucho que las ideas de conspiración de estos grupos extremistas nos causen gracia, el efecto Streisand es una realidad en internet y los medios convencionales. No dejemos de lado el hecho de que Internet es un ecosistema plagado de mentes débiles, de bendecidas y afortunadas e internautas enfermos de soledad, entre otras cosas.

Muchos comentaristas han justificado la acción de Twitter de suspender la cuenta de Trump, pues la libertad de expresión del presidente de Estados Unidos, como la de cualquier otro ciudadano, tiene límites y estimular la violencia entre los manifestantes desde el poder es uno de ellos. Sin embargo, en mi opinión la libertad de expresión no es el gran protagonista de esta historia, y antes de glorificar la acción de Twitter es importante tener presente que, la pésima relación entre la plataforma de microblogueo y Trump es muy antigua.

Trump siempre se negó a utilizar la cuenta general que la plataforma dispone para los presidentes de Estados Unidos, de esta forma, él nunca abandonó su cuenta personal en Twitter, y una vez que asumió el poder como presidente, Trump puso fin a la Neutralidad de la Red, una medida que afectaba la economía y la difusión de grandes empresas tecnológicas y plataformas famosas como Twitter y Facebook respectivamente.

La Neutralidad de la Red es el verdadero protagonista de esta historia.

La neutralidad de la red es un principio que busca garantizar la circulación continua y fluida de BITS entre los diversos usuarios y servidores sin que haya obstáculos. Es decir, este principio pretende evitar que el acceso a la Red sea por medio de distintas velocidades, pues de esta forma, las personas de mayores ingresos tendrían un mejor acceso que aquellas que no. De no existir este principio, ciertas poblaciones recibirían un trato discriminatorio por no poder acceder a toda la información y al contenido de la Red. La neutralidad de la red debe garantizar la conexión entre dispositivos y la ejecución de aplicaciones sin restricciones.

Este principio es uno de los más antiguos de la Era prehistórica del Internet. El término Neutralidad de la Red tiene sus orígenes en el famoso Informe Bangemann (1994) presentado ante la Comunidad Europea, en donde se discutió el establecimiento de infraestructuras de Telecomunicaciones que garantizaran la interconexión y la interoperabilidad de servicios, teniendo en cuenta el contexto económico basado en la liberación del mercado para promover la competencia y la inversión privada.

Aparentemente, la Neutralidad de la Red es una forma muy romántica de proteger el Derecho a la libertad de información de todos, así como una fórmula liberal de cuidar el mercado, no obstante, la neutralidad de la red podría ser tan solo eso, una mentira muy romántica. Para empezar, técnicamente la neutralidad es imposible debido a la complejidad de los nodos, adicionalmente, ya existe un trato discriminatorio en los paquetes de datos, pues en la práctica los operadores de servicios de Telecomunicaciones sí cuentan con permisos para tratar los BITS de diferente manera, y así mismo cobrar tarifas distintas a los usuarios finales. Y no olvidemos que actualmente los operadores ya bloquean y entorpecen de manera intencionada la velocidad de las redes P2P (Ares). Es decir, desde hace años los operadores vienen transgrediendo este principio.

Ahora bien, debemos preguntarnos hasta qué punto la neutralidad de la Red sí está protegiendo el mercado ¿Está siendo efectivo el antídoto? Pues para nadie es un misterio que cada vez más los gigantes tecnológicos, así como las plataformas más famosas, ostentan un poder económico que está entorpeciendo la innovación y el acceso al mercado de otros jugadores.

En últimas, los gigantes de Silicon Valley defienden la Neutralidad de la Red para poder entregar sus servicios en todas partes, pero utilizan su poder para privar de este principio a otros jugadores y usuarios finales de la red. Un ejemplo de este autoritarismo tecnológico es la censura que Twitter ejerció sobre la cuenta de Trump, pese a que podía tomar medidas menos drásticas para contener el discurso provocador de éste. Por otro lado, Amazon, Google y Apple sacaron del mercado a Parler, sin siquiera tener presente lo que la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) pudiera decir al respecto. Eso es como si Rappi, nuestro unicornio por excelencia tomara decisiones por encima de la SIC y la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC).

Es preocupante lo que hacen o dejan de hacer los gigantes del mercado tecnológico, debido al poder que les otorgamos entregando nuestros datos por utilizar sus plataformas, sobre todo en esta Era de algoritmos y (des)información, por eso no se equivoca el escritor israelí Yuval Noah Harari en Homo Deus cuando sentencia que, «La transferencia de la autoridad de los humanos a los algoritmos se está dando a nuestro alrededor, no como resultado de alguna decisión gubernamental crucial, sino debido a una avalancha de decisiones mundanas».

Para la historia de la presidencia de Estados Unidos, la suspensión permanente de la cuenta de Trump fue como si Twitter editara un trino que estaba quedando bien escrito.

Ingrid Martinez Reyes

Abogada con especial interés en Derecho Informático. Columnista en constante transformación. Melómana y escritora en tiempos revueltos.

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