El costo de la lealtad

Sutil sentir, bella luz tenue

Iluminan tus honores

Y mi virtud en ti resplandece

Lazos de gratitud,

Respeto que ante el fuego he de deberte  


Antecedentes

La palabra ‘Fidelidad’ viene del latín ‘fidelitas’ que significa “servir a Dios”, la palabra ‘Lealtad’ viene del latín ‘lex’ que significa “ley”, ¿pero qué distancia a Dios de la ley? Probablemente en el momento histórico en el que nos encontramos ¡MUCHO! pero no tanto.

Durante la edad media, época altamente influenciada por el pensamiento eclesiástico, tuvo como referente a Tomás de Aquino quien consideraba la existencia de una Ley Eterna – proveniente de Dios, infinita e inmutable, perfecta –, una Ley Natural – proveniente de la capacidad de discernimiento del ser humano, sus aptitudes para conocer, aprender y aprehender su entorno – y la Ley Positiva – proveniente de las personas que pueden hacerlas, por ejemplo el congreso colombiano –.

Las connotaciones de la palabra ‘Lealtad’ pueden remitirse tan atrás como la historia – espiral irónico – y nuestros paradigmas morales nos lo permitan; en el mundo antiguo este sentimiento de correspondencia para con algo o alguien que más adelante se concebiría racionalmente como valor-virtud, se debía al amo, quien a cambio criaba del esclavo y su familia. De los súbditos al rey, del rey a sus designios culturales y entre familia y amigos (como hasta el momento). La palabra ‘Lealtad’ y ‘Fidelidad’ se referían a lo mismo.

Con la llegada de la modernidad, la palabra ‘Lealtad’ es separada de la palabra ‘Fidelidad’, y la primera palabra pasa a referirse al respeto y cumplimiento plenamente legítimo y convencido de la ley, el Estado y las instituciones de gobierno. Este momento histórico marca el contundente hito de separar a Dios de los asuntos de gobierno, pues ahora, la segunda palabra refiere a una devoción – posiblemente irracional – de los designios divinos que son atendidos (en la mayoría de las veces) por nuestro instinto, como el amor – y el poder –.

La palabra ‘Lealtad’ ha sido utilizada reiterativamente entre los ejércitos de los países y los partidos políticos, el Estado mismo sentencia la lealtad de sus funcionarios a partir de su nombramiento, de sus ciudadanos mediante la contraprestación de servicios – y promesas –, y de sus electores según las formas que la ética, el criterio y el conocimiento del pueblo permitan otros gobernantes, gobiernos y formas de gobierno. Por su parte, la palabra ‘Fidelidad’ se utiliza para referirse a acuerdos de amor sexo-afectivo que se cumplen a cabalidad.

El posmodernismo “innova” en los significados de las mencionadas palabras y los incursiona en el mercado, sin embargo, podemos decir que con la caída del muro de Berlín, esto nos permite profundizar en el concepto de las mismas. La palabra ‘Lealtad’ entonces también refiere al compromiso del cliente con la marca, ya que en ella identifica una serie de valores e identidades que le hacen sentir satisfecho mientras compra sin importar quién se lo venda – por ejemplo, comprar exclusivamente zapatos marca BOSI en cualquier tienda que los venda – y la palabra ‘Fidelidad’ refiere al compromiso con un proveedor de bienes y/o servicios determinado, a quien se le demandan la mayor cantidad de productos posibles – por ejemplo, la tienda de doña ‘veci’ –.

Colombia nos indica que sostener la lealtad de un Estado sin ética puede costar 50 billones de pesos.

Hay que pagar

Tal vez no todo precio es tan alto si es por aprendizaje. Las connotaciones más populares – y evidentes – de lealtad y fidelidad corresponden a nuestra dinámica social y la escala de valores que cimientan los imaginarios que se tienen sobre las personas, las instituciones, las empresas, las marcas, las causas, la humanidad misma.

Artistas, filósofos, abogados, economistas, sociólogos, psicólogos y hasta la ciencia se pregunta por la lealtad y la fidelidad; encontramos tantos significantes como las variables en nuestra propia experiencia. Hay quienes dicen que la lealtad y la fidelidad pueden ser hasta con uno mismo, hay otros que sostienen que necesariamente existe algo fuera del individuo a lo que corresponde, unos ven esto fuera como una idea, otros ven afuera algo material y tangible.

En la lealtad hay correspondencia, de manera explícita o implícita existe el acuerdo, implica un enriquecimiento. Las leyes en su razón de ser suponen acuerdos de nivel superior a nuestra simple voluntad, pues deberían venir del consenso – social y cultural – de la necesidad, la inteligencia, la emoción y la sensatez. Los pactos hacen útil el pensamiento ya que como seres sociales – animales políticos según Aristóteles – necesitamos de los otros y su cooperación, talentos y capacidades, para poder desarrollarnos – en los distintos sentidos de la palabra –.

La lealtad permite suplir una carencia tipo espiritual, emocional, intelectual, física y material; carencia que es ineludible a nuestra condición finita que se encuentra en expansión. La lealtad se establece como principio resistiendo a las épocas – independientemente de su cercanía con otros valores, aunque se fortalezca al sumarse con ellos – ya que parte del vacío que llena; el proyecto del pacto en mí (con los paisajes selváticos, mi equipo de fútbol, las ideas de los griegos, el pescado de la plaza, el folclor de mi país, la visión de mis socios, los ideales de pareja, etcétera).

Separar a la fidelidad de la lealtad es útil en tanto permite acercarse con una perspectiva objetiva sobre los motivos que inspiran la lealtad. No es posible divorciarlas en tanto nacen del mismo sentimiento de correspondencia, siendo la fidelidad una visión eleva de la lealtad que escapa a los parámetros de las leyes racionales hasta el momento establecidas y entran al campo de la fe.

Para explicar esto nos acercaremos al ejemplo del amor romántico; en el sentido de la lealtad, el amor es totalmente racionalizado, las personas pueden casarse estando o no enamoradas, sintiendo o no deseo sexual, pero hacerlo porque es conveniente y puede representar una vida tranquila y con garantías para construir lo que creen entonces que es la felicidad, contando con la disposición de hacerlo y buscar cumplir con lo acordado. La fidelidad por su parte se intoxica de amor como apego censurando en lo absoluto, pues predominan los celos frente al deseo sexual de la pareja, a partir de ahí se desprenden los demás acuerdos porque existe la creencia de que se elige casarse con la pareja porque se está enamorado, porque existe un plan perfectamente diseñado para que se encuentren dos personas que se complementan en lo absoluto, se desean, son muy felices y todo lo demás. En cualquiera de los dos casos, el pacto es “eterno”. Las feministas y la neurociencia rompieron estos conceptos: interés que somete y exceso de dopamina.

Intentémoslo con la política; el Estado Social de Derecho es la máxima institución de poder político en Colombia, la lealtad al Estado implicaría un cumplimiento de sus principios fundantes que son “…la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo, y comprometido a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana…” (Preámbulo de la Constitución Política de 1991) y claramente del ordenamiento jurídico – nacional e internacional – que concentra esta breve definición. Aun así las instituciones – las ideas, los negocios –son las personas que las integran, al ser de amplio desconocimiento un ordenamiento jurídico – y el germen de la ignorancia en general – en una democracia, las personas cuentan con menos capacidad de obtener criterios objetivos a la hora de elegir quienes van a gobernarlos y aún peor, a quienes entregarán su lealtad. Entonces son políticamente fieles a determinado caudillo o color político, lo que impide abordar racionalmente el debate sobre los planes e ideas que ejecutan en el territorio, desconociendo cualquier réplica que invite a la crítica constructiva y siendo tristemente patrocinadores de actos degradantes – como humanidad y sociedad – de corrupción.

Desde una visión económica, la lealtad puede ser tomada – desde cinco aspectos – como un bien económico y la fidelidad como un bien libre. Tanto la lealtad como la fidelidad tienen valor y utilidad, sin embargo la primera puede ser transferible en la medida que racionalmente se podría elegir ser leal al mejor postor, mientras que la fidelidad es intransferible ya que se experimenta cierta devoción emocional que difícilmente se experimentará igual en otras circunstancias. El bien libre al ser creado por la naturaleza, permite remitir el concepto de ‘Fidelidad’ a la ley natural de Tomás, a la dopamina de la neurociencia y al fanatismo por los políticos, dando como resultado que carezcan de valor de cambio, ya que se entregan desprevenida y ciegamente levantando una barrera frente a cualquier contraprestación. El bien económico al ser creado por el hombre, permite remitir el concepto de ‘Lealtad’ a la ley positiva de Tomás, al interés que somete que es la génesis del patriarcado – el capitalismo consumista y el socialismo comunista – y al Estado Social de Derecho en su expresión ideal, de esta manera aquí se genera un valor de cambio que va a depender de los términos establecidos para brindar la lealtad, un pacto – explícito o implícito – de contraprestación. En la lealtad y en la fidelidad hay egresos de energía, pero solo desde la perspectiva de la lealtad podemos esperar ingresos al retorno pues la fidelidad sería un azar, nuevamente, un acto de fe.

En cualquiera de los dos casos, las definiciones y aproximaciones a los conceptos de ‘Lealtad’ y ‘Fidelidad’ encuentran un punto en el sentimiento de correspondencia, bien sea que este surja de un examen racional que pondera las situaciones, de las reacciones químicas en nuestro cuerpo, de un acto de intuición o sencillamente fe. Este punto de encuentro puede ser superficial o muy profundo según nuestras construcciones mentales y creencias, esto en la medida que la lealtad/fidelidad se acompañe de valores y principios que son exclusivos de la persona en su espectro individual.

“La lealtad total es posible sólo cuando la fidelidad se halla desprovista de todo contenido concreto del que surgen naturalmente los cambios de opinión.” Hannah Arendt

Yo pago

La lealtad es tal vez uno de los valores más preciados dentro de las relaciones humanas y que se va extendiendo en nuestro entorno en la medida que se configuran grupos sociales que caminan hacia un mismo fin. La lealtad implica la sinceridad, la franqueza, el reconocimiento de las virtudes y defectos propios y del otro, la solidaridad, la empatía, el entendimiento y especialmente el respeto entre las partes que generan un lazo de amistad, compañerismo y/o intimidad amorosa.

La lealtad toma distancia de la complicidad y se acerca más firmeza de la palabra como compromiso; el reconocimiento del otro como un ser íntegro, susceptible del error pero con la confianza suficiente de que éste ocurre como resultado de nuestra limitación humana y no con la intención del daño.

La lealtad se opone a la traición, la envidia y por supuesto al odio. La lealtad es un valor que eleva a la persona que lo es y le hace digno de estar cerca de la persona o grupo de personas a quien se la corresponde pues el aprecio hacia la persona leal deviene de sus actos fundamentados en principios que le caracterizan, de los cuales se identifican el carácter y la templanza frente a sus convicciones, dentro de las que se encuentran las relaciones que asume.

La lealtad implica un nivel de coherencia con lo que somos de tal forma que nuestra correspondencia sea genuina y sólida, es decir, debe haber primero ciertas claridades sobre quienes somos nosotros mismos, cuáles son nuestras bases y nuestros alcances, las prioridades y aquello que apreciamos como no comerciable.

“La fidelidad que ha sido comprada con dinero puede ser vencida por el dinero.” Séneca

María Mercedes Frank

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