Mitad socialista[1] y mitad caballo de paso fino político, Álvaro Uribe Vélez pretende reconquistar Antioquia y reconstruir su caudal electoral nacional justo cuando Gustavo Petro Urrego llega a la Presidencia de la República de Colombia. Les quiero explicar por qué eso no es posible, pues en el fondo, la estrategia tiene una segunda intención visible desde que el susodicho negoció el NO del Plebiscito por la Paz (2016) en el que se rechazaron Los Acuerdos de La Habana en las urnas, quizá, el resultado electoral más limpio que ha tenido este país en toda su historia.
Contexto
Todos cuentan su historia política como más les conviene. La izquierda, por ejemplo, habla de la gesta hacia la libertad a través del Ejército de Liberación Nacional (ELN) o del Ejército Popular de Liberación (EPL), es decir, la libertad es un tema recurrente en su discurso[2]. Las élites tradicionales colombianas la relatan desde la perspectiva de un heroísmo piadoso que intenta mantener un saludable statu-quo social con capas sociales selladas e impermeables entre sí, donde la pobreza es la virtud de las masas que deben servirles (prepararles y darles la comida, limpiarles las casas, manejarles los carros, entre otros, todo, por un módico precio de hambre) y la riqueza es un sufrimiento inevitable de quienes tienen que liderar y llevar el peso mortal de los privilegios. Esos son los dos límites en los que se mueve la política en Colombia: unos intentan quitarle a las élites el poder para ser ellos mismos las nuevas élites, y los otros mantenerlo ¡Porque qué tal que un grupo de zarrapastrosos nos invadan los terrenos del Club hola!… Esto es más o menos lo que pasa en nuestro país.
La pregunta es: ¿Por qué ninguno prevalece? La respuesta, obvia pero inaceptable, es que ambos son posiciones inmorales, insostenibles, antihumanas y antieconómicas, ergo, posiciones que son extremadamente inestables socialmente, porque a nadie le gusta vivir reprimido, oprimido, pobre y con hambre y que, además, lo pordebajeen todo el tiempo y le recuerden que es un inferior que no puede tener aspiraciones; algo que es, en últimas, el resultado de lo que los dos lados predican en sus autos de fe ideológica. Tal resultado es el país que conocemos hoy, en donde no se puede pedir orden, porque la izquierda lo ve como el instrumento de sus oponentes políticos, y las élites no liberan la economía –única solución contra la izquierda– porque eso vulneraría su orden y estatus social. El bloqueo interno es absoluto, porque ni orden ni libertad, ni mucho menos tranquilidad ni eliminación de la pobreza, y a quien se atreva a hablar de esas dos cosas ¡Lo amenazan! Y si se descuida ¡Lo matan!
El juego largo y envolvente de la izquierda
La izquierda, que es muy metódica, tiene una virtud increíble: la paciencia[3]. Convencida de que el problema que afrontaba Europa luego de la Primera Guerra Mundial no era precisamente el de la “consciencia de clase”, personajes como Antonio Gramsci y George Lukács, desarrollaron la idea de que había que tomarse todas las instituciones antes de que el advenimiento del paraíso socialista fuera posible. Por esa razón, es que hoy en día, los profesores son de izquierda, los académicos en las universidades son de izquierda y solo las ideas afines, cercanas o con alguna utilidad para el proyecto de izquierda se aceptan y promueven en los colegios y universidades de Colombia. Claro, quien piense que eso se limita solo a las universidades u otras instituciones educativas públicas, se equivoca.
Las universidades privadas también han caído una a una, porque la izquierda ha desarrollado diversos mensajes ajustados a cada necesidad para introducir su ideología. A saber, para las universidades católicas se desarrolló la teología de la liberación[4], y para los partidos cristianos se acepta la socialdemocracia cristiana. Para los empresarios, está por ejemplo la responsabilidad social, y para los preocupados por el medioambiente, los movimientos verdes que convierten en “sandías”[5] a todo el que se acerca. Y en general, la justicia social en sus diversos empaques; el más reciente, la Woke Culture: la inclusividad y las cuotas de minorías en las nóminas, en las juntas directivas, entre otros. Al gramscianismo no se le escapa un solo ámbito cultural o una sola institución.
Total, que si alguien cree que no estamos viviendo asfixiados por toda forma y variante del socialismo en Colombia, es que no conoce ni el detalle ni la estrategia, es decir, el 99,99% de la población, hecho por supuesto que no es accidental, sino cuidadosamente planeado. En ese aspecto, la izquierda barrió por completo, y hay que aceptar que la toma está lista, de modo que personajes como AUV van directo a un campo de batalla que no escogió, con aliados cuya lealtad es una fachada, con armas prestadas y pólvora mojada[6], y en circunstancias de tiempo en las que una confrontación política es un evento estratégico permitido con el propósito de mantener las apariencias de que hay oposición. Los socialistas no han desaprovechado el ejemplo de Venezuela.
Uribismo: franquismo del siglo XXI
A todas estas, ¿qué es realmente el uribismo? Mi opinión es que es un franquismo del siglo XXI. Primero expliquemos qué es el franquismo, porque es una visión caudillista.
El franquismo es una variante del fascismo italiano de los años 30 del siglo XX. El General Francisco Franco venció al bando republicano (los socialistas/comunistas) que pretendían hacer de España una especie de segunda Unión Soviética. Sin embargo, Franco prevaleció con alguna ayuda del régimen de Adolf Hitler, a quien ordenó el bombardeo de un pueblo inmortalizado en un cuadro muy famoso de Pablo Picasso, Guernica. Franco y Hitler fueron hasta cierto punto aliados, pero Franco, siendo quizá precavido, evitó meter a España en la Segunda Guerra Mundial, y al final, logró hacer buenas relaciones con los vencedores, o sea, con los aliados, quienes le permitieron quedarse en el poder hasta 1975 (año de su muerte) porque encuadraba perfecto dentro de la estrategia de la contención, promovida desde la Casa Blanca como medida pragmática contra el avance del comunismo, y que en Latinoamérica cayó como la solución perfecta para unas élites sociales acostumbradas a mandar por derecho divino y a nunca cuestionarse si lo que habían hecho hasta ese momento estaba bien o mal.
La ironía de ironías de este episodio político de la Guerra Fría, es que el M-19, grupo guerrillero y terrorista al cual perteneció el actual Presidente de Colombia, Gustavo Petro, se fundó porque en 1970 el exgeneral Gustavo Rojas Pinilla (dictador de la era de la contención) perdió las elecciones “misteriosamente” contra Misael Pastrana Borrero, padre del expresidente Andrés Pastrana Arango, a quien conocemos por sus abrazos con alias Tirofijo y la zona de distención del Caguán. Es decir, el M-19 nace porque le roban las elecciones a un fascista, pero los petristas juran que ellos son de izquierda y “progresistas” (etiqueta de la que nos ocuparemos luego). Total que si uno sigue el hilo ideológico hasta su origen, se da cuenta de que Uribe y Petro sostienen ambas puntas de dicha línea, y que en realidad la izquierda internacional socialista es una perpendicular a ella en ese extremo del espectro ideológico, ¿no me creen? El Ministro de Hacienda de Petro es el mismo del Expresidente Samper, el elefante del Proceso 8.000, y eso dice lo que uno tiene que saber sobre para donde tira el asunto. Sin embargo, Petro es aún más autoritario que Uribe, y para algunos imposible de concebir porque todavía no saben cuáles son los ingredientes de su ADN político; Colombia no solo produce frutas tropicales, sino criaturas políticas exóticas como Gustavo Petro[7].
El modelo de Francisco Franco fue un tipo de contrato social(ista) en donde los trabajadores ganaron estabilidad extrema, la economía estaba completamente cerrada y protegida por aranceles y prohibiciones, entre otros. El resultado es que España logró superar la pobreza y la inseguridad en cierta medida, pero se aisló de Europa, hasta la llegada de Felipe González. Pasa que lo que los socialdemócratas de ahora olvidan, entre ellos AUV, es que el franquismo solo fue posible porque la estructura demográfica de España, con altas tasas de natalidad, permitía un sistema de pensiones y retiro de reparto que se parecía mucho al inventado por Otto von Bismarck en la Alemania del siglo XIX, y cuyo propósito era hacer dependientes del Estado a los ciudadanos. Franco se aseguró de que nadie se pudiera salir, de que hubiera trabajo y de que a nadie lo pudieran despedir. Eso es más o menos el franquismo en su aspecto social y económico. La consecuencia es que hoy en día, sin niños, con una población envejecida, con un número cada vez menor de cotizantes al sistema de pensiones y con menos seguridad laboral que nunca, el franquismo no es viable, ni en España ni en Colombia; no obstante, la izquierda, la de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, lo mantiene –aunque estos lo nieguen– porque si no, hasta ahí les llega el “chiringuito” como dicen allá.
El otro aspecto interesante de los modelos de posguerra, es que como medida para mantener la estabilidad social, a ciertas élites se les encargó rechazar el comunismo y calmar los ánimos, y en países como Japón y Corea del Sur, surgieron los Keiretsu (系列) y los Chaebol (재벌), respectivamente. Ambos son tipos de conglomerados industriales muy similares al corporativismo que sugiere el fascismo como sistema político-económico[8]. De los muchos efectos secundarios derivados de este tipo de arreglos, es que estos grupos acaparan privilegios legales y financieros, y no permiten el surgimiento de nuevas empresas y sectores que no estén formalmente alineados con dicha política de Estado. ¿La consecuencia? Enormes niveles de corrupción y un sistema que falla lentamente. En Colombia, este fenómeno lo han llamado grupos económicos o grupos empresariales, y el efecto es devastador para el grueso de la población y la economía, porque el Gobierno depende de ellos para financiar las campañas electorales a cambio de lo que ya sabemos; son medidas que, efectivamente, cierran la economía al resto.
Los grupos económicos en Colombia han acaparado privilegios legales y subsidios que, indudablemente, impiden la entrada de nuevas empresas y la desaparición de las viejas e inviables; el resultado es que la pobreza nunca acaba, no existe justicia, no hay libertad de mercados y nadie puede ascender socialmente. Como al final, ese modelo fracasa, los socialistas tienen la excusa perfecta para imponer un modelo aún más radical, cuyos efectos son bien conocidos y están bien documentados. Tristemente, el daño ya está hecho, y nadie puede siquiera considerar la tercera alternativa: el capitalismo liberal[9], enemigo tanto de los fascistas como de los comunistas, y contra el cual han peleado juntos en una alianza criminal que tiene mucho más de un siglo, ¡y que se sigue dando!, porque al final, ninguno de los dos lados quiere ceder en sus ambiciones de poder, que es en últimas el objetivo, así como no acabar con la pobreza o crear las circunstancias para que haya paz de forma natural en una sociedad.
Pero el evento que quizá sea la estocada final a proyectos neofranquistas, es la retirada de facto de los Estados Unidos del pacto global de posguerra y todas sus salvaguardas anticomunistas y antisocialistas. Los EEUU han perdido el interés en ser el policía global y su presencia militar en el planeta ha ido disminuyendo[10]. El problema para el resto del planeta, es que EEUU no es una economía exportadora, de hecho, se diseñó para ser importadora y comprar productos y materias primas alrededor del mundo y garantizar el comercio a través de la fuerza marítima militar más poderosa que ha existido en toda la historia. Los EEUU, a pesar del rechinar de dientes de los mamertos, eliminó el antiguo sistema imperial en el que cada país tenía que desarrollar una fuerza militar expedicionaria para poder ir a tomar posesión de un recurso esencial para su economía en otros lugares del planeta, lo que fue la base de la colonización del siglo XIX y de muchos conflictos, entre ellos, la primera y segunda guerra mundiales.
Es en ese ambiente que el uribismo quiere hacer una retoma del poder: con un modelo que ya está en declive y produce corrupción, ¡y no solo eso!, atraso económico y tecnológico en una sociedad cuya estructura demográfica[11] no permite las gracias y locuras de un sistema pensional de reparto, con una toma completa de las instituciones por parte de los gramscianos, y un Estados Unidos totalmente desinteresado e inapetente por más intervenciones o por financiar élites que ya no le sirven para cuidar intereses estratégicos o de seguridad nacional. A esto se le suma una Unión Europea sin el Reino Unido, y con un proyecto que depende de una Alemania que cada vez está más vieja y que, de la forma más tonta, le puso la cabeza en la guillotina a los rusos al aceptarles el “regalo” de la energía abundante y barata como promesa de paz y concordia –ya sabemos cómo va eso–.
La izquierda es un fracaso moral y económico
A la izquierda no le importa la teoría. Si funciona o no ya no es importante. Están en la etapa del poder por el poder[12], destruyan o no la economía. El debate académico ya no tiene ninguna importancia para ellos desde que se montaron en el posmodernismo y la posverdad. La lógica y la argumentación se consideran instrumentos de opresión del heteropatriarcado (¡Imagínense ustedes!). La prueba es muy fácil: los nombramientos ya no se hacen con base en el conocimiento y calificaciones para el cargo, sino con base en criterios interseccionales o de relación de fidelidad y lealtad al proyecto político, y las opiniones no son válidas sino dentro de escalafones de opresión, es decir, que mientras más oprimida sea una persona, más valiosa es su opinión.
Al menos, durante la época de la Unión Soviética, se nombraban ministros con calificaciones, y se creía con toda fe en la teoría que se aplicaba, errada o no ¡Ahora ni eso! O sea que de lo malo, lo mucho más peorcito.
La guerra contra la verdad
La izquierda no se equivoca, es ahora el dogma fundamental con el que se estructuran los programas políticos actuales de izquierda y toda su estrategia. Este es un detalle que sorprende a muchos. ¿En qué consiste? En que la izquierda se montó en el bus de la posmodernidad, aquel en el que las grandes narrativas de la historia no existen, y la verdad es subjetiva y depende más de la experiencia de quien la cuenta que de factores externos y hechos comprobables por diversas fuentes.
La consecuencia es que, si la izquierda quiebra una ventana o quema estaciones del Metro, como sucedió en Chile, es un “Estallido Social”, pero si la Policía captura y procesa a una persona de las que realizó dicha acción, está en contra de la protesta social. Y ni que decir de lo que está pasando en la ciencia, con la guerra frontal en contra de las verdades científicas y biológicas, ¡ni empecemos!, porque habría que llenar un tratado relatando las barbaridades anticientíficas con las que han salido en los últimos años, de las que ni con aviones cayéndose se van a convencer, y hasta le harán un juicio político con debate al aire (el gas de la atmósfera que respiramos) por no sostener las alas de los aviones en vuelo, algo similar a cuando le hacían juicios a las langostas que se comían las cosechas y las condenaban como enviados de Satanás. Ese es el nivel científico de la izquierda actual. No exagero.
La pregunta es: ¿de dónde sale todo esto? No solo es el posmodernismo, ese diminuto demonio filosófico francés de laboratorio, que solía ser una pequeña criatura confinada a la academia, y que se terminó convirtiendo en un Leviatán que la domina y que ya se está comiendo las ciencias “duras”, sino además la tal Escuela de Fráncfort. Personajes como Max Horkheimer, Herbert Marcuse y Theodor Adorno, los tres más marxistas que Karl Marx, introdujeron a la cultura de los Estados Unidos la idea de que el cristianismo era el enemigo último de la libertad humana y fueron los artífices de la muy mal interpretada liberación sexual. Estos tres señores, crearon un conjunto de ideas que han resultado en el más potente de los solventes para la tradición occidental, especialmente la de los Estados Unidos. Ahora bien, como Colombia no es un país de Occidente, sino un país occidentaloide, es decir, un país que adopta formas y maneras de Occidente, y que en realidad no participa cultural ni económicamente en la creación de ninguno de sus pilares, imagínense el resultado de introducirle las ideas del posmodernismo y de la Escuela de Fráncfort: igual a mojar algodón de azúcar en una quebrada.
¿Cómo se gobierna entonces un país como Colombia?
Con una sola palabra: anarcotiranía. El concepto no es conocido por fuera de círculos académicos o de personas interesadas en política, más su definición es tan perfectamente ajustada a la situación de Colombia, que asusta: “Una etapa de disfunción gubernamental en la que el Estado es anárquicamente incapaz de hacer frente a los grandes asuntos, pero despiadadamente tiránico en la aplicación de los pequeños.”
Según Samuel Francis[13], (PhD en Historia):
“La anarcotiranía es enteramente deliberada, una transformación calculada de la función del Estado: de uno comprometido a proteger a los ciudadanos respetuosos de la ley a un Estado que trata al ciudadano respetuoso de la ley como, en el mejor de los casos, una patología social y en el peor de los casos, un enemigo.”
Previo a la existencia del M-19, las FARC-EP, el ELN, el EPL, Manuel Quintín Lame, y demás, el país tuvo una serie de guerras civiles en el siglo XIX y que supuestamente concluyeron con la Guerra de los Mil Días, provocando un fuerte debilitamiento del país; Panamá, por ejemplo, se separó en 1903. Todo esto, dio origen al “único” período aparentemente de paz que hemos tenido, hasta los años 30 del siglo XX. Aunque con el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia en 1917, y la creación de la Unión Soviética, los comunistas empezaron a tener influencia global, y muchos de los intelectuales que habían leído a Karl Marx, cuyos trabajos se publicaron décadas antes, sintieron que ese era el momento; la lucha por imponer un nuevo sistema económico fracasado –cuya teoría fue refutada por Carl Menger, fundador de la Escuela Económica Austriaca– que ya había hecho implosión en la economía rusa, y que como resultado, entre 1922 y 1924, le exigió a los comunistas la introducción de la NEP (Nueva Política Económica)[14]. Pero como a Colombia todo llega tarde, mal y/o a medias, se vio como la panacea que curaría todos los males sociales; y ahí arranca nuestra etapa actual, a la que se le han ido agregando cositas como el narcotráfico, la teología de la liberación, el posmodernismo, entre otras. Ni les digo a que huele, el caso es que si ponemos a Roy Barreras al lado, el tipo sería exquisita esencia de azahares en el “Jardín del Edén”.
El despistado político dirá que Uribe con la Política de seguridad democrática, fue básicamente la segunda venida de nuestro “Señor” y “Salvador”, aunque, como le dijera un General vietnamita a los Generales norteamericanos: ustedes ganaron todas las batallas, pero perdieron la Guerra. Ese es el resumen de la Política de seguridad democrática. El uribismo perdió la guerra, y ahora, se retuerce y contorsiona, tratando de reacomodarse: ya no le queda espacio que no sea dado por gracia y voluntad de la izquierda. Los uribistas nunca lo aceptarán desde luego, pero su mesías no tenía oportunidad alguna; ese proyecto nació muerto y estuvo lleno de victorias tácticas, algunas con golpes muy sonados como la muerte de Raúl Reyes, más la derrota, como ya he explicado, fue estratégica, y ahora lo tienen donde lo quieren. Lo que pasa es que dentro de la lógica y valores políticos de izquierda con los cuales nos han educado, el uribismo era una solución viable, pese a que nunca fue estructural ni de largo plazo, porque las causas, como expuse en párrafos anteriores, nada tienen que ver con la capacidad de represión que posee Colombia o cualquier otro Estado.
Petro y el progresismo
Igual que los fascistas, que hábilmente se esconden detrás de una nueva etiqueta llamada socialdemocracia, los comunistas, sabiendo que ese nombrecito esta más podrido que el alma de un político colombiano y que ni mil avemarías, rezos y/o misas lo van a salvar, decidieron en un golpe de “genialidad” hacerle un Extreme Makeover, y sin más ni más, hicieron colecta para comprar un carrotanque de perfume francés posmoderno, a ver si sus efectos secundarios lingüísticos podían tratar de quitarle el mal olor, con el resultante, de que la palabra progresismo[15] salió a relucir después del tratamiento. El progresismo norteamericano, por ejemplo, impulsó la eugenesia e ideas como la superioridad de ciertas razas. Al socialismo/comunismo le hicieron una cirugía plástica lingüística de alta calidad, y ahora con ese trasplante ideológico de herencia americana, las banderas de lo nuevo, lo mejor, lo último, lo más conveniente y lo social, se pueden sacar a la calle otra vez, sin que nadie se espante por la fetidez de su contenido ideológico original (aunque veo a mucho petrista ya sospechando que en realidad el progresismo es otra cosa y que nada tiene que ver el contenido con el empaque, pero hay que dejarlo que lo descubran por sí mismos).
El chalán del caballo de dos colas
Uribe, entonces ¿qué es lo que pretende? Lo de siempre, ¿y qué es lo de siempre? Cuota burocrática, y sobre todo, intentar salvarse de un canazo (el segundo) que le tienen preparado con las FARC-EP, que ahora se pasean como amos y señores por los corredores de todas las instituciones del país, especialmente, del Congreso de la República. El objetivo no sorprende, y para los que hemos seguido su accionar, tampoco los medios. Hay muchos que no se dan cuenta de que el caudillo nos ha utilizado para sus intereses personales por mucho tiempo. El problema es que esta vez el precio no va a ser una simple quemada política, como es usual cuando cierta línea se agota. No. Esta vez la cosa tiene incluida un proceso judicial de proporciones dignas de un enemigo como él, que es como lo ven las FARC-EP.
Yo no sé estas cosas por tener acceso a personas clave o a información privilegiada, sino porque los cierres lógicos de ciertos cursos de acción son predecibles dentro de un margen muy estrecho, y uno a la izquierda la ve venir de lejos. Puede que a Uribe no lo metan a una penitenciaría y puede que no le armen un proceso en la Corte Penal Internacional, lo que sí es cierto es que le han perseguido a todos su aliados, incluso a sus hijos, y seguramente a todo el que se asocie con él de una u otra forma. Total, que si no logran darle un paquete turístico con estadía gratis en la Cárcel de Cómbita, al menos lo van a debilitar hasta el punto en que nadie se le quiera acercar. Los socialistas no siempre castigan con cárcel o con pena capital, también disfrutan ver cómo una persona se arruina y marchita, y eso es lo que están haciendo con él. Irán por sus tierras, por sus negocios y por sus feudos políticos, le negarán presupuesto y burocracia a todo el que se asocie con él, y le harán todo lo que pueda perjudicarlo. Y como buen socialista, si uno lo critica, es tanto como si lo amenazara de muerte, porque en el socialismo, cualquiera sea su pelambre y origen, la crítica es ofensa capital.
Uribe, me temo, como Ricardo III, el personaje del dramaturgo inglés William Shakespeare, al final rogará que le dejen los caballos del Ubérrimo a cambio de Antioquia, el departamento que la izquierda más obstinada se propone partir en mil pedazos, y por el cual, ni paz, ni tranquilidad, ni caballos obtendrá el Expresidente, y quien como el líder egoísta e irracional que es, nos hará sufrir juntos, porque eso es lo que al final sucede con ese tipo de lideres que le echan toda la culpa al pueblo, cuando fueron sus malas decisiones las que los llevaron hasta allí, fruto de su miopía, de su orgullo y de su arrogancia. Uribe, tal vez pase a la historia como el “General Santa Anna criollo”[16]… quien sabe.
Unas palabras aclaratorias sobre AUV
Nada tengo contra el tipo de forma personal. Como cualquier otro ciudadano, tiene derecho a su vida, su libertad y su propiedad, y a disfrutar una vida en familia con tranquilidad. Pero su actuar político deshonesto y su corrupción moral lo van a condenar a la soledad y al aislamiento. La izquierda, la otra, la que no es su amiga, no le va a perdonar nada, porque si de algo saben es de resentimientos. Son especialistas en mantenerlos, abrigarlos, agrandarlos y nunca olvidarlos. Tanto así, que ni al Generalísimo Franco se la perdonaron, y durante el primer Gobierno de Pedro Sánchez, trasladaron sus restos fuera del Valle de los Caídos, lugar donde compartía una última morada con las víctimas de la Guerra civil española. Así de recalcitrantes son. De modo, que es mejor que Uribe no espere un salvavidas. Cuando finalmente se quede sin puntos de apoyo y su única salida sea abjurar de todo lo que ha defendido públicamente, y como Shylock, en El mercader de Venecia, se monte de lleno en el bus del petrismo/farianismo que gobierna para poder mantenerse a flote, esa será la otra venganza posible que quizá satisfaga a las FARC-EP: ver a su enemigo derrotado, negando su línea ideológica y completamente “reeducado”. Al menos un tipo como Roy Barreras nunca ha intentado darse el lujo de mantener una posición insostenible, y siempre navega al lado del que tiene el timón, sea quien sea; por eso, cuando sea Uribe al que le toque hacer lo mismo, más de uno no va a poder con la contradicción de quien piensan es(¿fue?) su líder y defensor… cuando los deje abandonados porque necesita pasar a la siguiente etapa.
¿Qué hacemos entonces para salir de este infierno socialista?
Por lo pronto, no ser como ellos. Promover el capitalismo liberal, la búsqueda de la verdad objetiva y la responsabilidad individual; pero sobre esto hay que hacer una observación muy aguda, para que no quede duda de que el problema estructural se encuentra sin resolver. El capitalismo liberal, el de libre mercado, o el de libre intercambio, tiene una precondición indispensable para que su fundación no se haga sobre arena: no se puede caer en la trampa de su imposición por la fuerza. El libro de Aleksandr Duguin, La cuarta teoría política, que me parece bastante malo, tiene un detalle que lo salva aunque no lo redime, y es su crítica (consciente o inconsciente, no lo sé) de un aspecto del liberalismo y las otras dos ideologías políticas del siglo XX, y es que se ha usado la fuerza para tratar de imponerlo (la UE por ejemplo, la cual yo llamo Cuarto Reich); esa es una buena observación, de por qué al final falla también y se recicla una y otra vez, cuando los otros dos modelos fallan por una cuestión que va desde su concepción.
El capitalismo liberal, sin llamarnos a ingenuidades sobre la naturaleza humana, por supuesto, se puede negociar con un argumento que es lógico, no obstante, bastante difícil de ofrecer, y es que a las élites hay que venderles la idea de que tienen que cambiar poder por dinero. “No es quien tiene el anillo (poder), sino destruir el anillo (poder)”, como en los mitos de J. R. R. Tolkien, esa es la falla fundamental de nuestro sistema, y mientras no se comprenda, seguiremos igual. Esa cuestión me ha estado incomodando por mucho tiempo, debido a que, finalmente, el problema de las ideologías y su implementación es acerca de cómo se imponen, no sobre cómo se implantan de forma natural y orgánica. Por supuesto, para el politólogo promedio, hablar de negociación conlleva necesariamente poder militar o coercitivo como respaldo, y eso es comprensible si no se sabe otra cosa, y más aún con la historia de Colombia que conocemos.
Si vamos a hablar de capitalismo liberal, necesariamente hay que hablar de despegarnos del poder, de convertir el Estado no en Gobierno, sino en administrador de bienes públicos, no en un ente generador de dogmas de convivencia y comportamiento (imposible desde el punto de vista del origen de la ley y la moral, y la economía como su sistema de verificación) o sistema de reasignación de riqueza. En un futuro articulo profundizaré sobre el tema del intercambio de poder por dinero, que es la forma civilizada y racional de resolver esto, y de permitir no solo que los ricos se queden con su dinero, sino que quienes no lo tienen, puedan acceder a oportunidades para formarse su propio capital, humano y monetario, que por ahora en Colombia, es un paso que solo se logra con la más absoluta y abyecta violencia y corrupción, con los resultados que ya vemos.
Notas
[1] El Centro Democrático es pura socialdemocracia, es decir, un zorrillo que apesta a socialismo embadurnado del perfume de la democracia. Como diría Hans-Hermann Hoppe: “no es más que una forma suave de comunismo”.
[2] Para la izquierda, especialmente la posmoderna y neomarxista, libertad es una palabra asociada con dos condiciones: que el individuo no tenga restricciones y que el Estado no tenga límite alguno. ¿Qué quiere decir esto en la práctica? Que el Estado es un ente todopoderoso que no impone límites personales al desarrollo del ser humano. La trampa está en que una sociedad sometida a un Estado todopoderoso es la imagen de sus gobernantes –lógicamente, limitada a lo que una élite violenta diga y mande, lo cual, de forma obvia, destruye el propósito porque es una contradicción fatal de las premisas teóricas, cuya práctica las contradice–, que se expresa en forma de una casilla muy estrecha en la que no caben la mayoría de las personas y que termina por excluir, empobrecer y distorsionar toda percepción y conexión con la realidad, última que también se considera como una ilusión moldeable al capricho y el deseo con solo declararlo. La libertad de izquierda produce exactamente los efectos contrarios, como hemos visto una y otra vez en casos como el de Pol Pot (Camboya), la URSS o Cuba, pero esto no es impedimento para que la idea siga prosperando, porque la lógica con la que se vende, si bien es sólida, no implica que sea verdad; tal, es un error común en política “liberal” o de izquierda, porque no todo lo que es lógico es verdad, y que para ser justos, tiene una contraparte conservadora, en donde hay que decir que no toda regla es vigente para toda la eternidad.
[3] Claro que su mayor defecto es no aprender de sus errores: de los fundamentales de su modelo, más no de los operativos.
[4] El ELN lo fundó un cura: Camilo Torres.
[5] Verde por fuera, rojo por dentro.
[6] Incluso tiene una partidaria: Paloma Valencia, cuya ingenuidad y candidez sobre Marx no da más que para conmiseración. En un episodio de la Tele Letal, programa conducido por Santiago Moure y Martín de Francisco, dijo que había cosas de Marx que le gustaban, y ese es el Centro Democrático (CD) en una frase. Nadie cree que es un partido de izquierda… ¿cómo les explica uno?
[7] Un izquierdista criollo, aunque con injertos de progresismo norteamericano, marxismo alemán y maneras posmodernas: una criatura peligrosa e inestable.
[8] Para mayor información, los invito a leer la Carta del Lavoro (1927), base de la política industrial de la Italia de Benito Mussolini.
[9] El término “liberal” se ha corrompido hasta el punto en que se asocia con la izquierda socialista en sus diversas manifestaciones y variantes, pero en un principio, aludía sin ataduras al “Gobierno sin control del Gobierno”, y libertad para el individuo para que pudiera emprender sus proyectos sin intervención o intromisión del Estado.
[10] Los invito a observar a Peter Zeihan, para así poder tener una idea del asunto y por qué se está dando.
[11] No solo en Colombia, sino a nivel global. Pueden leer Empty Planet: The Shock of Global Population Decline (2019), libro de Darrell Bricker y John Ibbitson.
[12] Ahora ya no les da pena admitirlo de forma implícita. Antes, al menos, guardaban las formas.
[13] Una aclaración sobre Samuel Francis. La página de Wikipedia –no hay sorpresa– lo declara como racista y colaborador del movimiento supremacista blanco, citando a la Southern Poverty Law Center, una organización de izquierda radical sin interés alguno por la verdad.
[14] La República de Weimar, que fue una de las causas del surgimiento del nazismo en Alemania, marca el inicio de eventos que tienen mal comienzo y mal fin, y que, lamentablemente, se retroalimentan. En la URSS, la política económica introducida al triunfar la revolución fracasa y la economía hace implosión; luego, Nikita Jrushchov denuncia a Stalin en 1956 (el “Discurso secreto” o “Acerca del culto a la personalidad y sus consecuencias”), trayendo consigo, de algún modo, el Otoño Húngaro del mismo año. En 1968, acontece la famosa Primavera de Praga. A la postre, en 1989, se produce la Caída del Muro de Berlín, y en 1991, el final de la URSS; varios años después, Venezuela elige a Hugo Chávez como su Presidente… y la lista sigue.
[15] Para quien quiera profundizar en el tema, el libro Intellectuals and Race (Basic Books, 2013), del Dr. Thomas Sowell, a criterio propio, ofrece las mejores explicaciones y exposiciones de lo que fue y significó el período progresistay el progresismo. Así, de pronto, quienes se aplican en la frente la etiqueta, sepan mejor que es lo que esta contiene.
[16] Dictador mexicano a quien Sam Houston hizo firmar la entrega de Texas, a cambio de su libertad, para tener que vivir en vergüenza por el resto de la historia.
Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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