El Carlos Vieco, al otro lado del silencio

En agosto de 1.984 fue abierto a la urbe con medellinense el teatro al aire libre Carlos Vieco Ortiz, en homenaje a uno de los principales precursores de la música andina en el siglo XX en Colombia y como nuevo sitio de reunión para la cultura y las artes en la bella villa.

En las décadas de los ochenta y de los noventa este sitio fue imán de juventudes enteras que a través del Rock and Roll, la poesía y las artes, eran resiliencia citadina ante la cotidianidad de carros bomba, abundante dinero de la economía subterránea y sus excesos.

La cola del zorro hoy suena en los cuentos infantiles de nuestros hijos, pero en aquella época era la letrina vial del Poblado, donde arrojar muertos era pan de cada día, andábamos con la luz interna del carro encendido para los retenes policivos, un entorno de guerra urbana que nos sacudió y del cual debemos resolver magnos relatos sociales.

El Carlos Vieco Ortiz siempre se convirtió en la excusa perfecta para vernos y olvidarnos de tamaña tragedia, nos conocimos mechudos y nos divertimos algunos perdiendo el pelo, pero nunca la inefable energía de saber que el Vieco es resistencia y para muchos un obligado lugar de encuentro.

Los años pasaron, los pogos, los eventos de las alcaldías de turno, la suela desgastada y la madre naturaleza también hicieron mella en el deterioro de su infraestructura. Fue en los últimos 7 años que se tomó la decisión de su clausura por filtración de aguas que pusieron en alto riesgo la prestación para la realización de eventos masivos.

Como concejal de Medellín presidí la comisión accidental que hizo intermediación entre la escena cultural y la administración anterior para agilizar el avance de inicio de obras y consecución de presupuesto para tal fin.

Era mi asistente por aquel entonces el artista plástico, cantante y docente universitario Román González Navarrete, que sin lugar a dudas fue la voz más visible en la protesta por el cierre del teatro y la falta de voluntad política para su reapertura.

Juntos hicimos una poderosa yunta donde gestamos proselitismo cultural para que el Vieco volviera a vivir para los medellinenses, es hermoso recordar la caravana fúnebre del “Teatro Carlos Vieco” descendiendo por la 33, yo disfrazado de muerte y Román frenando tránsito detrás, también nuestras jornadas de repartir volantes y tomas culturales en la oxidada entrada del aquel entonces olvidado titán del Cerro Nutibara.

Llegó un nuevo equipo a gobernar la urbe y Daniel Quintero Calle, con su señor secretario de gobierno y jefatura de gabinete Esteban Restrepo Taborda, se comprometieron en pleno discurso de posesión con la inmediata aceleración de obras para, sin evasivas, responder al reclamo de tantos con hechos de gobierno.

No solo en menos de la mitad del mandato fue cuando logró el actual alcalde esto, también es consecuente con esa voz beligerante que con cultura y arte pedía reabrir el Vieco y le da la oportunidad al hombre más visible de la escena rockera de Medellín para ser su directriz: Román González Navarrete.

Ya cruzamos el umbral silencioso y lúgubre que nos llenó de nostalgia de aquellas inolvidables bohemias del Vieco, ya está al servicio de la ciudadanía que vuelve a la rutina de la post pandemia y con ella el vivo propósito de disfrutar la vida con arte y cultura, también por supuesto con el Carlos Vieco.

¡Grazie Quintero, el pueblo rockero medellinense con su excelencia!

Santiago Jaramillo Botero

Santiago Jaramillo Botero es comunicador y relacionista corporativo de la Universidad de Medellín, fue concejal de Medellín en el periodo 2.016 a 2.019 y es columnista de opinión en Al Poniente desde su primer año.

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