¿El capitalismo necesita el crimen?

“… Hágase explícita la ironía de estas ideas: algo tan indeseable diariamente como la delincuencia, es algo sumamente beneficioso para el funcionamiento económico


A 2021, hay en Colombia 172.467 miembros activos de la Policía Nacional, 213.150 efectivos de las Fuerzas Militares, y sin contar los numerosos guardias, vigilantes, celadores y demás que se encuentran diariamente activos, están todos encargados de la protección y prevención de crímenes y transgresiones en nuestra sociedad. Estos serían únicamente la primera línea contra aquellos posibles quebrantamientos, pero alrededor de la seguridad existe todo un diverso mercado directo e indirecto, que va desde los dispositivos y tecnologías como cámaras, sensores, armamento, pasando por toda una estructura judicial con jueces, fiscales, peritos, con sus respectivos sistemas penitenciarios con dragoneantes y carcelarios, llegando hasta las áreas académicas e investigativas con maestros, estudiantes, criminólogos, forenses y demás. Básicamente, quiero decir que, alrededor del crimen, existe un inmenso universo socioeconómico, del cual dependen miles, tal vez millones de personas, solo en Colombia.

Podríamos decir entonces que el crimen es un gran motor de la productividad económica. Para combatirlo existen tanto formas tradicionales como constantes nuevos desarrollos e innovaciones, ante los cuales los profesionales de la criminalidad no se quedan atrás tampoco, generando una constante dinamización de la economía. Hágase ahora explícita la ironía de estas ideas: algo tan indeseable diariamente como la delincuencia, es algo sumamente beneficioso -y tal vez necesario- para el funcionamiento económico. ¿Cuántas personas se quedarían sin trabajo y sin sustento si no hubiese crimen o riesgo de este? ¿Cuántos mercados, industrias perecerían sin este flagelo? Basta solo pensar en cuántos salarios, recursos y esfuerzos se movilizan alrededor de todas las formas de prevención del crimen y la seguridad, sea la personal, civil, nacional, internacional, digital, etc. Por supuesto podría decirse que, bajo las dinámicas de mercado, al lograr el sueño de erradicar por completo la delincuencia, todos los recursos destinados a su combate podrían redirigirse a diferentes y mejores ámbitos, pero reconociendo las actuales y preocupantes condiciones laborales -a nivel nacional y global-, difícilmente podría pensarse en una exitosa reubicación en el corto y mediano plazo de todo el capital humano allí invertido día a día.

Que quede claro: no me refiero al impacto económico que tienen los mercados negros e ilegales (como el tráfico de drogas, armas, personas, y demás), el cual es sin duda relevante en términos económicos, sino que hablo de aquella economía que no está oculta y que está visiblemente promovida, hablo de todos aquellos mercados para y en contra del crimen, de los cuales participamos y nos beneficiamos diariamente.

¿Cuántas personas se quedarían sin trabajo y sin sustento si no hubiese crimen o riesgo de este? ¿Cuántos mercados, industrias perecerían sin este flagelo? Basta solo pensar en cuántos salarios, recursos y esfuerzos se movilizan alrededor de todas las formas de prevención del crimen y la seguridad, sea la personal, civil, nacional, internacional, digital, etc.

¿Cómo es posible que vivamos bajo esta contradicción? Difícilmente alguno de nosotros desearía o promovería el crimen, y pocas cosas son tan reprochables en nuestras sociedades, pero en el aspecto formal y de funcionamiento es claro que alrededor de la delincuencia se generan importantes beneficios económicos. Por más discordante que sea la situación, las condiciones para que esto sea posible son claramente propias al capitalismo.

En nuestras economías, un billete robado vale lo mismo que uno ganado con honorable esfuerzo. Sin incluir valoraciones morales y demás, el valor económico, en su calidad abstracta, no le interesa la proveniencia o generación de este; siendo así, vale lo mismo el valor generado por la fábrica de armas que el de los textos escolares. Por otra parte, para resaltar la cercanía entre el capitalismo y el crimen, es evidente la pasión por la innovación que tienen ambos, y cómo ambos desarrollan constantemente nuevas formas de adquirir valor. Estas características nos permiten concluir que, en la dinámica de policías y ladrones que vivimos regularmente, el capitalismo es el escenario en que este macabro juego sucede. En este sentido, no hay valoración alguna de nuestro sistema económico, sino tan solo la descripción de las condiciones en que acontece esta ironía.

Para concluir, solo basta señalar que ésta no sería la única contradicción en la que vivimos. Nuestra cotidianidad está plagada de ironías, las cuales demuestran la realidad del doblepensar que expuso George Orwell en su clásico, 1984, según la cual podemos sostener dos ideas contradictorias simultáneamente. De esta manera, nuestra sociedad, silenciosa e implícitamente, permite y promueve paralelamente el crimen y la seguridad, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, la justicia y la injusticia; reconociendo entonces que el uno no puede vivir sin el otro, y que para gestionar los aspectos positivos de la sociedad, también se requiere la inclusión y gestión de todo aquello negativo y que despreciamos.

Juan David Montoya Espinosa

Economista y politólogo de la ciudad de Medellín, interesado por los temas sociales alrededor de la justicia, la desigualdad y la subjetividad capitalista; consciente del compromiso social que tengo, no solo por mi formación en las ciencias humanas, sino como ser humano que se construye y proyecta en la sociedad.

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