Medellín y sus municipios aledaños, están en constante crecimiento. Han visto como su sistema de Metro se ha convertido en el nervio central de la movilidad de millas de ciudadanos. Sin embargo, lo que debería ser un servicio eficiente y cómodo se ha transformado en una odisea diaria para muchos, especialmente para las mujeres que, como madres trabajadoras, cargan con una doble jornada.
Este sistema de transporte público orgullo nacional que conecta a los cerca de 4,5 millones de habitantes del Área Metropolitana. Con 1,5 millones de viajes diarios, cerca del 30% de la población confía en este sistema para movilizarse. Su impacto social es innegable, porque facilita el acceso a oportunidades y reduce las desigualdades, especialmente para los estratos socioeconómicos 1, 2 y 3, que representan más del 90% de sus usuarios.
Cada mañana, antes del amanecer, cientos de personas se aglomeran en las estaciones del Metro, ansiosas por iniciar su jornada laboral. Entre ellas, se encuentra “Gloria”, una madre de familia que vive en un barrio periférico. Su día comienza a las cuatro de la mañana, una hora que para muchos es de profundo sueño, pero para ella es el inicio de una rutina agotadora.
El Metro, que en teoría debería ser un espacio de conexión y movilidad, se ha convertido en un escenario de hacinamiento, estrés y maltrato. Los vagones, diseñados para una capacidad determinada, se ven desbordados por una masa humana que lucha por encontrar un espacio donde sostenerse. El olor a sudor y comida se mezcla con el ruido ensordecedor de las puertas cerrándose. Cada vagón es un microcosmos de la desigualdad social, donde el hacinamiento y la falta de respeto se convierten en la norma.
Gloria, como miles de otras personas, se aferra a su equilibrio mientras es arrastrada por la marea humana. Y así, día tras día, su cuerpo y su mente se desgastan en un viaje que debería ser placentero y se ha convertido en una tortura. Los empujones, las roces y los comentarios inapropiados son parte de su rutina diaria. El estrés acumulado de este viaje inicial se convierte en una sombra que la acompaña durante toda su jornada laboral.
Pero el calvario no termina al llegar a la estación de destino. El regreso a casa es, si cabe, aún más agotador. Después de una jornada laboral extenuante, Gloría debe enfrentar nuevamente las aglomeraciones, el calor y la falta de consideración de los demás pasajeros.
Es hora de exigir un cambio radical en el sistema de transporte. Necesitamos un transporte público que sea eficiente, seguro y cómodo para todos los ciudadanos. La movilidad del futuro en nuestro territorio debe basarse en la integración de diferentes modos de transporte. La combinación del Metro, el tren de cercanías y otros sistemas de transporte sostenible permitirá crear una red de movilidad multimodal que se adapta a las necesidades de los usuarios, además de que en las empresas implementen políticas que fomenten el teletrabajo, acciones que pueden contribuir a una ciudad más equitativa y sostenible.
La historia de “Gloria” es la experiencia de miles de personas. Es la historia de una metrópolis que, a pesar de sus avances, aún tiene mucho por hacer para garantizar el bienestar de sus habitantes. Es hora de que las autoridades escuchen el clamor de los usuarios y tomen medidas concretas para transformar el transporte público en un servicio digno y eficiente.
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