“Que se contraríe al Gobierno Nacional desde las regiones con respeto y legitimidad es sano para la democracia, pero el contrapeso debe hacerse con personas decentes, no con sujetos cuestionables que hacen ver indigno y reprochable el ejercicio de lo político”
Como bien sabe, querido lector, Gustavo Petro es el presidente de la República. El actual jefe de Estado fue elegido el año pasado con alrededor de 11 millones de votos. Petro ganó la jefatura de gobierno promoviendo un discurso de cambio, donde dijo que iba a fomentar la distribución de la economía, brindar más garantías laborales y educativas y materializar unas reformas, que, según él, son las que necesita el pueblo colombiano. En definitiva, Petro llegó a la presidencia pretendiendo visibilizar regiones, poblaciones y sitios donde el Estado históricamente jamás ha llegado o lo ha hecho con deficiencia. Eso desde el discurso suena bonito, pero como dice el adagio popular, “del dicho al hecho hay mucho trecho” y, en efecto, ha habido muy poca ejecutoria por parte del gobierno nacional. Lo anterior, llevó a que la ciudadanía tuviera aires de desesperanza y decepción, cosa que se ve reflejada en la reciente etapa electoral, donde con contundencia salieron victoriosos partidos de derecha como el Centro Democrático, Creemos, el Partido Conservador, el Partido de la U y distintas personalidades políticas que desde un principio se ubicaron en la oposición al gobierno.
Resulta diáfano entonces decir que estas elecciones regionales han hablado con claridad: la gente está descontenta con un gobierno que habló mucho y ha actuado poco y por ello se obtuvo la votación que se tuvo. Sin embargo, es triste la elección de ciertos sujetos que tienen un historial cuestionable.
El bloque anti-Petro, como llamaron en algunas zonas del país al resurgimiento de la derecha política, dio resultados, porque ganaron gobernaciones y alcaldías políticamente visibles para el país, verbigracia, Antioquia y Medellín, Valle del Cauca y Cali, Atlántico y Barranquilla, etcétera. Ahora, toca esperar que los mayores contradictores sepan trabajar de la mano con el ejecutivo nacional así sea desde la diferencia y que estas elecciones sirvan para que Petro escuche a la población y retome una senda que aún puede caminar antes de que sea tarde.
En síntesis, que se contraríe al gobierno desde las regiones con respeto y legitimidad es sano para la democracia. A fin de cuentas, ha hablado el pueblo y si el gobierno recapacita, escucha y llega a consensos, sea el gobierno que sea, idealmente a todos nos irá bien, pero el contrapeso debe hacerse con personas decentes, no con sujetos cuestionables que hacen ver indigno y reprochable el ejercicio de lo político.
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