Hace unos días terminé de leer El cuento de la criada, una novela distópica publicada en 1985 y que actualmente cuenta con una exitosa adaptación en televisión que lleva el mismo título que la novela. La historia narra como la acelerada reducción de la población mundial a causa de una crisis ambiental y de fertilidad da pie a que una dictadura teocrática trasforme la democracia liberal de los Estados Unidos, surgiendo así la República de Gilead, un nuevo país alzado sobre las raíces del puritanismo del siglo XVII. Con este nuevo gobierno, que se tomaba todo al pie de la letra, comienza a aumentar el autoritarismo, se elimina la libertad de prensa y los derechos de las mujeres, la ciudadanía se divide en castas que atienden a roles específicos en la sociedad y aparecen “Las criadas”.
“Las criadas” visten de rojo, un color que simboliza la sangre del alumbramiento y que es fácil de detectar si se está huyendo. “Las criadas” son mujeres fértiles cuya capacidad para tener hijos se ha convertido en su único valor, y por ello han dejado de tener independencia, autodeterminación, opinión o cualquier tipo de derecho individual y han pasado a ser propiedad de los jefes de la élite del régimen, quienes se las reparten con el objetivo de tener hijos. De esta manera, la historia se desenvuelve alrededor del testimonio de Defred, un nombre compuesto por el nombre de pila de un hombre, Fred, y el prefijo que denota posesión “de”, quien registra sus vivencias dentro de esta nueva realidad con la esperanza de que en un futuro las encuentre una persona que las entienda y las difunda.
El libro está repleto de reflexiones, sin embargo, una idea que me pareció muy curiosa y de la que no se habla mucho es cómo en aproximadamente 400 páginas se nos muestra la facilidad con la que un grupo de personas utiliza el concepto de “bien común” para justificar la violencia y el control total de una sociedad: “por Gilead”, “por los niños”, “por nosotros” “por ellos”, “por todos”.
No obstante, esto no es solo ciencia ficción. A lo largo de la historia de la humanidad esta noción de “beneficio colectivo” ha servido a la mayoría de las tiranías para perpetrar los crímenes más horribles. Por ejemplo, en la Alemania nazi se exterminaron a más de seis millones de judíos por “el bien” de los alemanes; en la Rusia Soviética murieron entre 8,5 y 51 millones por “el bien” del proletariado; en los 60 años que lleva la Revolución cubana, aproximadamente se han fusilado a 3.116 personas y otras 1.166 fueron ejecutadas extrajudicialmente por “el bien” de la patria; y la dictadura comunista de Mao Zedong fue responsable de alrededor de 45 millones de muertes por “el bien” de los campesinos.
¿Pero porque ha sido tan fácil para todos estos regímenes apropiarse de tal idea y utilizarla en beneficio de sus propósitos destructivos? Principalmente, por el uso ambiguo del término.
¿Qué es el “bien común”? ¿Qué puede considerarse un bien para todos? La única definición válida sería cuando se habla de la suma del bienestar de todos los individuos dentro de un grupo. Sin embargo, ¿cómo se determina cuál es el bien de un individuo? Se podría utilizar el nivel de ingresos económicos o el grado de felicidad con el que una persona se auto-percibe, pero, ¿acaso no existen hombres pobres muy felices y hombres ricos que se suicidan? Uno puede saber cuál es el bien propio, pero, ¿puedes asegurar que este sea el mismo para los demás?
Entonces ante este dilema, lo que sucede es que se deja de hablar de “bien común” y se lo reemplaza con el “bien de la mayoría”. Por consiguiente, aquello que es considerado bueno es decidido por el mayor número de personas dentro de un grupo; no importa lo irracional que sea ese “bien”, lo que es bueno para la mayoría es bueno para todos. Pero, ¿qué pasa con la minoría? ¿con aquellos individuos que no están de acuerdo? Pues nada, según esa concepción deben sacrificarse. Y así como pasó con las criadas, “tienen que aprender a renunciar a sus identidades anteriores, a asimilar el lugar y las obligaciones que les corresponden, a entender que no tienen ningún derecho verdadero […] y a tenerse en muy baja estima para poder aceptar el destino que se les adjudica sin rebelarse ni huir” (Atwood 1985, p. 14).
Porque hay que tener en cuenta que al violar los derechos de un solo individuo se están invalidando todos los derechos individuales de todos los miembros de ese grupo, lo cual deja el poder en manos de cualquier pandilla que se proclame como “la voz del pueblo” y esté dispuesta a gobernar por medio de la fuerza física.
No obstante, bajo este tipo de regímenes ¿realmente se consigue el “bien de la mayoría”? Por supuesto que no, y se puede ver tanto en los ejemplos históricos propuestos anteriormente, como en El cuento de la criada. La mayoría siempre termina sufriendo y solo un pequeño grupo de individuos, aquellos que toman el poder, resultan beneficiados. Aunque, también podría cuestionarse qué tan beneficiado puede salir alguien que debe vivir preocupado porque no le arrebaten la cuota de poder que ha logrado alcanzar, siempre en constante vigilancia y en peligro de ser traicionado hasta por el amigo más cercano.
De esta manera, observamos que nadie que acepte esta premisa puede sacar bien alguno, pues como dice (Rand, 1946): “ningún bien puede ser logrado del sacrifico del otro”. La premisa del “bien común” parte de una filosofía colectivista que determina que el propósito en la vida del hombre es existir para los demás, paradójico, pues con esta base los hombres no pueden convivir en absoluto, ya que como ha demostrado la historia, el fin último de todas las sociedades que han aceptado esta idea ha sido la autodestrucción.
En conclusión, la única forma de lograr un bien es a partir de los derechos individuales, los cuales aseguran la libertad del hombre para trabajar en su propio beneficio y lograr aquello que considera el mayor bien para sí mismo, utilizando su propio estándar de valor y su propio esfuerzo. Y es la suma de todos estos esfuerzos individuales la única forma de alcanzar algún grado de beneficio general dentro de una sociedad.
Referencias
Atwood, M. (1985). El cuento de la criada. Ediciones Salamandra.
Rand, A. (1946). ¿Es “el mayor bien para el mayor número” un principio moral? «Textbook of Americanism», The Ayn Rand Column. (Trad. Objetivismo.org). Objetivismo.org – Razón – Egoísmo – Capitalismo. https://objetivismo.org/es-el-mayor-bien-para-el-mayor-numero-un-principio-moral/.
Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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