Una de las habilidades que hay que reconocerle a la izquierda totalitaria es su capacidad de aprovechar cualquier situación social o cualquier hecho aislado de esos que hieren la sensibilidad humana, como el asesinato de George Floyd por un agente de policía en Minneapolis, para impulsar su agenda. Lo que no es más que un incidente de brutalidad policial, que habría sido considerado como tal de haber sido negro el victimario y blanca la víctima, o negras o blancas las dos personas involucradas, la izquierda quiere hacerlo ver como una muestra del racismo de la administración del presidente Donald Trump o, peor aún, del capitalismo norteamericano y, por qué no, de todo el capitalismo liberal.
El gran “pecado” de Donald Trump es haberle plantado cara al totalitarismo chino y norcoreano y al de sus aprendices latinoamericanos de Cuba y Venezuela, después de años de política de apaciguamiento de la administración de Barack Obama. La izquierda no podía desaprovechar la oportunidad servida por el asesinato de Floyd para tratar de cobrarle a Trump por ventanilla.
La lucha contra la esclavitud y el racismo ha sido obra y es uno de los grandes logros del capitalismo liberal. Porque la esclavitud no surgió del racismo sino todo lo contrario. Los hombres aprendieron a esclavizarse los unos a los otros antes de que aprendieran a escribir. En la antigüedad remota los esclavos eran los vencidos en las constantes guerras que enfrentaban a los pueblos. Blancos europeos esclavizaban a otros blancos europeos, asiáticos esclavizaban asiáticos y, ¡cómo no!, negros africanos esclavizaban a otros negros africanos. Más adelante, cristianos esclavizaron moros y moros esclavizaron cristianos. El gran Cervantes fue esclavo en Argel. Las grandes civilizaciones que encontraron los españoles a su llegada a las Américas – la Azteca y la Inca – eran sociedades esclavistas.
Modernamente, fue Inglaterra, la primera gran nación donde se instaló el capitalismo liberal, la que abolió, antes que en cualquier otra parte, la esclavitud negra en su territorio, y emprendió, con su poderosa armada de guerra, una lucha sin cuartel contra el tráfico de esclavos desde África hacia el continente americano. La esclavitud en el sur de Estados Unidos y en otros países de América solo pudo mantenerse hasta la segunda mitad del siglo XIX por la reproducción biológica de la población esclava pues la armada inglesa fue exitosa en cortar el flujo de esclavos desde África.
Fueron también los capitalistas liberales del norte los que emprendieron la guerra contra los esclavistas del sur, guerra que sigue siendo la que más vidas ha cobrado en la historia de los Estados Unidos, por encima, incluso, de las dos guerras mundiales, en las que se involucraron para salvar a los europeos de sus propias locuras.
Pero es también en Estados Unidos donde los negros han prosperado más que en cualquier otro país del mundo entero. En su obra “Economía: verdades y mentiras”, en la que desmonta las falacias económicas y sociales de las que se nutre la ideología de izquierda, Thomas Sowell, economista liberal y negro, ¡qué escándalo!, reporta que el ingreso medio del negro americano es el 85% del ingreso medio del país. Traducido a dinero, eso significa que, en 2018, el PIB per cápita de los negros de Estados Unidos era de US$ 53.550, casi cinco veces el promedio mundial y superior al de la mayoría de los países del mundo y, por supuesto, al de cualquier país africano o de América Latina.
Miles de ciudades y pueblos de Estados Unidos son gobernados por alcaldes negros. En Washington, donde hay una burguesía negra cuya riqueza haría palidecer de envidia a la pobretona burguesía colombiana, gobierna, Muriel Bowser, una distinguida señora negra. También es negra la alcaldesa de Chicago, la señora Lori Elaine Lightfoot. Ambas son dueñas de una sólida educación universitaria, como Colin Powell y Condoleezza Rice, intelectuales refinados que llegaron a la Secretaría de Estado, el más alto cargo ejecutivo después de la presidencia, y, por supuesto, el expresidente Barack Obama, orgulloso de sus raíces africanas. Cualquiera de esas personas asesinaría a quien le dijera que sus logros son el resultado de la discriminación positiva y no de su empeño individual, que es lo que estimula y premia el capitalismo liberal.
La interpretación del asesinato de Floyd en términos de discriminación y racismo, de la que ya hace eco nuestra bobalicona prensa, tan proclive a la ideología izquierdista, hará sin duda parte de los slogans de la próxima arremetida de la izquierda colombiana contra nuestras instituciones, al lado de “la defensa de la soberanía”, supuestamente ofendida por la presencia de un puñado militares norteamericanos, y, por supuesto, la “lucha contra el desempleo y la pobreza”, provocados por la cuarentena que esa misma izquierda ha buscado prolongar y hacer más draconiana, de suerte que provoque más desempleo y pobreza contra los cuales luchar. Hay que estar preparados.
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