Hablar del amor y la filosofía es como apreciar la manera en que una pareja ha decidido dormir en habitaciones distintas a pesar de convivir en una misma casa. En efecto, estudiar ambas actividades muy humanas podría sembrar los más acalorados debates o el desconcierto. La misma historia de la filosofía ha sido testigo de las ambivalencias como también de la diversidad de las posiciones.
Podemos empezar por el libro de Aude Lancelin y Marie Lemonnier titulado Los filósofos y el amor. De Sócrates a Simone de Beauvoir (2025) el cual parte de una tesis lapidaria y es el ocultamiento del amor en la envoltura que crea el ideal romántico. Citando a los moralistas francés las filósofas afirman que detrás de los sentimientos de la gratuidad y desinterés se esconde la grosera realidad del sexo, el cálculo y la voluntad de poder.
A pesar de ello el amor para la vida filosófica es un saber del cuidado que puede poner en riesgo la libertad intelectual de quien la piensa ya que se trata de un sentimiento que puede descolocar a la razón en la osadía de asumir el sentimentalismo del amor como guía y faro ante las afugias de la existencia y para decirlo con Schopenhauer de sostenerlo a pesar de la palpable existencia de los dolores del mundo. El saber del amor es uno que hay que tomarse con cautela.
Sin embargo, este planteamiento raya con la idea moral de los antiguos y que en voz de Lucrecio señalaba o siguiente: “Vacío es el discurso del filósofo sino ayuda a curar la enfermedad del alma”. Posiblemente para los sistemas filosóficos modernos esta sentencia no tenga lugar, pero para los antiguos la máxima que toma Lucrecio de Epicuro sí tiene una relevancia en especial si se la interpreta como una forma de asumir el compromiso ético de la vida buena.
Otra de las dificultades del amor tiene que ver con la imposibilidad de que este sentimiento se resista a ser racionalizando. Se lo ha arrojado a la región del pathos, un magma psicológico siempre cambiante y turbulento. De hecho, se ha culpado al sentimiento de desdibujar el cauce de lo racional, cuando en realidad han sido los hombres quienes se han referido al amor como un afecto difícil de esclarecer. Las francesas consideran que una inclinación en favor de la balanza en el estudio filosófico del amor y en la perspectiva abierta por las pensadoras Hannah Arendt o Simone de Beauvoir es posible ir más allá a la acostumbrada versión masculina y masculinizante.
En el mundo contemporáneo ha sido el pensador francés Alain Badiou quien mejor ha sabido darle lugar al amor en especial en relación con la verdad y particularmente desde una aproximación fundante como la que se plantea entre el amor y la apertura hacia el absoluto, es decir, que el amor sería la oportunidad de encaminar la vida humana en la perspectiva de una aspiración legítima y es la que se descubre con lo divino y los numinoso. Más allá del deseo autocomplaciente se encuentra una experiencia con la otredad radical y donde el amor es una ilusión que muestra el camino hacia la eternidad y donde la filosofía siempre ha tenido qué decir.
También se identifica que los filósofos en aras de evitar la discusión sobre los límites de la razón le endilguen a la poesía y la literatura el relato sobre las desavenencias que produce el lenguaje inasible y escurridizo del amor. A pesar de esta treta lo cierto es que fueron los pensadores quieres recurrieron al lenguaje literario para entender la dinámica de los afectos. Ejemplos claros se encuentran en La nueva Eloísa de Rousseau, el Diario de un seductor de Kierkegaard o en la novela de Beauvoir La invitada.
De todos modos, es posible identificar dos tendencias filosóficas del amor y que Voltaire distinguiera en su Diccionario filosófico. De un lado tenemos la versión Platónica y de otro lado la versión de Lucrecio. Mientras que para el primero el amor es una forma de ascender de lo físico a lo ideal, siendo el amor propiamente un arquetipo dónde la belleza, la perfección y la verdad se reúnen, para el segundo se trata de una pasión desenfrenada que solo se puede mantener durante los placeres materiales que se suceden en el coito sexual. Magia blanca o magia negra del amor estás dos maneras de acercarse a su experiencia se presentan como dos miradas antagónicas donde el cuerpo y los sentidos o el intelecto y su tendencia hacia lo ideal se suceden como formas características del filosofar sobre el amor.
Hoy en día y como lo dejo dicho Theodor Adorno en su obra La dialéctica de la ilustración, el amor se encuentra en una encrucijada en especial porque su sentido metafísico y aspiracional hacia la verdad humana y divina, ha sido amortajada por cuenta de la industria que bien la ha convertido en una oportunidad de negocio de ocasión o en una reducción fisiológica a causa de la racionalidad instrumental y el cientificismo.
De todos modos, este diagnóstico no es alejado a las nuevas tendencias de la sexualización del amor debido a las aplicaciones para citas, el turismo sexual o la adicción a la pornografía. Pero por fortuna para la filosofía y en boca de uno de los que ha sido llamados como el filósofo de la sospecha por excelencia, Nietzsche en sus Fragmentos póstumos afirma que para los amantes verdaderos el encuentro sexual no es lo esencial.
Bibliografía
Lancelin, Aude, Lemonnier Marie. (2025). Los filósofos y el amor. De Sócrates a Simone de Beauvoir. Ediciones Deusto.
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