¿El amor se debería escribir en femenino?

Hay miles de voces maravillosas y diversas que nos han regalado el privilegio de saber sobre el amor, sobre  lo que es, lo que les ha hecho y lo que hacen con él. Una de las ideas más populares en nuestros días es aquella que afirma que el amor debería escribirse en femenimo. Quienes defienden esta postura plantean que en el amor solo creen las mujeres, porque los hombres no buscamos amor, sino otras cosas como la validación, el sexo y a veces una especie afecto maternal. Esta forma de pensar el amor, muestra que como sociedad hemos construido  una serie de imágenes que se han incrustado en nuestra cabeza y limitan las posibilidades de asuntos emocionales. Hay que reconocer -también- que a los hombres no nos exigen buscar el amor y compartirlo con una mujer, nos piden encontrar una mujer que nos dé amor, mientras que a las mujeres se les enseña a amar a sus esposos, a sus hijos, a sus familiares, a sus amigos, a todo el mundo. Hemos privatizado el amor y lo hemos arrojado como una carga exclusiva de las mujeres. Y en ese entendido, por supuesto que el amor debería escribirse en femenino.

Ahora bien, hay uno o varios asuntos ahí que me resultan tremendamente injustos. En primer lugar, creo que esa desigualdad en las cargas no está justificada. ¿por qué deben las mujeres soportar la carga de ser quienes practiquen el amor? En segundo lugar, esa idea es -también- tremendamente injusta para nosotros los hombres.  Lo es, porque hay miles de niños que se crían escuchando frases como “esa cosa que llaman hombre, eso no sabe amar”. Y escuchando tales palabras, se enfrentan a verse como algo diferente a una persona -una cosa-, así como a verse como seres a los que se les hace imposible acceder al conocimiento sobre el amor. Esa idea que es, además muy triste, instala en la conciencia masculina una llamado a la dureza, una que debe ser aplicada en su corazón. Un corazón al que le niegan la posibilidad de amar, solo por ser hombre, por ser una cosa que no sabe nada sobre el amor. En tercer lugar, esta noción del amor como un algo femenino sigue la línea de la esencialización de hombres y mujeres, postulándose como un conducto de estereotipación de los roles de género y oprimiendo otras posibilidades de ser. Ahí me pregunto: si el amor es femenino, ¿qué hacemos con los hombres que quieren amar y las mujeres que no? En cuarto lugar, esta postura deja por fuera una discusión muy valiosa sobre amor no binario. El amor enunciado como femenino, además de negarsele a los hombres como una posibilidad de ser y no solo de recibir, también excluye la posibilidad del ejercicio del amor por parte de las personas que no se ubican dentro del sistema binario y cisgenero, asunto que es altamente problemático.

Es tremendamente injusto para todes pensar el amor solo desde un lugar, porque sobrecarga, excluye, impide posibilidades de ser y sentir en el mundo. El amor, como lo dice Bell Hooks debe propender por ser una práctica universal, donde la justicia esté precisamente presente en la horizontalidad de las relaciones, en la posibilidad de que todas las personas podamos acceder a esta experiencia. El amor, puede ser muchas cosas, femenimo, masculino, no binario, pero antetodo es diverso. Y para comprender su diversidad, habrá otros espacios para dialogar.


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Neider Alegria

Joven Afrodescendiente, estudiante de derecho y licenciatura en ciencias sociales de la universidad Icesi. Hizo parte del comité editorial de la revista académica estudiantil de la universidad Icesi Traspasando Fronteras (TF) (2018). Es investigador del Observatorio para la Equidad de las Mujeres (OEM) de Cali. Poeta, apasionado por la escritura.

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