Sí, puede sonar triste, duro y algunos dirán que es injusto, pero el respeto por los derechos es lo que permite que haya democracia y que las sociedades avancen. Países en los cuales las libertades individuales son restringidas y se condena sin juicio, están condenados (ellos sí) a ser fallidos.
Si usted es una de esas personas que considera que un abogado es malvado, indigno y apologista del delito, porque en el ejercicio de su profesión presta sus servicios profesionales a personas que tienen un proceso penal, han sido imputadas, indiciadas y algunas, tal vez, estén en la cárcel o que han dedicado su vida a estar por fuera de los márgenes de lo que para el común de las personas es la ¨legalidad¨, entonces esta columna, si me regala tres minutos, es para usted.
Sonará muy lógico y quizá absurdo mencionarlo, pero el abogado no es el cliente, no es la causa de su cliente. Sí, parece una bobada decirlo, sin embargo, tal vez usted no haya logrado hacer tal diferenciación o no lo quiera. En otras palabras, cuando los abogados aceptamos representar a alguien señalado de robar, estafar o asesinar, eso no nos convierte en ladrones, estafadores o asesinos.
Con lo anterior claro, espero, debo mencionar que nuestra Constitución Política, en su artículo 29 consagra el derecho fundamental al debido proceso, haciendo extensiva su aplicación “a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas”. Una de las principales garantías del debido proceso, es precisamente el derecho a la defensa, entendido, de acuerdo a la Corte Constitucional, como la oportunidad reconocida a toda persona, en el ámbito de cualquier proceso o actuación judicial o administrativa, “de ser oída, de hacer valer las propias razones y argumentos, de controvertir, contradecir y objetar las pruebas en contra y de solicitar la práctica y evaluación de las que se estiman favorables, así como de ejercitar los recursos que la ley otorga.
En ese orden de ideas, es muy importante que tengamos claro que cualquier persona, sin distingo de ninguna clase, ni ideología política y sin importar el tipo de delito por el cual esté sindicado o condenado, tiene derecho a la defensa, un derecho que nada ni nadie puede vulnerarle.
Y permítanme poner un ejemplo con un personaje de la historia universal, el alemán Adolf Hitler. Es bien sabido que en el desarrollo de la segunda guerra mundial y con su ideal de apoderarse de Europa, este sujeto cometió, presuntamente (porque nunca fue juzgado), crímenes de la mayor gravedad, entre ellos el asesinato de más de seis millones de judíos. Si Hitler hubiera sido capturado y llevado a juicio, él hubiera tenido derecho a la defensa, a tener a su lado a un abogado que velara por el respeto al debido proceso.
Sí, puede sonar triste, duro y algunos dirán que es injusto, pero el respeto por los derechos es lo que permite que haya democracia y que las sociedades avancen. Países en los cuales las libertades individuales son restringidas y se condena sin juicio, están condenados (ellos sí) a ser fallidos.
¿Y por qué dedico este espacio a hablar de esto? Es muy simple, en mi ejercicio profesional como abogado actualmente me encuentro representando a las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, en su proceso de entrar en la Paz Total, que es pertinente recordar, es promovida por el gobierno Petro, como una de sus políticas de Estado. Esto ha llevado a algunas personas a insultarme y llamarme “paraco”, “vendido” e incluso hubo varios que se atrevieron a catalogarme como “asesino” y ¨apologista del delito¨, e incluso algunas, solicitaron eliminarme de las redes sociales, los contactos, etc., como si la pasión por el derecho penal y la búsqueda de la paz, te hiciera merecedor de semejante escarnio.
Es muy importante saber diferenciar los roles. Sí, represento a este grupo que está al margen de la Ley, primero porque creo en la justicia y segundo porque considero que acogerse a la Paz Total es la única forma de parar el sufrimiento de las comunidades y que todos avancemos por el camino de la reconciliación. No obstante, con balas, el sometimiento, la selectividad de los actores del conflicto y el desdén del Gobierno, jamás habrá Paz.
Los invito a hacer un alto en el camino y a dejar de hacer juicios de valor. Estamos ante un momento de la historia que requiere de nuestra capacidad para entendernos y buscar soluciones conjuntas. Los colombianos merecemos vivir algún día sin zozobra y sin miedo.
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