Ecuador | Los cómo del debate presidencial

Definitivamente, si de nivel de creatividad hablamos, en El Ecuador somos muy destacados. Básicamente, no somos potencia mundial porque no queremos, y el debate presidencial del domingo 19 de enero fue una prueba de ello.

Más allá de los memes, las frases folclóricas, observar con mucha pena como algunos candidatos leían su respuesta –llamados a dirigir el país–, la falta de profundidad en las propuestas –claro que la cantidad de candidatos no ayuda a que el formato lo permita–, entre otros, serán momentos que pasarán a la historia. Es evidente que nuestros políticos siguen pensando en quien ofrece más, y ese es el que ganará la contienda. Se escuchó una amplia gama de propuestas, algunas apegadas a la realidad, otras que dejan mucho qué pensar, pues no se sabe si constan realmente en sus planes de trabajo o si se lanzaron dada la emoción del debate.

Entre las propuestas planteadas –y de las más recurrentes– nos encontramos con la reducción del IVA del 15% al 12% o al 10%, o lo que usted prefiera, ¡hay para todo! Personalmente, también soy partidario de reducir el IVA. Considero que se recauda más porque la gente aumente su consumo, antes porque una tasa impositiva sea más alta, pero, en un escenario de reducir ese impuesto, se deben considerar los ingresos que compensarán lo que se deja de recibir al bajar la tasa de este, al menos hasta que los actores económicos reaccionen adecuadamente a ese cambio en el tributo. ¡Un cómo lo harán muy importante que nadie dijo!

Otra propuesta que llamó la atención fue el desarrollo de energía nuclear dentro del cambio de la matriz energética, el cual es deseable por todos, aunque regresamos una vez más al ¿cómo lo harán? Para ello, se requiere mano de obra muy calificada, una transformación en las legislaciones pertinentes e identificación del área a instalarse, que sin duda provocará rechazo por las comunidades cercanas, más por una cuestión de miedo debido al desconocimiento. Supongamos que esto vaya a consulta de la comunidad y se pierda, ¿cómo queda la imagen del país ante eso?, asimismo, ¿de dónde saldría el financiamiento para semejante infraestructura y todo lo que conlleva en servicios e instalaciones conexas?

Vamos con el incremento del salario básico. Nuevamente, ¿elija usted a cuánto desea subirlo?, ¿le parece bien USD$ 570, USD$ 600 o más? ¡Ojo!, es deseable y valida la aspiración de querer un ingreso más alto, pero ¿cómo se espera hacerlo? Un incremento más allá de las condiciones pertinentes, entiéndase inflación proyectada, nivel de competitividad, otros costos de producción, y demás, provocaría el encarecimiento de los bienes y servicios, desalentaría el consumo y generaría desempleo. Tan fácil decirlo, tan difícil cumplirlo.

El tren bala fue otra anecdótica propuesta planteada. ¿Cómo se haría semejante obra de ingeniería?, ¿el candidato que lo planteó tuvo en cuenta la topografía de las ciudades que piensa unir, la inversión que se requiere, las experiencias internacionales que muestran dónde se ubican estos tipos de transporte, y así más observaciones a la propuesta?

Las “propuestas” aquí presentadas son una parte de un amplio baratillo de ofertas que se escucharon, y que dejan al ciudadano con muchas incógnitas y pocas certezas. Con todo lo escuchado, es claro que podríamos vivir en Disney World con el próximo presidente de la república. Resulta muy importante que los ciudadanos voten de forma consciente, revisen los planes de trabajo de los candidatos, los analicen y discutan con otros, y se planteen interrogantes tipo: “¿Cómo lo van a hacer?”, “¿Cómo lo van a financiar?”, entre otros.

Todos los candidatos (asumamos) quieren lo mejor para el país y buscan alcanzar los grandes objetivos de la sociedad: que exista crecimiento económico, que disminuya la pobreza, que desaparezcan las desigualdades sociales y los desequilibrios regionales, que exista estabilidad política, económica, y demás, pero no hay enfoque en el cómo se pretende lograr. Algunos quieren más Estado (nefasta postura), otros desean más mercado y otros una correcta mezcla de estos. En todo caso, al final estará en nosotros elegir bien… eso sí, ¡después no nos quejemos! Pensemos entonces en cómo vamos a votar.


La versión original de esta columna apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.

Jorge Calderón

Economista de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG). Magíster en Administración de Empresas de la Universidad Espíritu Santo (UEES) y master of Management de Tulane University (Nueva Orleans). Rector del Tecnológico Universitario Argos (Guayaquil Ecuador). Miembro del «Foro Libertad y Prosperidad» (Instituto Ecuatoriano de Economía Política), del Consejo Asesor Internacional de la ONG «Mujeres Líderes Políticas» (Capítulo Ecuador) y de la Junta Directiva del «Thomas Jefferson Institute for the Americas» de los Estados Unidos. Embajador de la ciudad de Guayaquil para Congresos y Convenciones por la Empresa Pública Municipal de Turismo de Guayaquil.

Empresario y consultor, se desempeña también como docente de posgrado de Escritura Académica, Análisis Económico Mundial y Metodología de la Investigación en diferentes universidades del Ecuador. Es además, analista y coach económico en varios medios de comunicación de su país y el mundo, y columnista permanente de la «Revista Comercio» de la Cámara de Comercio de Guayaquil y del «Diario Correo» (Machala Ecuador).

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