Este pícaro mundo está hecho de contrastes a veces inexplicables, los justos penan y los delincuentes sacan pecho.
Si de algo me puedo ufanar es de honrar la amistad en toda circunstancia. Y si de algo no me arrepiento es de cobrar duro toda perfidia siguiendo la enseñanza de los antiguos romanos: “el desquite es un plato que se come frío” y me agregaba un ilustre amigo ya muerto que “entre más frío mucho mejor”.
En síntesis soy amigo cabal de mis amigos e insoportable enemigo de mis enemigos. Con estos, por cierto, no es posible llegar a armisticios. Sabio es el refrán: “vaca ladrona no olvida el portillo”. Autónomamente escojo a mis amigos y selecciono sin remordimiento de entre quienes se declaran mis enemigos, que son bien pocos.
Me honra la amistad con Luis Alfredo Ramos Botero y solo eso le debo y me debe: ¡la amistad! De su gobernación no devengué estipendio ninguno y ninguno es ninguno, de donde resulta auténtico, desprendido y valioso el ejercicio del valor de mi amistad hacia él.
Tres años y algo más lleva el doctor Ramos sufriendo injusto cautiverio por cuenta de falsas imputaciones y de una Sala Penal morosa que está lejos de dar ejemplo de pronta y cumplida justicia. El día que uno de los señores magistrados llegue a estar en idéntica penosa situación clamará justicia al cielo y se mecerá los cabellos en acto de tardío arrepentimiento.
Para un ciudadano ajeno a las transgresiones, tres años son sin duda tres siglos de daño moral, al buen nombre y otros múltiples perjuicios que no habrá manera de reparar, salvo la recuperación de la libertad el bien más preciado que tenemos los hombres.
Existen firmes motivos para esperar que ahora si se acelerará el juicio en la Sala Penal de la Corte y que el doctor Ramos obtendrá sentencia absolutoria. ¡Bienvenida!
Tiro al aire: la adversa fortuna para lo único que sirve es para templar el carácter y para saber quiénes son de veras los amigos.