Con frecuencia escuchamos que “en Colombia los mejores somos mayoría”, a lo que muy cómicamente un profesor mío siempre responde: ¿eso quién lo dijo?, ¿cuándo hicieron el censo de las personas buenas?, ¿si existe, podemos ver el censo en la página del DANE?; o peor aún, ¿qué es ser bueno?
Y es precisamente la última pregunta sobre la cual quiero centrarme en esta columna de hoy. Qué es ser bueno. Obviamente nadie lo sabe; y habrá mil y una teorías filosóficas, sociales, morales, políticas, científicas, religiosas, etc.; que definan lo bueno y lo malo. Pero como no pretendo dar un debate al respecto de todas esas disciplinas o ciencias, me centraré en algo que sí llama la atención: las conductas que en pleno siglo XXI son reprochadas y consideradas malas por toda la comunidad internacional, y que siguen generándose en nuestra patria querida debido a algo que en Sociología se denomina Reproducción Social. Quizá la teoría más aplicable a sociedades como la nuestra.
La Sociología se puede definir someramente como la disciplina que se encarga de estudiar las relaciones del hombre en sociedad. En ésta existe la denominada teoría de la Reproducción Social, estableciendo, palabras más palabras menos; que el hombre es como una masa moldeable por su contexto social, el cual subconscientemente o “sin querer queriendo” pensará, opinará y actuará en muchos casos según lo que haya aprendido o visto de sus padres, de sus amigos, de sus familiares, sus vecinos y la gente que está en las proximidades de su alrededor. Obviamente, como todo en la vida, existen excepciones. Existen casos en los cuales las personas terminan actuando totalmente distinto a conductas que vieron en su contexto, pero esto también sociológicamente hablando se justifica en que el hombre aprende de diversos contextos y no sólo del que está más cercano a él, y por tanto su ética y su moral harán que actúe respecto de los valores que para él han primado de determinado contexto u otro. Sin embargo, ahí está el problema. Es decir en la posibilidad que tenga el hombre de conocer diversos contextos, de conocer muchas posturas sobre un tema, que al final terminen haciendo que escoja de diversas posturas, aquéllas que más le agraden, influyendo entonces directamente en su actuar y su pensar.
He dado esta introducción porque pienso que en Colombia la Reproducción Social es una de las enfermedades más grandes que ha tenido la sociedad. En Colombia los problemas que serían los más reprochables a nivel internacional de una sociedad se transmiten de generación en generación como una enfermedad genética, propia de la comunidad colombiana, cosa que no se podrá cambiar jamás si no se implementa una educación constructiva en las personas.
Recientemente estaba pasando por la Avenida Ferrocarril en el centro de Medellín cuando miré que detrás de uno de esos buses que pasan por el centro, forrado entero de imágenes como la Virgen María y el niño Jesús, el monstruo de Tasmania de los Warner Brothers, la cara de Johnny Depp haciendo el papel de Jack Sparrow en “Piratas del Caribe”, el águila de Estados Unidos, el aviso de ¿Cómo conduzco? Velocidad máxima permitida “60Km/h”, entre otros; había uno que decía “si pita es Gay”. Puede que a unos les suene gracioso, pero para mí es un ejemplo perfecto de que en Colombia todavía tenemos costumbres de hace siglos, transmitidas genéticamente por generaciones y que no han podido ser erradicadas.
Perfectamente uno de estos personajes que pone en su vehículo “si pita es Gay” utilizará como insultos palabras como cacorro, maricón, o loca. Además, siempre pensará que existen cosas y actividades que son propias de hombres y cosas y actividades que son propias de mujeres, lo que puede fomentar la tan odiada desigualdad de género. No le será difícil pensar que la mujer está es para hacer presencia en la cocina, reproducirse y luego cuidar a los 10 hijos, puesto que si alguno de sus amigos lo vieran trapeando o barriendo la casa pensarían que es una loca, que se deja mandar de su mujer. No le será difícil retar a sus hijos a comer ciertas verduras o a montar en moto diciendo “ah, qué niña”. No le será difícil rechazar una oferta de trabajo de algún empleado que sea homosexual o de algún compañero que pueda tener en la empresa que sea homosexual, pues él no querrá trabajar con cacorros, qué miedo que lo cojan y lo violen. No le será difícil predicar a diestra y siniestra, con la Biblia en mano y como una reproductora de CD rayado que su Dios creó la naturaleza para la unión de hombre y mujer. No le será difícil dejar de morbosear a las mujeres voluptuosas, tirarles uno que otro piropo y darles un pequeñito pellizco nada más, pues si no lo hiciera sería una loca. No le será difícil engañar a su mujer, y a su vez reírse a carcajadas con sus amigotes, Pilsen en mano, que han engañado a sus mujeres con otras “más buenas”. Y tal vez, sin darse cuenta, no le será difícil esperar que en un futuro sus hijos se comporten así, pues él es lo que ha visto y aprendido en su contexto y ellos serán lo que aprendan de tal. Y ni modo de esperar que un personaje de éstos conozca que en otros lugares del mundo existe un grupo llamado Femen que está tan cansado del “patriarcado” y de la desigualdad de género que se reúne en la plaza de San Pedro en topless con un crucifijo rozando sus entrepiernas.
Ni modo de esperar que este sujeto tome conciencia de la discriminación de género. No creo que podamos exigirle demasiado, pues es muy factible que su comportamiento se deba a lo que ha aprendido en su contexto. De nada sirve que haya movimientos internacionales que vayan en contra de estas cosas, que en diversos países europeos se esté regulando la adopción homosexual, que se expidan leyes sobre igualdad de género salarial en el trabajo, que se expida una ley penal que establezca el acoso sexual como delito, entre muchas otras; si el chip o el código genético que tiene la sociedad no cambia. Si desde niños no se les enseña que pegarle a las niñas y niños está mal, si desde niños vieron cómo sus papás golpeaban a sus madres, si desde niños vieron que en el barrio el más cool era el que tenía varias mujeres, si desde niños vieron que todos sus amiguitos se estaban uniendo a las líneas de los paramilitares, si desde niños vieron que arreglar las cosas a golpes era lo correcto, ente muchas, muchísimas otras cosas; entonces ¿cómo vamos a esperar que un señor no le pegue a su esposa por no hacerle caso?. No tiene sentido.
Obviamente no pienso hablar de ese busero, ni de los buseros, ni de nadie en específico. Cada persona es un universo diferente al fin y al cabo; pero siempre he considerado que este tipo de cosas, esos pequeños detalles como “si pita es Gay” que pasan desapercibidos y que podrían causarle gracia a algunos, son los que terminan siendo la semilla que transmite de generación en generación problemas graves como la discriminación de género, la delincuencia, la falta de ciudadanía, entre otros.
Son estas cosas las que nos ponen a pensar y reflexionar. Todos sabemos que son temas muy importantes que se deben discutir en sociedad y que es necesario educar a los más ignorantes en el tema. Empero, el problema siempre ha sido que por lo general la gente es más cerrada cuando han pasado las décadas. Es decir, intente decirle esto a uno de esos personajes sin que le lance el siguiente comentario: “dejá la bobada home, vos si sos sismático”; dejando claro que para él está totalmente bien esa conducta.
¿Qué es ser bueno? No lo sé. Pero de todos modos, algo me dice que son éstas las cosas que nos ponen a dudar de si en Colombia los buenos somos mayoría. Habrá que hacer el censo mejor para quedarnos tranquilos y dejar de ser tan sismáticos.
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