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«Pensado de esa manera, cada autor y su obra es un toque al mundo de los sueños, y el libro la aldaba (en la figura de asir el margen central). Cada inicio, dado a la intemperie, la muerte o la vida, la persecución o el quietismo, es dejarse ir, necesidad biológica, y permiso a la muestra de lo que nos compete y nos ataca, lo que somos en un paso por tierras extrañas, migrantes»
La vida es un largo embrutecimiento. La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas; poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario; los mosquitos pueden volar tocando la corneta, carecemos del coraje de llamarlos arcángeles, y cuando deseamos viajar nos dirigimos a una agencia de vapores en vez de metamorfosear una silla en un trasatlántico.
Oliverio Girondo: Membretes
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¿Cómo surgió la idea de realizar este sueño de aldaba?
La concepción de la antología surge como propuesta de ubicar, darle forma o cuadro a los sueños que levanta la noche o predice el día. En el proceso de concientización de los sueños (perdóname la falta de sustento psicoanalítico), la literatura sirvió de base para situarlos en un contexto de secuencialidad escrita: un profesor, si no estoy mal, de Literatura Narrativa, Juan Julián Alzate, nos llevó el Prólogo de Libro de sueños (2018) de Borges y adelantamos su lectura. Además, nos compartió la práctica diaria de escribir los sueños, práctica que repliqué al año a partir de otras referencias intertextuales en obras hispanoamericanas. El año pasado o el antepasado inicié la escritura en un cuaderno y luego en un documento, el cual he ido abandonando: a veces publicaba esos microrrelatos o cuentos cortos en revistas o blogs, y de mañana en mañana, o cuando resurgían para ser escritos, agua a ser tomada a la carrera, los plasmaba obvio con despistes y vacíos. Con el tiempo, agregué epígrafes que van desde Ssu Kung-tu a Pablo de Rokha (que sirven de sustento y abordaje), un título provisional: Contenidos manifiestos, y cuatrocientas quince páginas desde el sábado 22 de julio de 2023 al martes 5 de agosto de 2025. No es que de agosto para acá no haya escrito sueños, sino que no los he registrado en el libro de conjunto, hecho que indica ciertas disposiciones, trabajos y prioridades tomadas. En todo caso, el documento en avance, cuyo contenido publicaba en convocatorias referidas al tema o en encuentros, me hizo pensar cómo podía compartirlo y difundirlo con otros que se interesaran en el sueño, uno de los temas primordiales de nuestra América. Y sucede que a finales del 2024, en la exposición Latinoamérica: arte y ciudadanías críticas (Medellín, Colombia), vi la obra de Iván Cáceres (La Paz, Bolivia), que realiza performances y máquinas basadas en sueños. Logré comentarle mi interés por su obra en una charla en Bellas Artes y, gracias al editor de la revista Papel, Daniel Grajales-Tabares, pude obtener su contacto y realizarle una entrevista que, me faltó decirlo en su momento, fue revisada y comentada por Óscar Jairo González y Elizabeth Arredondo. No quiero alargarme, pero quiero citar el inicio de la respuesta de Cáceres (2025) a la primera pregunta (¿de qué sueño eres rehén?): «A veces me he preguntado desde cuándo soy un rehén, y a pesar de que el tiempo ha transcurrido, me he dado cuenta de que es precisamente la palabra el “medio”, es decir, soy un medio: los sueños han hecho de mí un rehén para transmitir lo que ellos quieren mostrar». Ahí tomó forma y amplitud la idea de que autores contemporáneos, desde varias artes y oficios, se preocupaban por la temática del sueño. Más adelante, participando en las convocatorias de la editorial Laia Editora (Rosario, Argentina), se me abrió la posibilidad de antologar una edición sobre los sueños, partiendo del adelanto realizado Iván y de lecturas sobre el tema, y lancé la propuesta al editor Yui Páez, la cual fue aceptada.
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¿Cómo llegó el nombre del libro? ¿Alguna musa, al azar o sufrida?
Musa y presión de lanzar el flyer de convocatoria, así como la imagen que abarcara los sentidos de la antología. La aldaba conlleva toques de puerta, un abrir y el ingreso o el rechazo, pero la figuración de un continuo, obscuro, fugaz o permanente, que se abre a la duda o al acceso. Pensado de esa manera, cada autor y su obra es un toque al mundo de los sueños, y el libro la aldaba (en la figura de asir el margen central). Cada inicio, dado a la intemperie, la muerte o la vida, la persecución o el quietismo, es dejarse ir, necesidad biológica, y permiso a la muestra de lo que nos compete y nos ataca, lo que somos en un paso por tierras extrañas, migrantes. Dando continuidad al asunto, a propósito del recuerdo de «Teoría de las puertas» de Luis Vidales (1926), traído por la compañera Karla Ospina, ensayista, en El Guanábano, pensemos lo siguiente: si «Cuando una puerta se abre, la puerta equidistante, al otro lado del mundo, se cierra irremisiblemente», lo mismo sucede con el sueño en una azarosa teoría de los sueños: cuando un sueño se abre, o abre a la persona, el sueño equidistante, al otro lado del mundo o del cuarto o en el otro puesto de la cama, se cierra irremisiblemente y vuelve al mundo de los despiertos, habida cuenta de la dosis de sueño que este estado implica. Y «El día que todas las puertas [los sueños o las aldabas] se abrieran a una vez, el mundo quedaría lleno de huecos [¿surreales?] y el viento se entraría en ellos y se llevaría la tierra por los espacios ilímites…»

«Cohoba en Doña Juana» (2025), dibujo a lápiz de Sarai Soler Jordán (Cuba, p. 54).
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¿En Sueño la aldaba el tema es único o la temática es libre?
El subtítulo del libro es Antología de literatura onírica. Si bien se incluyeron ilustraciones, dibujos y pinturas, todo versa sobre los sueños. En la convocatoria se propuso la temática de la literatura onírica en todas sus vertientes, el género narrativo y el subgénero microrrelato: esto partiendo de la posibilidad de reunir en doscientas palabras máximo la concreción de un sueño. Por ende, el tema es único, y dentro de esa unicidad se posibilitan los «espacios ilímites»: las tres velas que no se dejaban encender de Jehimy Marulanda («Su despedida», Medellín, Colombia, p. 18), el tren que se detuvo veinte minutos bajo tierra de Jose Ángel Muñoz Juárez («El instante suspendido», Jatibonico, Cuba, p. 26), el punto en el fondo del mar donde el tiempo era un pez dormido («La sombra y el espejo», Santiago de Chile, p. 40), el sueño y la pesadilla que se parecían a un vientre («Una escena», Pedro Mieles Cantos, Guayaquil, Ecuador, p. 43), el abrazarse ante la nieve de la última glaciación hace dos milenios («En el oculto imperio de los sueños», José Jesús Rodríguez Velázquez, México, p. 61) y el avistamiento de unos pescadores: una boca sola buscando el orgasmo del agua («El que lame las aguas», Daniel Jiménez Bejarano, Colombia, p. 81), entre otros. El sueño, retomando a Iván Cáceres, es el que elige el tema y uno, el soñador, es quien, desde sus restricciones, trata de responderle lo mejor que puede, a la manera de la vigilia, que le cuadra a fogonazos; muy apropiada es la pregunta de Oliverio Girondo (1932) en Espantapájaros (al alcance de todos): «¿Con qué puerto, con qué ciudad no te has acostado alguna noche?»

«Sin salida» (2025), ilustración digital de María Luisa Bermejo (Madrid, España, p. 76).
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¿Cuánto tiempo llevó la realización de este libro, desde la idea hasta el producto final? ¿Fue un proyecto en soledad o con un equipo? ¿Cómo se realizó la convocatoria?
El 17 de julio de 2025 le presenté la propuesta a Yui Páez y ese mismo día obtuve respuesta. Para el 20 de julio, aunque estaba pensada para iniciar convocatoria el primero de octubre, por recomendación del editor, se compartió el flyer en la página de Laia Editora y en otros grupos de difusión literaria y de escritura creativa. Agregado al flyer, presenté un documento con las secciones a considerar, desde el título, la presentación, los participantes, los géneros y los formatos, la extensión, las condiciones editoriales propuestas y los datos del compilador; es importante la presentación del proyecto, porque justificaba la antología y recomendaba seis obras: desde La vida es sueño (1635) de Pedro Calderón de la Barca hasta No toda es vigilia la de los ojos abiertos (1928) de Macedonio Fernández, un libro de sintaxis-metafísica hecha sueño. Digo que es importante debido a que pensaba, tal vez por formación o procesos dialógicos, en realizar talleres virtuales de lectura y escritura para trabajar los textos y las apreciaciones de los autores, siendo el producto la antología: dinámica común de los talleres literarios, y cuyo ejemplo cercano es la labor pedagógica y literaria de Andreyna Herrera en los colegios de Bolivia, solo que con libros físicos pero también digitales (hay una labor transliteraria a ser estudiada, con gestores y escritores que mantienen sumamente viva la actividad humanística en redes). Conforme fueron llegando los colaboradores e invitados, reuní los documentos, las semblanzas y las ilustraciones; sin embargo, por primera experiencia y a falta de organización, tuve que volver a solicitar datos de fichas técnicas, cambios de género o incluso exclusión, todo ello solucionado con la paciencia y la experticia de Yui Páez. Por ello fue un trabajo colaborativo: las lecturas anteriores, la gestión editorial, los autores y el trabajo mancomunado propiciaron la antología, así como la difunden y la comentan. Aunque tuvo espacios de soledad, como toda escritura, el encuentro en el libro hace posible la lectura compartida. El pensado ahora a corto plazo es presentar la antología en el Encuentro Poético Vida y Esperanza (Ipiales, Colombia, 2025), organizado por Ányor Coral; a medio, la difusión de los microrrelatos por entregas en Al Poniente (donde incluiré reseñas o aspectos que no salieron en el libro); y, a largo, es la promoción literaria con base a temas de la tradición hispanoamericana.

«En la cercanía y la distancia… para ti Gissel» (2009), óleo sobre fibracel-técnica peraltiana de Goretty Nurelmy Farfán García (Chetumal Quintana Roo, México, p. 94).
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¿Cuál es el objetivo de esta fusión entre ilustraciones y microrrelatos?
Dos particulares: uno expresivo y otro editorial; ambos de la mano. Abrir el espectro de participaciones, pues los diversos formatos responden a la diversidad de sueños. Y porque en la gestación del proyecto, además del espacio para la obra de portada, Wañusqakunata musquy («soñar a los muertos» en quechua, Iván Cáceres, La Paz, Bolivia, 1998), la obra de portada. A propósito, recibí varias obras del mismo artista, aporte generoso, para la elección, y me decidí por el hombre horizontal, con rayas verticales sobre él y un lecho de marcas o columnas, que en realidad es un niño fallecido en ceremonia, donde «se lo sueña como él pudo haber sido de grande, le cubren de dinero en sus vestimentas, herramientas, y muchas flores; le cargan en brazos y le hacen pasear por toda la comunidad, pueden tenerlo así momificado o también llegan a enterrarlo, matan una llama y su sangre la rosean alrededor del espacio o casa al son de música autóctona, y así el niño podrá realizar sus sueños» (p. 4). Pues bien, esa es la razón expresiva. La editorial nace de un libro editado por el mismo sello y antologado por Romina Campos Quijada, el volumen dos, segundo año consecutivo, de Palabras de colores. Dos mundos unidos (2025), del cual también hice parte, que proponía una versión más radical por decisiva de ilustración y microrrelato. En Sueño la aldaba, las ilustraciones tienen relación con el sueño tanto porque o nacen de él o lo varían; y en la ficha técnica se incluye la descripción de la ilustración, sea pintura o dibujo, para mayor entendimiento de la obra. Para próximas ediciones se puede ampliar el espectro de participaciones mejorando la calidad de los diseños mediante escaneos u otras técnicas, además de pensar en libros bilingües e intermediales.

«Postal de tiempo lejano» (2007), ilustración de Romina Campos Quijada (Iquique, Chile, p. 102).
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¿Qué te dice el libro en la red? ¿Y ahora qué sigue?
Me dice responsabilidad para con la edición. Ya había editado una revista para el trabajo de grado, investigación-creación, de la Licenciatura, Hojas de Sexto Tres (2024), que espero replicar con avances en una futura experiencia educativa, y por otro lado soy revisor científico y miembro del Comité Editorial de Contacto Literario (Armenia, Colombia), lo cual conlleva juicio en el diseño, la exactitud y el esmero en el detalle. Pero se vuelan errores, hay atrasos y surgen ideas incumplibles tanto por la naturaleza de la convocatoria como por premuras con la entrega. El libro ya publicado, así como su momento de recepción de colaboraciones, me genera una sensación de logro por el trabajo mancomunado. Un poco de datos cuantitativos: Sueño la aldaba es el número treinta y cuatro de la colección Antologías Hispanas; se publicó en octubre del 2025 y cuenta con tres autores especiales: Iván Cáceres (La Paz, Bolivia), Jehimy Marulanda (Medellín, Colombia) y Lilian Raquel Constantino (Plaza Huincul, Argentina); el total de autores, más los tres invitados, son treinta y uno (páginas de acuerdo al Índice): Fuga en el aire del Dr. Javier Gort Lemus (p. 23); El instante suspendido de Jose Angel Muñoz Juárez (p. 26); Temicnamictiani de Fabiola Morales Gasca (p. 31); Entre sábanas y almohadas de Luis C. Torrico (p. 34); Barberos de Jesús Eligio Castellanos Estupiñán (p. 37); La sombra y el espejo de Francisco Araya Pizarro (p. 40); Una escena de Pedro Mieles Cantos (p. 43); ¿Dormido? de Manuel Serrano (p. 46); Los ascensores no suben de Silvia Carús (p. 48); Cohoba en Doña Juana de Sarai Soler Jordán (p. 51); Desde tu abismo de Israel Montalvo (p. 55); Despedida de Amalia Caridad Cordero Martínez (p. 57); Soñando sueño de Antonio Arjona Huelgas (p. 59); En el oculto imperio de los sueños de José Jesús Rodríguez Velázquez (p. 61); Cena de Heidi Carolina Molina Duque (p. 63); En busca del summum de Carmen Elisa Benavides Morales (p. 65); Te tomó por sorpresa de Jorge Quispe Correa Angulo (p. 67); Una escena familiar de Luis Alfonso Pérez Puerta (p. 70); Sin salida de Jesús Alcañiz García (p. 73); Duerme ñiñito de Ramiro Hernández Restrepo (p. 77); La metamorfosis humana de Guillermo Zuluaga (p. 79); La última kermés de Carina Baldivia (p. 82); El que lame las aguas de Daniel Jiménez Bejarano (p. 86); Sauce llorón de Mauricio León Guzmán (p. 89); Metamorfosis multicolor de Goretty Nurelmy Farfán García (p. 91); La historia del último escritor del mundo de Cristina Rausell (p. 94); Saliendo del agujero de Jessica Le Cuore (p. 96); Memoria glacial de Eduardo Honey (p. 98); y Postal de tiempo antiguo de Romina Campos Quijada (p. 100); el Prólogo es de mi autoría y las ilustraciones cuentan con fichas técnicas; hay cinco ilustraciones internas en las ciento tres páginas del libro; son diez las nacionalidades: Colombia, Argentina, México, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Venezuela, España y Cuba; y se distribuye mediante Google Drive. La primera vez que Yui me mostró la edición, la portada de fondo verde militar, los títulos y los nombres azul oscuro, el proceso manifestándose, me sirvió para el adelanto de los faltantes seguro de la calidad de Laia, demostrada en continuos esfuerzos de libros personales y colectivos; por otra parte, el hecho de que sea de libre acceso permite que sus autores como los lectores puedan ingresar y compartir donde deseen: tanto en sus perfiles como en el grupo del Preuniversitario Carlos Marx (reparto Siboney, La Habana, Cuba), obsequio del escritor Jesús Eligio Castellanos Estupiñán. Lo mismo que encontrarme receptor de obras de autores que me han antologado, que han recibido mis obras en sus proyectos, da una sensación de mutuo encuentro, aceptación y diálogo. Ahora, en cuanto a la red, con las publicaciones por entregas en Al Poniente busco posicionar los microrrelatos fuera del archivo para que las obras sean encontradas por el navegador, no solo en la página de Laia o con el enlace; esto permite que los nombres de todos los involucrados en la gestación de la propuesta sean visibles en el medio. En cuanto a lo que sigue, pues otra antología (los libros personales los dejo a futuro: con las revistas, los prólogos y las publicaciones esporádicas tengo) que nace de una experiencia laboral como mentor en instituciones y centros educativos rurales de Betulia y San Juan de Urabá: conocí a docentes, experiencias retadoras y significativas, profesionales comprometidos en dignificar su labor y la concepción de sí y de sus estudiantes que daría para un libro de narrativas pedagógicas. Ya conozco a los docentes, que a su vez remiten a colegas, más apartados o cercanos al casco urbano (hecho que tampoco implica medir exotismo por alejamiento, sino ubicaciones glocalizantes), y a Yui, que conoce el primer esbozo de lo que aquí comento, le pareció viable. Debo pulir la idea, investigar estructuras de sistematización de experiencias para abarcar lo personal, lo profesional, la disciplina y otros ítems a ser considerados en las narrativas, además de enfocarme hacia el continente para reunir sus prácticas educativas. Si necesito asesoría teórica puedo tenerla en los mismos antologados y en investigadores de la narrativa pedagógica como herramienta de investigación. Si Dios lo permite, hasta entonces.
Belén-Fátima, diciembre de 2025
Luis Alfonso Pérez Puerta (Chigorodó, Antioquia, 1961) es comunicador Social-Periodista (Universidad de Antioquia, 1992), actor y escritor. Ha publicado en la antología de los talleres literarios Árbol libro IV (Comfenalco Antioquia, 2003) y en periódicos y revistas digitales: El Correo y Escritores Rebeldes entre 2020 hasta hoy.













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